Trump está provocando (sin pretenderlo) un acercamiento entre la UE y China

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De izquierda a derecha, el exprimer ministro belga Charles Michel, el presidente chino Xi Jinping y la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen durante la 24.ª Cumbre UE-China celebrada en Pekín en 2023. Comisión Europea, CC BY-SA

La Unión Europea (UE) y China han tenido, históricamente, una relación compleja. Esto quedó plasmado en las perspectivas estratégicas UE-China de la Comisión Europea para 2019, que se referían al país asiático como “socio estratégico”, pero también como “competidor económico” y “rival sistémico que promueve modelos alternativos de gobernanza”.

Desde la publicación de las perspectivas, las tensiones entre las dos potencias no han hecho más que aumentar. Más recientemente, los desacuerdos sobre la responsabilidad de China en el origen de la pandemia de covid-19 y la posición de Pekín sobre la guerra en Ucrania han contribuido significativamente al empeoramiento de las relaciones.

Sin embargo, el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca es un acontecimiento que podría cambiar las reglas del juego. La guerra comercial que mantiene el presidente estadounidense, dirigida tanto contra la UE como contra China, podría llevar a estos actores a un acercamiento que les permitiría resistir mejor los embates de Washington. Muchos analistas apuntan ahora a un “reseteo” de las relaciones entre Bruselas y Pekín, pero la situación está lejos de ser clara.


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Cuestiones pendientes

La idea de este “reinicio” repentino es dudosa al menos en dos frentes. En primer lugar, el deseo de la UE de renovar su relación con China no es únicamente consecuencia de las políticas de la nueva Administración estadounidense. Lleva al menos dos años en marcha, ya que Ursula von der Leyen y Emmanuel Macron viajaron al país asiático en abril de 2023 con el objetivo explícito de “reiniciar” las relaciones.

En segundo lugar, la Unión Europea ya estaba sopesando una estrategia de reequilibrio hacia Pekín frente a Estados Unidos en 2017, durante la primera Administración Trump, aunque esta iniciativa no dio resultados significativos.

Para evaluar adecuadamente las posibilidades de un cambio profundo en las relaciones entre la UE y China, hay que plantearse dos preguntas: ¿hasta qué punto se trata de un cambio real y no solo de retórica? ¿Y qué está dispuesto a ceder cada uno de los dos actores para mejorar el vínculo?

Obstáculos a la cooperación

China considera que la UE es débil y está dividida y, contrariamente a las aspiraciones europeas, sigue sin tomarla en serio. En consecuencia, el país asiático cree que unas pocas declaraciones y gestos simbólicos –como levantar las sanciones impuestas a los eurodiputados y sus familias en represalia por las sanciones impuestas por la UE a China a consecuencia de las violaciones de los derechos humanos en Xinjiang– serán suficientes para atraer a la Unión Europea, desesperada ante las políticas estadounidenses, a sus brazos.

La confirmación de esta actitud se puede ver en el reciente nombramiento por parte de China de Lu Shaye –conocido por su duro estilo diplomático de “lobo guerrero” cuando era embajador en Francia– como enviado especial para las relaciones con Europa.

Para Bruselas, hay varias cuestiones que impiden la posibilidad de un reinicio de las relaciones con China, entre ellas la estrecha relación entre Pekín y Moscú, reforzada por la reciente asistencia de Xi Jinping al desfile militar del Día de la Victoria en la capital rusa el 9 de mayo. La contribución de China, tanto por acción como por omisión, a la invasión de Ucrania por parte de Rusia es uno de los muchos otros obstáculos que serán difíciles de superar.

La tensión diplomática es evidente en las más altas esferas de la UE. La alta representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Kaja Kallas, ha declarado de forma inequívoca que “China es el principal facilitador de la guerra de Rusia”.


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Ajuste estratégico

En sus relaciones con China, Bruselas debería adoptar un enfoque pragmático y calculado que le permita compensar, aunque solo sea parcialmente, los problemas derivados de la política comercial de la Administración Trump, sin renunciar por ello a sus valores e intereses.

Además, la Unión Europea sigue siendo consciente de los riesgos asociados a la inversión china en sectores estratégicos y de alta tecnología, así como de los riesgos vinculados con aquellos sectores y actividades que podrían poner en peligro la protección de datos.

En el caso de la UE, lo que estamos viendo no es, por tanto, un cambio radical, sino un ajuste táctico. La idea es introducir una relajación del lenguaje –la Comisión habla ahora de una relación “transaccional” y de un “compromiso constructivo” con China– y construir una relación que otorgue a Bruselas más opciones y margen de maniobra en sus relaciones con los Estados Unidos. Sin embargo, todo ello debe hacerse sin abandonar la lógica de la reducción del riesgo en las relaciones del continente con China.

The Conversation

Gracia Abad Quintanal no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.


Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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