¿Cómo se forman los pensamientos?

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Este artículo forma parte de la sección The Conversation Júnior, en la que especialistas de las principales universidades y centros de investigación contestan a las dudas de jóvenes curiosos de entre 12 y 16 años. Podéis enviar vuestras preguntas a [email protected]


Pregunta formulada por el curso de 3º de la ESO de Aranzadi Ikastola. Bergara (Gipuzkoa)


Cuando te haces esa pregunta, algo increíble ocurre en tu mente: está observándose a sí misma. Está pensando sobre cómo piensa.

Esto tan alucinante se llama metacognición; es como si tu mente encendiera una linterna para mirar en su interior. Gracias a esta capacidad podemos conocernos mejor, entender cómo aprendemos y cómo solucionamos problemas e incluso mejorar nuestra forma de aprender y de pensar.

Pero vayamos a la pregunta inicial: ¿cómo se forman los pensamientos?. Para entender esto primero tenemos que saber qué es la mente. ¿Es lo mismo que el cerebro?

Diferencias entre mente y cerebro

El cerebro es un órgano físico formado por miles de millones de neuronas que se comunican entre sí enviando señales eléctricas a través de redes muy complejas. Desde la antigüedad, los humanos entendemos que cerebro y mente están relacionados. Por ejemplo, sabemos que si el primero sufre daños, podemos perder capacidades mentales importantes como la memoria, el habla o incluso la capacidad de reconocer caras familiares.

Por su parte, la mente no tiene una forma física, pero está detrás de todo lo que hacemos: pensar, experimentar un olor, sentir alegría o tristeza, recordar algo divertido, tomar decisiones o prestar atención. Aunque no se puede observar directamente, los científicos la estudian escudriñando nuestro comportamiento y realizando experimentos para entender cómo las experiencias cambian nuestra conducta o cómo aprendemos cosas nuevas.

Actualmente, numerosos científicos consideran que cerebro y mente no son lo mismo, y que la última surge de la actividad del primero. Es parecido a lo que ocurre con tu teléfono móvil y todo lo que puedes hacer con él: llamar, jugar, hacer videollamadas o compartir fotos. Aunque tu dispositivo es algo físico, las funciones que permite realizar no lo son. Se podría decir que el teléfono es el hardware y las funciones, el software.

Los psicólogos cognitivos, que estudian la mente, entienden que funciona como un software. No cuenta con un único programa, sino con un sistema completo de procesamiento de información formado por distintos subsistemas que trabajan en conjunto: la percepción, la atención, la memoria, las emociones, el aprendizaje, el lenguaje y la toma de decisiones, entre otros. Consideran que los pensamientos surgen como resultado de la actividad coordinada de estos procesos.

¿De dónde vienen los pensamientos?

Los pensamientos surgen cuando nuestra mente maneja y organiza la información que recibe. Todo lo que experimentamos (lo que vemos, oímos, tocamos, olemos o sentimos) se procesa y puede almacenarse en la memoria en forma de representaciones mentales. Estas representaciones son como huellas internas: imágenes, recuerdos, emociones, conceptos, ideas sobre cómo se relacionan las cosas (por ejemplo, las nubes anuncian lluvia) o sobre cómo hacer algo (por ejemplo, montar en bici).

Cuando pensamos, activamos esas representaciones, las combinamos, comparamos, analizamos, evaluamos o imaginamos en nuevas situaciones.

Como piezas de Lego

La idea de que los pensamientos son construcciones mentales que combinan piezas procedentes de nuestras experiencias, percepciones y emociones encaja en muchas teorías contemporáneas de la psicología cognitiva y de la neurociencia cognitiva (que estudia cómo el cerebro genera procesos mentales).

Por ejemplo, si recuerdas cómo era tu habitación cuando eras pequeño y la comparas con la actual, utilizas bloques de experiencias pasadas y actuales para construir ese pensamiento. Quizás el recuerdo apareció porque viste algo que te recordó tu infancia (una pieza) o porque echas de menos tu antigua habitación (otra pieza), o simplemente porque otro pensamiento activó ese recuerdo (otra pieza).

Muchas veces, los pensamientos aparecen sin que lo busquemos. Esto ocurre porque nuestra mente ha aprendido a relacionar ciertas personas, objetos, lugares o emociones.

Si ves una moto, puede venirte automáticamente un pensamiento sobre un accidente que tuviste, aunque no quieras recordarlo. En otras ocasiones, sin embargo, elegimos pensar de manera consciente para resolver un problema, evaluar las probabilidades de que algo suceda, organizar un plan o tomar una decisión importante.

El poder de las palabras

Además, el pensamiento está estrechamente ligado al lenguaje. No solo usamos palabras para expresar lo que pensamos, sino que muchas veces son otras personas, a través del lenguaje, quienes provocan pensamientos en nuestra mente.

El pensamiento está estrechamente ligado al lenguaje. Elenyska/Shutterstock

Cuando alguien nos habla, activa imágenes, recuerdos o ideas de forma automática. Por ejemplo, si alguien te dice: “He visto a Pedro en el autobús”, esas palabras generan inmediatamente en tu mente una escena, una idea o una imagen, sin necesidad de un esfuerzo consciente. Lo mismo sucede cuando leemos libros. Leer nos permite crear en la mente cosas que no están delante de nosotros, como si estuviéramos viviendo otras vidas o explorando mundos invisibles.

Pero también ocurre lo contrario: hablar implica pensar. Elegir las palabras adecuadas, construir frases con sentido o incluso contar una historia requiere que organicemos mentalmente nuestras ideas. Por eso, lenguaje y pensamiento no solo están relacionados, sino que funcionan muchas veces como dos caras de la misma moneda.

De hecho, el científico Jerry Fodor sostiene que ambos tendrían similares reglas y combinaciones.

¿Para qué sirven los pensamientos?

La capacidad de pensar se ha desarrollado para ayudarnos a adaptarnos mejor al mundo que nos rodea y convivir con los demás. Los pensamientos son herramientas muy poderosas: gracias a ellos podemos planificar, valorar opciones, prever las consecuencias y utilizar nuestras experiencias anteriores para tomar mejores decisiones. Esto nos permite actuar con más acierto.

Por si eso fuera poco, nos ayudan a ponernos en el lugar de otras personas y a tomar decisiones que tengan en cuenta no solo lo que queremos, sino también lo que es mejor para los demás.

Por ejemplo, imagina que tienes que decidir qué hacer el próximo fin de semana: salir con amigos, quedar con tu pareja, estudiar o simplemente descansar. Al pensar, tu mente valora estas opciones, recuerda cómo te sentiste en situaciones anteriores similares y cómo podrían sentirse las personas implicadas. Además, evalúas lo que te apetece y lo que necesitas en este momento, así como las posibles consecuencias de cada decisión. Eso es exactamente lo que hacemos cuando pensamos: manejar información para elegir un camino.

Y finalmente, los pensamientos nos permiten imaginar el futuro, crear cosas nuevas y transformar el mundo que nos rodea.

Ahora que has leído el artículo, intenta pensar en esta pregunta: ¿crees que podríamos pensar en algo que no esté relacionado, de ninguna forma, con algo que hayamos experimentado antes de alguna manera?


La Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco colabora en la sección The Conversation Júnior.


The Conversation

María del Carmen Sanjuan Artegain recibe fondos del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades (PID2023-149399NB-C22) y del Gobierno Vasco / Grupos de investigación ( Grupo: Aprendizaje y Cognición IT1501-22)



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