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Si en últimas vacaciones visitó otros países, es posible que haya notado que la percepción del espacio personal varía de unos lugares a otros. En las culturas latinas y árabes, por ejemplo, la distancia que mantienen las personas entre sí suele ser más pequeña y tienden a estar más cómodas cerca de los demás. En los países anglosajones y nórdicos, la tendencia es la contraria.
A estas conclusiones llegó en 1966 el antropólogo Edward T. Hall, quien acuñó el término proxémica para referirse a la disciplina que investiga cómo utilizamos el espacio en nuestras interacciones. Este campo de estudio revela mucho sobre las relaciones sociales, culturales y personales, y muestra que el espacio es mucho más que una simple dimensión física.
Las conclusiones de Hall se han ido matizando en investigaciones más recientes, en parte debido a que las normas sociales relacionadas con la distancia social han variado desde entonces. Aún así, los estudios siguen concluyendo que existen factores ambientales y psicológicos que determinan diferencias en la distancia interpersonal de los distintos países.
Conocer estas diferencias nos ayudará a mejorar la comunicación con personas de otras culturas. Además, evitará posibles malentendidos y situaciones incómodas que pueden surgir si no tenemos en cuenta las necesidades de espacio personal de los demás.
De manera más o menos consciente, todos damos importancia a la proxémica en nuestro día a día. Podemos comprobarlo si nos fijamos en cómo decidimos en qué parte sentarnos cuando estamos ante un banco del parque, en el transporte público o en una sala de espera. También cuando nos molesta que alguien ocupe nuestra silla habitual, invada nuestro terreno en la playa o nos mire a los ojos en un ascensor.

Y es que, como el resto de elementos que forman el lenguaje no verbal, el espacio también es una valiosa herramienta de comunicación.
El entorno laboral y educativo
La organización del espacio en el lugar de trabajo tiene efectos importantes en el ambiente laboral e, incluso, en la productividad. Steve Jobs lo sabía muy bien y por eso diseñó el edificio de Pixar para potenciar los encuentros y las colaboraciones imprevistas.
Dispuso un atrio central al que conducían las puertas de entrada, las escaleras y los pasillos principales. Allí estaban la cafetería y los casilleros. Las ventanas de las salas de conferencias y de las salas de visionado daban a ese atrio. Esta distribución obligaba a las personas a cruzarse y encontrarse, lo que fomentaba la creatividad y la innovación.
Jobs conocía muy bien el aislamiento que genera el mundo digital, por lo que era un gran defensor de las reuniones cara a cara. En la mayoría de casos, las interacciones presenciales aumentan las probabilidades de elucubrar ideas nuevas e innovadoras y mejoran la satisfacción laboral.
Cuando estamos en reuniones y negociaciones también es importante el lugar en el que nos situamos. Edward T. Hall observó que sentarse al lado de la otra persona con una de las esquinas de la mesa en medio, en lugar de frente a frente, crea un ambiente más amistoso y colaborativo. La forma en que los líderes políticos sitúan el mobiliario para sus encuentros dice mucho sobre sus intenciones.
En el ámbito educativo, la disposición de las mesas y sillas en el aula afecta a la dinámica de la clase. Una distribución en forma de U o en círculo facilita la participación y la interacción entre los estudiantes, mientras que una disposición en filas favorece que adopten un rol de escucha.
Dónde colocarnos y cómo movernos en una charla
Como explico en el libro Formación de portavoces, la forma en que un orador utiliza el espacio puede influir en cómo se percibe su mensaje.
Acercarse a la audiencia genera un ambiente de confianza y cercanía, haciendo que se sienta más involucrada. Por el contrario, aumentar la distancia, especialmente desde una tarima o escenario, crea una sensación de autoridad y formalidad, menos adecuada si se busca la participación.
Ante un público que lee de izquierda a derecha, es recomendable situarse a la izquierda de la pantalla y de cara a la audiencia, evitando colocarse de perfil hacia la pantalla. Esta colocación permite que el orador sea el primer punto de enfoque visual antes de que el público desplace su mirada hacia las diapositivas, lo que refuerza su presencia como protagonista de la presentación. De esta manera, se asegura que el contenido visual complemente al discurso del orador en lugar de distraer de él.
Moverse durante una presentación añade dinamismo, energía y expresividad, siempre que se haga de forma controlada y natural, para transmitir seguridad y confianza.
En las conferencias TED, los oradores deben situarse en un punto rojo en el escenario, diseñado para centrar la atención del público en el mensaje y aumentar su impacto. Sin embargo, algunos oradores rompen esta convención para añadir un significado especial a su presentación. Un ejemplo es Benjamin Zander quien, en su charla sobre música y pasión, se mueve continuamente para transmitir mejor la energía de su mensaje.
Otro ejemplo del uso creativo del espacio es la charla TED de Janine Shepherd, quien utilizó cinco sillas como metáforas de diferentes etapas de su vida tras un accidente, transformando el escenario en una narración visual y emocional.
La próxima vez que ajuste la distancia con alguien, recuerde que está utilizando una poderosa herramienta de comunicación: la proxémica, capaz de influir en las percepciones, generar emociones y definir el éxito de una interacción.

Idoia Camacho Markina no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.