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    Los abejorros juegan, según una nueva investigación dirigida por la
        Universidad Queen Mary de Londres y publicada en Animal Behaviour. Es la
        primera vez que se demuestra el comportamiento de juego con objetos en
        un insecto, lo que se suma a las crecientes pruebas de que las abejas
        pueden experimentar "sentimientos" positivos.
  
  Una nueva investigación dirigida por la Universidad Queen Mary de Londres
  demuestra que el rodamiento de bolas de madera por parte de los abejorros de
  cola blanca (Bombus terrestris) cumple los criterios de comportamiento del
  juego animal y es similar al de otros animales.
  El juego no se limita a los humanos, sino que es un fenómeno que se observa en
  muchas especies animales.
  Se cree que contribuye al desarrollo saludable y al mantenimiento de las
  capacidades cognitivas y motoras del animal, lo que puede, por ejemplo,
  beneficiar las estrategias de búsqueda de alimento, y se considera un aspecto
  importante del bienestar animal.
  La mayoría de los ejemplos claros de juego proceden de mamíferos de cerebro
  grande y aves, mientras que las investigaciones sistemáticas sobre el juego en
  otros animales son muy limitadas. Esto puede deberse a que históricamente ha
  sido difícil definir e investigar el comportamiento lúdico en diferentes
  animales.
  "Nuestra investigación proporciona un fuerte indicio de que las mentes de los
  insectos son mucho más sofisticadas de lo que podríamos imaginar", dijo el
  autor principal, el profesor Lars Chittka, investigador de la Universidad
  Queen Mary de Londres.
  "Hay muchos animales que juegan sólo para divertirse, pero la mayoría de los
  ejemplos proceden de mamíferos y aves jóvenes".
  "Cada vez tenemos más pruebas que respaldan la necesidad de hacer todo lo
  posible para proteger a los insectos, que están a un millón de kilómetros de
  las criaturas descerebradas e insensibles que tradicionalmente se cree que
  son".
  En el estudio, el profesor Chittka y sus colegas siguieron a 45 abejorros de
  cola de bufón en una arena y les dieron la opción de caminar por un camino sin
  obstáculos para llegar a una zona de alimentación o desviarse de este camino
  hacia las zonas con bolas de madera.
  Las abejas individuales hicieron rodar las bolas entre 1 y, de forma
  impresionante, 117 veces a lo largo del experimento.
  El comportamiento repetido sugería que hacer rodar las bolas era gratificante.
  Esta afirmación fue corroborada por otro experimento en el que se dio a otras
  42 abejas acceso a dos cámaras de color, una que siempre contenía bolas
  móviles y otra sin ningún objeto.
  Cuando se les dio a elegir entre las dos cámaras, ninguna de las cuales
  contenía bolas, las abejas mostraron preferencia por el color de la cámara
  previamente asociada a las bolas de madera.
  El montaje de los experimentos eliminó cualquier idea de que las abejas movían
  las bolas con un propósito mayor que el de jugar.
  Hacer rodar las bolas no contribuyó a las estrategias de supervivencia, como
  conseguir comida, despejar el desorden o aparearse, y se hizo en condiciones
  libres de estrés.
  "Es ciertamente alucinante, a veces divertido, ver a los abejorros mostrar
  algo parecido a un juego. Se acercan y manipulan estos "juguetes" una y otra
  vez", afirma Samadi Galpayage, estudiante de doctorado en la Universidad Queen
  Mary de Londres.
  "Esto demuestra, una vez más, que a pesar de su pequeño tamaño y su diminuto
  cerebro, son algo más que pequeños seres robóticos".
  "Puede que realmente experimenten algún tipo de estados emocionales positivos,
  aunque sean rudimentarios, como hacen otros animales más grandes y esponjosos,
  o no tan esponjosos".
  "Este tipo de hallazgo tiene implicaciones para nuestra comprensión de la
  sintiencia y el bienestar de los insectos y, con suerte, nos animará a
  respetar y proteger aún más la vida en la Tierra".
Fuentes, creditos y referencias:
  Fuentes: Universidad Queen Mary de Londres,
    SciNews