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Este artículo forma parte de la sección The Conversation Júnior, en la que especialistas de las principales universidades y centros de investigación contestan a las dudas de jóvenes curiosos de entre 12 y 16 años. Podéis enviar vuestras preguntas a [email protected]
Pregunta formulada por el curso de 3º de la ESO de Aranzadi Ikastola. Bergara (Gipuzkoa)
El cáncer es una de las principales causas de muerte en el mundo: se estima que alrededor de 10 millones de personas fallecen por esta enfermedad todos los años. Pero en vez de llamarla “enfermedad”, quizás deberíamos de denominarla conjunto de enfermedades. Veamos por qué.
Nuestro cuerpo está compuesto aproximadamente por 35 billones de células de 200 tipos diferentes. Se agrupan formando tejidos, que a su vez forman los órganos, sistemas y aparatos.
Cada tipo celular tiene que cumplir una función determinada, y para ello posee unas características propias. Pero pueden “enloquecer” y crecer de forma incontrolada, dando lugar a tumores. Como estos son diferentes en función de la célula que las haya originado, el cáncer de pulmón y el de hígado ni se comportan ni se tratan de la misma manera, aunque en el fondo ambos sean fruto de esa proliferación desmesurada.
¿Por qué se descontrolan las células?
Como decíamos, un tumor es una masa de células que crece en uno de nuestros órganos de manera anómala. Si las células que lo componen son capaces de invadir otros tejidos y destruirlos, lo denominaremos cáncer o tumor maligno. Al contrario, si las células tumorales no tienen esa capacidad invasiva y destructora, le calificaremos de benigno. Pero ¿a qué se debe ese descontrol?
Las células pueden sufrir mutaciones en sus genes. Cuando los genes dañados están relacionados con los sistemas de control de la división celular se produce el crecimiento incontrolado.
Los motivos por los que surgen las mutaciones son varios. Las pueden desencadenar agentes externos como el humo del tabaco, sustancias químicas o los rayos del sol, pero también errores propios de la célula. Es decir, las células de nuestro cuerpo se dividen para regenerar los tejidos, y en esa división se copia información genética, un proceso en el que pueden producirse fallos (mutaciones).
Las temibles metástasis
Uno de los procesos más temidos durante el desarrollo de un cáncer es la metástasis. Aparece cuando alguna de las células que componen el tumor es capaz de desprenderse de la masa de compañeras y viajar por los vasos sanguíneos para implantarse y crecer en otro órgano.
Pero es un viaje muy complicado. Cuando una célula tumoral parte del tumor y entra en los vasos sanguíneos, se encuentra expuesta a las células del sistema inmunitario. Si resiste o evade su ataque, tendrá que salir de los vasos sanguíneos para asentarse en otro órgano. Y colonizar este órgano no resulta sencillo porque las características del nuevo tejido son diferentes.
Por todos estos motivos, solo unas pocas células tumorales pueden sobrevivir durante el proceso metastásico. Sin embargo, aquellas que lo consiguen están muy bien adaptadas y son difíciles de combatir con las terapias actuales.
Llamaremos tumor primario al que está localizado en el órgano donde se ha originado, y tumor metastásico cuando ya ha sido capaz de desprenderse y viajar por los vasos sanguíneos hasta implantarse en otro órgano.
Terapias actuales: problemas y retos
Hoy en día, la mayoría de los tumores primarios se pueden curar si somos capaces de diagnosticarlos a tiempo antes de que se diseminen y formen las metástasis. Aunque unos pocos tipos de estos tumores, como el de páncreas o algunos cerebrales, son incurables.
Actualmente, los tratamientos más habituales son la cirugía, la quimioterapia (fármacos químicos que matan las células que se dividen rápidamente) y la radioterapia (basada en emitir radiaciones que destruyen las células tumorales). El problema es que provocan muchos efectos secundarios y deterioran en gran medida la salud de los pacientes. Por ello, hace falta desarrollar soluciones menos agresivas.
La otra asignatura pendiente radica en desarrollar fármacos contra la metástasis. Porque a diferencia de los tumores primarios, prácticamente son incurables.
La investigación que se centra en el desarrollo de nuevos fármacos contra el cáncer tiene muchos frentes abiertos, aunque voy a destacar dos: la inmunoterapia y la nanotecnología.
Así funciona la inmunoterapia
Nuestro sistema inmunitario hace frente a los ataques externos, que pueden venir en forma de virus o bacterias. Pero también puede destruir nuestras propias células que han sufrido algún daño y son anómalas, como las tumorales. Sin embargo, algunas de estas células han desarrollado la capacidad de evadir, o incluso bloquear, el sistema inmunitario.
En 2018, los investigadores James P. Allison y Tasuku Honjo recibieron el premio Nobel de Medicina por descubrir los mecanismos por los cuales los tumores bloquean el sistema inmunitario. Hoy en día, ya se utilizan fármacos que actúan sobre dichos mecanismos y se espera que en el futuro se desarrollen más terapias centradas en ellos.
Otra técnica relacionada con el sistema inmunitario es la terapia basada en células CAR-T. Consiste en extraer un tipo de células del sistema inmunitario del paciente llamados linfocitos T y manipularlos en el laboratorio para que aprendan a atacar a las células tumorales. Entonces, se vuelven a inyectar al paciente.

De momento, esta terapia está funcionando en algunos tipos de cánceres, como es el caso de leucemias y linfomas, pero se espera que en el futuro se aplique a otras modalidades de tumores.
Nanopartículas directas al blanco
La nanotecnología se basa en el uso de materiales minúsculos, de menos de 100 nanómetros (un nanómetro es 100 000 veces más pequeño que un milímetro). Para que te hagas una idea de su tamaño, la punta de un lápiz tiene un grosor de un milímetro. Estas minúsculas estructuras pueden transportar fármacos y dirigirse directamente a las células tumorales. Así, los medicamentos actúan de una forma más directa, evitando efectos secundarios y mejorando la eficacia.

La nanotecnología es un campo muy amplio con muchas variantes, y una de las opciones que más se está trabajando es la hipertermia. Se trata de utilizar nanopartículas capaces de calentarse que, al adquirir grandes temperaturas, dañan las células tumorales sin afectar los tejidos sanos.
En este artículo he destacado dos tipos de terapias en las cuales se han depositado muchas esperanzas. Pero no me gustaría acabar sin mencionar, al menos, otros campos también prometedores, como es el caso de la inteligencia artificial, los modelos matemáticos y la terapia génica. Ojalá podamos contar aquí sus éxitos en un futuro no muy lejano.
La Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco colabora en la sección The Conversation Júnior.

Iker Badiola socio fundador y accionista de Nanokide Therapeutics SL