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Este 9 mayo es el Día de Europa. Se trata de una fecha idónea para conmemorar la unidad y celebrar los logros: la unificación de un continente durante muchas décadas dividido; la expansión de la democracia; el estado de derecho; las libertades públicas y los derechos fundamentales; el progreso económico y social para sus pueblos con un mercado único; una moneda común; libre circulación de personas en un espacio de libertad, seguridad, justicia; y avances en una Europa social, más sostenible y solidaria.
Sin duda, muchas cosas que celebrar. Se ha avanzado mucho y en un tiempo que podemos considerar reducido en términos históricos, 75 años desde la Declaración Schuman. Y debemos ser conscientes de ello y valorarlo como se merece.
La Unión Europea es fruto de un proceso de integración supranacional entre Estados soberanos y sus pueblos que ha alcanzado un nivel sin precedentes y que ha requerido de gran voluntad, esfuerzo común e innovación para superar las innumerables dificultades que han ido surgiendo.
Sin Unión Europea, nuestro continente sería muy distinto, muy probablemente mucho peor. Y la Unión es un organismo vivo, en crecimiento y continua evolución, sometido a muchas tensiones, internas y externas. Un organismo que hay que seguir alimentando y cuidando.
Un escenario diferente al de años anteriores
Ahora bien, este 9 de mayo no es el de un año cualquiera. Afrontamos cada vez mayores desafíos en un escenario internacional más incierto, complejo, por momentos desconcertante. La guerra entre Rusia y Ucrania rompió la paz en el continente y abrió de nuevo el temor a la amenaza rusa sobre nuestras fronteras, haciendo más patente si cabe la dependencia europea de EE. UU. en el área de seguridad y defensa.
La llegada de la nueva administración Trump y sus primeros 100 días no ha hecho más que confirmar las peores expectativas. Son innumerables las declaraciones y medidas contrarias al orden internacional. Entre otras, Trump ha amenazado con quedarse otros territorios, incluso por la fuerza (canal de Panamá, Groenlandia, Canadá). También ha desmantelado la ayuda humanitaria y la cooperación internacional estadounidenses. Incluso ha dado orden de retirada del Acuerdo de París sobre el cambio climático, de la Organización Mundial de la Salud y de otros organismos internacionales, además de iniciar una guerra arancelaria.
En materia de seguridad y defensa, ha sembrado dudas sobre la fortaleza de la OTAN y el apoyo norteamericano, una alianza y un apoyo esenciales para Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Más allá de consideraciones sobre si algunas son solo declaraciones exaltadas o estrategias de negociación, lo cierto es que las vulnerabilidades no han hecho más que incrementarse.
Queda en el aire el mensaje de que todo es negociable y que, en vez de seguir el orden internacional multilateral, entramos en una nueva era en la que prima la ley del más fuerte, en la que cada polo ejercerá control sobre su área de influencia y todo se permitirá, siempre que no moleste a las otras potencias.
Todos estos mensajes no pueden estar más alejados de todo aquello por lo que siempre ha apostado la Unión Europea: el multilateralismo, el respeto de las reglas y el orden internacional, un comercio abierto y sostenible, la cooperación internacional y la defensa de la paz (con la resolución de conflictos por la diplomacia y medios pacíficos).
Mientras tanto, el declive demográfico, el retraso tecnológico y digital, la dependencia energética (y todavía escasa diversificación) y una competitividad industrial a mejorar se suman a una política exterior y de seguridad común todavía con importantes limitaciones derivadas de su carácter intergubernamental. Por otra parte, necesitar unanimidad (difícil de alcanzar) para la toma de decisiones complica las cosas. A lo que se suma una incipiente política de seguridad y defensa en común.
Y todo ello en un mundo que vive el auge de los nuevos actores globales como China o India, la pérdida (acelerada tras la llegada de Trump) del liderazgo internacional de EE. UU. y nuevas tensiones violentas como el conflicto de medio oriente, los riesgos del Sahel, los nuevos encontronazos entre India y Pakistán.
Un amplio abanico de desafíos que hemos de afrontar con más incertidumbres sobre el apoyo del hasta ahora leal amigo norteamericano. Unos desafíos que es una temeridad intentar afrontar desde nuestros Estados nación, que necesitan más que nunca un enfoque supranacional y unidad. Ya es difícil conseguir superarlos todos juntos, imposible por separado.
Más y mejor UE
La Unión Europea ha sido capaz de avanzar muchas veces a lo largo de su historia en esos momentos de necesidad: confiemos que también sea capaz de hacerlo en estos tiempos convulsos. Y para ello, lo primero es reconocer su valor y apoyar este camino hacia más y mejor Unión Europea.
Este año, además del 9 de mayo, diversas asociaciones de la sociedad civil han convocado una manifestación para el domingo 11 en el centro de Madrid para que la población muestre su apoyo por la Unión Europea. Es una iniciativa que continúa la que se celebró hace ya un mes en Piazza del Popolo, en Roma, con más de 50 000 asistentes. Una buena oportunidad para demostrar públicamente ese apoyo tan merecido y necesario.

Jerónimo Maillo González-Orús es miembro de Spanish Association of Spanish Association for European Law (AEDeur)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.