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Ver la maestría con la que Javier de Juan dibuja sobre cualquier tipo de superficie es hipnótica. Es un artista con una “mano” magistral, seleccionado por la naturaleza para ser capaz de transformar la hoja de papel en cualquier cosa fruto de su imaginación.

Por ello, no es extraño que su figura sea objeto de una exposición en el Museo Nacional de Artes Decorativas en Madrid, abierta hasta el mes de octubre.
Hablando con compañeros de profesión, todos llegamos a la conclusión de que el dibujante habilidoso se consigue a través del esfuerzo continuo. Javier de Juan lleva más de 50 años sentándose cada día ante un papel y eso se nota.
Jienense de nacimiento, madrileño de adopción, es capaz de construir relatos visuales poblados de seres humanos que interactúan entre sí mientras son observados y a su vez son observadores del universo que les rodea. Es un artista figurativo que, a través de las más diversas técnicas, representa a las personas de su tiempo.
En su etapa inicial fue uno de los referentes que trasladaban a la pintura, el dibujo o el grabado lo que estaba ocurriendo en el Madrid exuberante de la Movida Madrileña. Posteriormente ha ido desarrollando una imaginería propia, donde destacan la representación del cuerpo humano, la precisión del dibujo, el color, la fuerza narrativa y la innovación técnica.
John Berger, teórico de arte y novelista, comentaba que “en la enseñanza del dibujo, es un lugar común decir que lo fundamental reside en el proceso específico de mirar. Una línea, una zona de color, no es realmente importante porque registre lo que uno ha visto, sino por lo que le llevará a seguir viendo”. De Juan mira y fruto de esa mirada nace su capacidad de recrear de memoria espacios urbanos con todo tipo de detalle.
Un artista multidisciplinar
La artista y catedrática Marián Cao cita al filósofo francés Jean-Luc Nancy cuando escribe que “el dibujo se define por el movimiento del trazo –sea con un lápiz o el propio cuerpo por el espacio– que produce un ritmo y genera ese placer sin objeto, esa finalidad sin fin, que define toda experiencia estética”.
Viendo las obras de Javier de Juan podemos percibir ese “placer sin objeto y esa finalidad sin fin”, cualidades que le han llevado a desarrollar proyectos puramente artísticos y también creaciones gráficas e ilustraciones por encargo. Porque su figura se asemeja a la de las creadoras y creadores galos de finales del siglo XIX.

La Francia decimonónica recuperó el dibujo, lo despojó de su función como medio y lo convirtió en un fin en sí mismo, capaz de estar expuesto en una sala al lado de pinturas y esculturas. Así ocurrió con creadores como Ingres, Daumier, Manet, Cassat, Lautrec, Valedon y otros y otras que vendrían después como Picasso o Mallo.
Muchos de los postimpresionistas fueron capaces de pintar cuadros memorables e inventar a la vez dos nuevos lenguajes: el diseño gráfico y la publicidad. Figuras tan relevantes hoy como Toulouse-Lautrec se ganaban la vida con maravillosos carteles publicitarios para cafés, teatros y cabarets que hoy cuelgan en grandes museos internacionales.
Si, recurriendo de nuevo a John Berger, “para el artista dibujar es descubrir”, De Juan es un explorador incansable. Así, este artista multidisciplinar se ha desempeñado como diseñador de carteles, logos, ilustrador de libros, dibujante, pintor, escultor, creador audiovisual y con una inquietud siempre abierta a descubrir cualquier nueva tecnología.
En esta exposición podemos ver una gran escultura realizada a través de capas en una CNC (maquina fresadora utilizada para la fabricación de muebles y prototipado), o cabezas recreadas en 3D e impresas a partir de bloques que se enlazan entre sí.

Las obras de Javier de Juan hablan de nosotros, humanos, y nos representan. Combinan las imágenes con textos que ofrecen lecturas o puntos de vista diferentes y que le entroncan con la tradición grecorromana y su predilección por la narrativa visual.
Se puede ver esto en el mural de 45 metros que realizó para la T1 del Aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid-Barajas, en sus recientes carteles para la Empresa Municipal de Transportes de Madrid (EMT) o la interpretación de Madrid que hizo en su exposición de 2024 en el Conde Duque.
El azul de Prusia
Todo artista acaba adquiriendo una gama de color que hace propia. En el caso de Javier de Juan, sus ilustraciones inspiradas en las obras de Lorca, Sonetos del amor oscuro y El Divan de Tamarit están realizados con café y azul de Prusia, un tono del que habla con pasión.
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Se trata de un azul oscuro casi negro, también llamado azul de Berlín porque fue descubierto por un químico alemán en el siglo XVIII. El ferrocianuro de hierro, el compuesto que lo origina, cambió el sentido del arte y reactivó la industria de la estampación xilográfica en madera, difundiendo obras como la célebre La gran ola de Kanagawa, de Hokusai, que tanto influyó en los postimpresionistas de los que hemos hablado antes. Uno de sus integrantes, Vincent Van Gogh, utilizó el azul de Prusia en su célebre cuadro La noche estrellada.
Para Javier de Juan, no todos los azules de Prusia son iguales. Él, consciente del valor de su obra, sólo utiliza uno fabricado en Holanda, la tierra de Van Gogh.
Pisando fuerte

Los estudios de los artistas son lugares mágicos donde el tiempo se detiene, gabinetes de curiosidades desbordados de piezas que se retrotraen a diferentes momentos del pasado y del presente.
En su estudio pude ver los primeros bocetos de la mítica revista Madriz, referente gráfico de la movida madrileña. En la portada, expuesta en la muestra, un caminante avanza enérgicamente bajo el texto “Pisando Fuerte”. Así ha avanzado Javier de Juan a lo largo de este tiempo.
Al contemplar la magnífica exposición en el Museo Nacional de Artes Decorativas, me imagino que su experiencia ante su obra debe ser tan abrumadora (y gratificante) como la de ver la vida pasar en un segundo.

Juan Carlos Gauli Pérez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.