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Imagen fija de la animación de RAD J131346.9+500320. Crédito: RAD@home Astronomy Collaboratory (India) |
Un equipo de astrónomos acaba de detectar el anillo de radio más lejano y potente jamás visto en el universo. Se trata de un “Círculo de radio extraño” (ORC) por sus siglas en inglés, un fenómeno tan reciente que fue identificado por primera vez hace apenas seis años. Desde entonces, solo se han confirmado unos pocos ejemplos, y cada uno de ellos es descomunal: entre 10 y 20 veces más grande que nuestra galaxia, la Vía Láctea.
Estos colosales círculos de emisión radial, invisibles para los ojos humanos y perceptibles solo en el espectro de radio, están formados por plasma magnetizado que viaja a velocidades relativistas. A pesar de su majestuosidad, su origen ha sido un enigma. Se ha planteado que podrían ser el resultado de ondas de choque provocadas por fusiones de agujeros negros supermasivos o de galaxias enteras.
Ahora, un nuevo estudio publicado en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society propone otra posibilidad fascinante: los ORCs podrían estar vinculados a potentes “supervientos” que surgen de galaxias espirales activas, impulsados por la energía de sus núcleos y de los agujeros negros que albergan.
El hallazgo fue liderado por investigadores de la Universidad de Mumbai, en colaboración con la plataforma de ciencia ciudadana RAD@home Astronomy Collaboratory y con la ayuda de LOFAR, el radiotelescopio más grande y sensible del mundo en frecuencias bajas (de 10 a 240 MHz).
El protagonista de esta historia es RAD J131346.9+500320, un objeto ubicado a un corrimiento al rojo de aproximadamente 0,94, lo que significa que su luz comenzó su viaje cuando el universo tenía solo la mitad de su edad actual. Es, hasta hoy, el ORC más lejano y poderoso que se ha registrado. Y lo más sorprendente: posee dos anillos que se cruzan, siendo apenas el segundo caso conocido con esta peculiar estructura.
El astrofísico Dr. Ananda Hota, fundador del programa RAD@home, celebró el descubrimiento con una frase que resume su espíritu colaborativo: “Este trabajo demuestra cómo los astrónomos profesionales y los científicos ciudadanos pueden juntos expandir los límites del conocimiento.”
No es un detalle menor que este sea el primer ORC descubierto gracias a la ciencia ciudadana y el primero identificado con la ayuda de LOFAR. Este radiotelescopio, distribuido por toda Europa, utiliza cientos de miles de antenas simples que, conectadas como un gigantesco interferómetro, permiten observar el cielo con una nitidez sin precedentes en frecuencias bajas, captando señales que viajan desde miles de millones de años atrás, cuando aún no existían las primeras galaxias.
Pero la historia no termina ahí. En el mismo estudio, el equipo del RAD@home también identificó dos gigantes cósmicos más que desafían las expectativas. Uno de ellos, RAD J122622.6+640622, es una galaxia que se extiende casi tres millones de años luz, unas 25 veces el diámetro de la Vía Láctea. Uno de sus chorros de energía se desvía bruscamente, como si algo lo hubiera empujado fuera de curso, formando un espectacular anillo de radio de unos 100.000 años luz de ancho.
El segundo, RAD J142004.0+621715, mide 1,4 millones de años luz y muestra un anillo similar en uno de sus extremos, acompañado por otro chorro delgado en el lado opuesto de la galaxia anfitriona. Ambos objetos se encuentran en cúmulos galácticos masivos, regiones del espacio donde miles de galaxias interactúan con gas extremadamente caliente, lo que sugiere que estas interacciones podrían estar moldeando sus asombrosas estructuras.
Los tres sistemas fueron hallados en cúmulos que pesan alrededor de 100 billones de masas solares, lo que apunta a un patrón: los chorros de plasma relativista que escapan de los agujeros negros centrales parecen chocar con el gas circundante, generando estos misteriosos anillos cósmicos.
Según el Dr. Pratik Dabhade, del Centro Nacional de Investigación Nuclear en Varsovia, “estos hallazgos confirman que los ORCs y los anillos de radio forman parte de una familia más amplia de estructuras exóticas de plasma, modeladas por los chorros, los vientos y el entorno de los agujeros negros.”
Además, destaca algo esencial: en plena era de la inteligencia artificial, fueron ojos humanos los que detectaron estos patrones en los datos, recordándonos que la intuición y la curiosidad siguen siendo herramientas insustituibles en la ciencia.
El futuro promete aún más descubrimientos. Con el Square Kilometre Array (SKA) en camino —un observatorio aún más potente— y con los nuevos proyectos ópticos como DESI y el Observatorio Vera C. Rubin, los astrónomos esperan no solo detectar más ORCs, sino también entender cómo y por qué se forman.
Por ahora, estos tres gigantescos anillos descubiertos por ciudadanos científicos representan algo más que simples estructuras cósmicas: son una prueba de que el universo todavía guarda secretos capaces de sorprender incluso a quienes dedican su vida a observarlo.