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| Los refrigerios son un poderoso motivador. Crédito: wvclarke/iNaturalist, CC BY-NC 4.0 |
Los abejorros vuelven a sorprendernos. Un nuevo experimento demostró que estas diminutas criaturas peludas pueden aprender a reconocer la duración de destellos de luz, algo así como una versión simplificada del código Morse, para encontrar una recompensa dulce. El hallazgo, publicado en Biology Letters, ofrece la primera evidencia de que los Bombus terrestris pueden tomar decisiones basadas únicamente en la duración de una señal visual.
En otras palabras, los abejorros son capaces de procesar información temporal, un rasgo que hasta hace poco se creía exclusivo de los vertebrados. Esta habilidad podría marcar la diferencia entre la vida y la muerte en su entorno natural, donde cada segundo cuenta para hallar alimento o evitar a un depredador.
“Queríamos descubrir si los abejorros podían aprender a distinguir distintas duraciones de luz, y fue fascinante ver cómo lo lograban”, explicó Alex Davidson, científico del comportamiento en la Queen Mary University of London.
Durante los últimos años, los investigadores han descubierto facetas asombrosas de la inteligencia de las abejas. Algunos estudios muestran que los abejorros practican una forma primitiva de agricultura, colaboran entre sí e incluso aprenden unos de otros a resolver acertijos, un comportamiento que antes se creía demasiado complejo para un cerebro tan pequeño. Además, ciertas especies han demostrado entender conceptos matemáticos básicos.
Reconocer la duración de un estímulo es una capacidad vital para muchas especies: influye en la búsqueda de alimento, el apareamiento y la evasión de depredadores. Para poner a prueba esta destreza en los abejorros, el equipo diseñó un experimento ingenioso. En un pequeño recinto, los insectos se enfrentaron a dos luces intermitentes: una con destellos largos y otra con destellos cortos.
En algunos ensayos, las luces brillaban durante 5 segundos frente a 1 segundo; en otros, los destellos duraban 2,5 segundos frente a 0,5 segundos. Una de esas duraciones estaba asociada con una recompensa azucarada, mientras que la otra conducía a una desagradable dosis de quinina, una sustancia amarga que los abejorros detestan. Para evitar sesgos, el equipo varió qué tipo de señal representaba el premio o el castigo en distintos grupos de insectos.
Primero, los abejorros debían aprender qué duración de luz los llevaba al azúcar y cuál al sabor amargo, repitiendo el recorrido hasta alcanzar 15 aciertos de 20 intentos. Luego, los científicos retiraron el azúcar para comprobar si los insectos habían aprendido la relación entre la duración del destello y la recompensa, y no simplemente el olor o la ubicación del alimento.
El resultado fue sorprendente: incluso sin azúcar, los abejorros eligieron con mayor frecuencia la duración correcta. Esto demuestra que podían distinguir entre luces cortas y largas, basándose solo en el tiempo.
Lo curioso es que los abejorros nunca se enfrentan a luces intermitentes en su hábitat natural. “Es asombroso que lograran superar esta prueba. El hecho de que pudieran medir la duración de un estímulo visual sugiere que poseen una capacidad de procesamiento temporal desarrollada para otros fines, como seguir el movimiento en el espacio o comunicarse”, comentó Davidson.
También es posible, añade, que esta habilidad esté profundamente arraigada en el sistema nervioso y forme parte de las propiedades básicas de las neuronas. Solo nuevas investigaciones podrán aclarar ese misterio.
Sea cual sea la explicación, este estudio nos recuerda que un cerebro del tamaño de una semilla de amapola puede ejecutar procesos cognitivos mucho más complejos de lo que imaginamos. La línea que separa las habilidades humanas de las de otros animales parece, una vez más, más delgada de lo que pensamos.
Fuentes, créditos y referencias:

