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La Internet cuántica acaba de dar un gran salto: los científicos invierten las reglas de la comunicación espacial |
Los satélites cuánticos han sido, hasta ahora, los mensajeros del espacio: envían partículas de luz hacia la Tierra para crear conexiones de comunicación prácticamente imposibles de hackear. Pero un equipo de científicos de la University of Technology Sydney (UTS) acaba de invertir las reglas del juego. Por primera vez, demostraron que también es posible enviar esas partículas desde la Tierra hacia el espacio.
Este avance, publicado en la revista Physical Review Research, redefine lo que creíamos posible en el campo de las comunicaciones cuánticas. Hasta hoy, la tecnología se limitaba a enlaces descendentes —los llamados downlinks—, utilizados principalmente en criptografía para generar claves secretas a partir de unos pocos fotones.
Todo comenzó con el satélite chino Micius, lanzado en 2016, que marcó el inicio de la comunicación cuántica espacial. Aquel proyecto permitió los primeros experimentos encriptados entre continentes. En 2025, el microsatélite Jinan-1 llevó esa hazaña aún más lejos, estableciendo un enlace cuántico de 12.900 kilómetros entre China y Sudáfrica, un récord mundial.
El profesor Alexander Solntsev lo explica de forma sencilla: “Los satélites actuales crean pares de fotones entrelazados en el espacio y envían cada mitad a distintos puntos de la Tierra. Es un proceso de comunicación ultra segura, pero limitado en dirección y alcance”.
El nuevo estudio va más allá: propone invertir ese flujo. En lugar de que el espacio envíe la luz hacia nosotros, la Tierra la dispara hacia el espacio. Hasta hace poco, esta idea se consideraba inviable por la pérdida de señal, la dispersión atmosférica y la interferencia de la luz ambiental. Sin embargo, el profesor Simon Devitt y su equipo demostraron que el enlace ascendente o “uplink” no solo es posible, sino sorprendentemente eficiente.
“El concepto consiste en disparar dos fotones individuales desde estaciones terrestres diferentes hacia un satélite a unos 500 kilómetros de altura, que viaja a más de 20.000 km/h. Si ambos fotones se encuentran en el punto exacto, se produce una interferencia cuántica perfecta”, explica Devitt.
Su modelo tuvo en cuenta los problemas reales: la luz de fondo terrestre, los reflejos lunares, los efectos atmosféricos y los pequeños errores de alineación de los sistemas ópticos. Aun así, los resultados fueron claros: el enlace cuántico ascendente es factible.
El hallazgo abre la puerta a redes cuánticas globales que podrían usar satélites de baja órbita, ligeros y económicos, para conectar distintos puntos del planeta con seguridad absoluta. A diferencia de los sistemas actuales, estos satélites no necesitarían equipos pesados para generar luz cuántica, solo receptores ópticos compactos para procesar los fotones entrantes.
“El internet cuántico del futuro no se parecerá a las aplicaciones criptográficas que conocemos”, señala Devitt. “Usará el mismo principio, pero requerirá una enorme cantidad de fotones, más ancho de banda y una sincronización extrema para conectar ordenadores cuánticos a escala planetaria”.
Si la predicción del equipo se cumple, dentro de unas décadas la entrelazación cuántica será tan común como la electricidad: invisible, silenciosa, pero esencial para que el mundo digital siga funcionando. Este experimento no solo prueba una teoría, sino que redefine la forma en que entendemos el flujo de información entre la Tierra y el cosmos.
Fuentes, créditos y referencias:

