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Algunas personas pueden recordar un rostro años después de un breve encuentro. Crédito: Google Whisk |
Algunas personas pueden recordar un rostro años después de haberlo visto una sola vez. Otras, en cambio, pasan por alto incluso a sus propios vecinos. ¿Qué hace tan especiales a esos individuos capaces de reconocer caras con precisión casi sobrenatural? Según una nueva investigación, la diferencia no está en el cerebro... sino en los ojos.
Un estudio publicado en Proceedings of the Royal Society B revela que los llamados super-reconocedores no solo tienen mejor memoria visual, sino que observan los rostros de una manera completamente distinta desde el primer instante. Su mirada captura información más útil para identificar personas, algo que los científicos lograron demostrar gracias a la inteligencia artificial.
Investigadores de la Universidad de Nueva Gales del Sur combinaron tecnología de seguimiento ocular con redes neuronales profundas entrenadas para el reconocimiento facial. Al reconstruir qué información exacta captaban los ojos de cada participante mientras aprendían nuevos rostros, la IA pudo medir el valor de esos datos para identificar a las personas.
El equipo, dirigido por el doctor James Dunn, analizó los movimientos oculares de 37 super-reconocedores y 68 observadores comunes. Los primeros superaron por más de 1,7 desviaciones estándar tres pruebas independientes de reconocimiento facial, lo que los colocó en una categoría de habilidad excepcional. Con equipos de alta precisión, los investigadores registraron dónde miraban y cuánto tiempo permanecían en cada punto, reconstruyendo así lo que sus retinas realmente percibían.
Luego, esa información se evaluó con nueve redes neuronales distintas, cada una entrenada con enormes bases de datos de rostros humanos. El objetivo era determinar si las estrategias visuales de los super-reconocedores eran realmente más efectivas para distinguir identidades. Los resultados fueron contundentes: las redes coincidieron en que las miradas de los super-reconocedores captaban información facial más valiosa que las de los demás.
No se trata de mirar más tiempo, sino de mirar mejor. Estas personas no escanean todo el rostro de forma aleatoria, sino que se enfocan de manera selectiva en las regiones con mayor valor diagnóstico, es decir, en los rasgos que realmente sirven para distinguir un rostro de otro. A diferencia de lo que se creía, no se concentran únicamente en los ojos o la nariz; su mirada se distribuye con inteligencia según cada cara.
En el experimento, los participantes observaron rostros a través de aperturas controladas por su propia mirada, que dejaban visible solo una parte del rostro, desde un 12% hasta el 100%. Primero los aprendían, y después debían reconocer si los habían visto antes. Las imágenes provenían de una base de datos diversa en edad, género y etnia, y mostraban dos fotos de cada persona: una neutra y otra sonriente. Así se aseguraba que la IA reconociera identidades, no simplemente coincidencias visuales.
La capacidad de reconocer rostros tiene una fuerte base genética y se distingue de otros tipos de inteligencia o memoria visual. No puede entrenarse fácilmente ni mejora con la práctica; es un rasgo cognitivo estable. Los investigadores creen que estas diferencias comienzan en las primeras etapas del procesamiento visual, justo cuando la luz llega a la retina.
Durante décadas, la ciencia se centró en cómo el cerebro procesa y almacena la información facial, pero estos hallazgos sugieren algo mucho más profundo: los super-reconocedores no solo piensan diferente, ven diferente. Desde el momento en que sus ojos se posan sobre un rostro, ya están un paso adelante del resto de nosotros.
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