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Seguramente muchos recuerdan aquella escena de la película Alguien voló sobre el nido del cuco, de Miloš Forman (1973), en la que un sobrado Randle McMurphy (Jack Nicholson) simulaba masturbarse en tono jocoso mientras un evaluador le pasaba unas láminas abstractas para que dijera qué le sugerían. Poco podía imaginar el psiquiatra suizo Hermann Rorschach en 1921 que su invento se convertiría en el instrumento de evaluación psicológica probablemente más famoso y polémico de la historia.
Un poco de historia
Aunque Rorschach lo planteó originalmente como una prueba de discriminación perceptiva para el diagnóstico diferencial de personas con esquizofrenia, pronto se ampliaron sus objetivos. Según los supuestos psicodinámicos (basados en que parte de nuestra actividad psicológica escapa a nuestro control y, sin embargo, ejerce una enorme influencia en nuestra psique), la interpretación de las manchas de tinta revelaba aspectos inconscientes de la personalidad.
La prueba original constaba de diez láminas simétricas, manchas negras ambiguas sobre fondo blanco, si bien luego se añadieron colores.
Por ejemplo, la segunda lámina, compuesta por una forma simétrica negra con zonas rojas en el centro, suele dar lugar a interpretaciones del tipo: “veo dos personas desnudas practicando sexo”. En este contexto, el terapeuta valora el dominio del contenido sexual en el pensamiento del paciente evaluado.
El impacto de la prueba en la cultura popular –en películas, series, libros…– ha desvirtuado en parte su naturaleza, uso e interpretación. Junto al diván, el test de Rorschach es uno de los símbolos más reconocibles del psicoanálisis.
Y como cabe imaginar, desde que fue creado han ido surgiendo diferentes formas de aplicación, codificación e interpretación. Las más usadas en la actualidad son el Sistema de Evaluación del Rendimiento Rorschach (R-PAS) y el Sistema Comprehensivo de Exner (CS).
Principales críticas desde la psicología científica
Es probable que el lector haya llegado hasta aquí para saber cuál es la situación actual de este instrumento dentro de la psicología, muy vinculada a la del propio psicoanálisis y a las de las demás escuelas psicodinámicas.
Lo cierto es que el test de Rorschach sigue siendo muy controvertido dentro de la psicología científica. Hay incluso quien pide encerrarlo para siempre en el baúl de la historia. Las principales críticas que ha recibido han sido las siguientes:
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Falta de fiabilidad. Se ha cuestionado la consistencia y estabilidad de las puntuaciones del test. Es decir, la posibilidad de que una misma persona obtenga valoraciones muy distintas en diferentes momentos sin que haya habido cambios reales.
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Falta de validez. Planean dudas sobre si realmente la prueba mide lo que pretende medir, como los rasgos de personalidad. Los críticos esgrimen cierta falta de evidencia sobre la relación entre las puntuaciones y otras variables externas que deberían estar teóricamente relacionadas.
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Susceptibilidad a sesgos del examinador. Esto es, la posibilidad de que las interpretaciones y puntuaciones asignadas a las respuestas varíen sustancialmente entre distintos evaluadores, según sus sesgos, expectativas y subjetividad.
Argumentos de defensa
Frente a estas posturas, otras voces encuentran cierta utilidad al test y lo defienden justificando que es difícil validarlo, al tratarse de una prueba semicualitativa. Es decir, no toda la información que da es numérica o cuantificable, como ocurre con otras evaluaciones.
El citado Sistema Comprehensivo de Exner, desarrollado en 1969, es quizás el mejor intento para dotar de rigor científico a la creación centenaria de Hermann Rorschach, ya que integra lo más relevante de los grandes sistemas previos. Sus principales logros fueron la estandarización de las normas para aplicar, codificar e interpretar el test y el desarrollo de indicadores cuantitativos más precisos, basados en amplias muestras de población.
Nuevos campos de aplicación
Fuera del contexto clínico, el test de Rorschach ha sido objeto de investigaciones recientes en el campo de la psicobiología de la personalidad que revelan su compleja interacción con diversas funciones cerebrales. Los expertos han encontrado que las diferentes respuestas a la prueba están relacionadas con determinados factores cerebrales y cognitivos.
Así, según diversos estudios, el test implica un proceso cognitivo complejo que involucra amplios circuitos cerebrales en ambos hemisferios, incluyendo atención, percepción, memoria, lenguaje y funciones ejecutivas.
Además, se ha observado que la interpretación de estímulos ambiguos, como los utilizados en la prueba, requiere una interacción entre memoria y percepción. Aquí desempeña un papel crucial el hemisferio derecho, especialmente en lo que respecta al procesamiento emocional y de habilidades sociales.
La activación prefrontal –sobre todo en el citado hemisferio derecho– es significativamente más alta durante la prueba en comparación con otras tareas de percepción visual. Esa zona del cerebro está estrechamente relacionada con un amplio rango de funciones cognitivas e implicada en aspectos de la personalidad, la psicopatología y el procesamiento emocional.
Por otra parte, los investigadores han encontrado que la amígdala, parte del cerebro asociada con las emociones, juega un papel importante en cómo las personas responden al test de Rorschach.
En cuanto a su relación con los modelos psicobiológicos de personalidad, hay evidencias de correlaciones entre las respuestas y ciertos rasgos de carácter y temperamento.
Por ejemplo, en el marco de trabajo del modelo de personalidad de cinco factores de Zuckerman se encontró que la tendencia a buscar sensaciones se vincula directamente con diferentes respuestas y contenidos del test de Rorschach.
Adicionalmente, características como la impulsividad, la irresponsabilidad y la agresión-hostilidad mostraron una relación inversa con variables de la misma prueba. Sin embargo, aún es necesaria más investigación para comprender mejor estas asociaciones.
Conclusiones
Pese a seguir usándose en el ámbito clínico, el test de Rorschach ha perdido presencia en ámbitos académicos, en paralelo al psicoanálisis y las orientaciones psicodinámicas.
De todos modos, aún puede considerarse una herramienta singular en el estudio de la personalidad. A diferencia de otras pruebas, pretende indagar en facetas que a menudo permanecen ocultas a la propia persona y le causan problemas psicológicos. Interpretando las manchas ambiguas, los individuos revelan supuestamente –según los planteamientos psicodinámicos– aspectos inconscientes de su personalidad. Es, por así decirlo, una forma de escuchar lo que no dicen directamente a través de sus respuestas.
Una de las virtudes de la prueba es, por tanto, que ofrece una mirada cualitativa y global de la persona que puede complementar los resultados obtenidos a través de test psicométricos, normalmente más centrados en aspectos cuantitativos del carácter.
Finalmente, el test de Rorschach no solo sería útil en la terapia clínica, sino también en contextos de investigación de la psicobiología de la personalidad, dada la complejidad cognitiva que exige la interpretación de sus láminas.
Jorge Marredo Rosa no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.