Micoterapia: ¿puede un hongo ser la clave para curar el cáncer?

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Desde tiempos inmemoriales, los hongos han acompañado a la humanidad. Más allá de su valor nutricional y de su importancia en la descomposición de la materia orgánica, estos organismos son una fuente inagotable de compuestos con potencial terapéutico.

Un claro ejemplo de ello es la penicilina, un antibiótico derivado del hongo Penicillium notatum que revolucionó el tratamiento de las infecciones bacterianas en el siglo XX.

Desde entonces, los avances en el uso medicinal de los hongos han sido constantes, llegando en la actualidad a estudiar su aplicación en el tratamiento del cáncer.

Uso de los metabolitos en medicina

Estas propiedades terapéuticas tienen su origen en los metabolitos fúngicos, unos compuestos esenciales para el crecimiento y reproducción de los hongos que les otorgan ventajas adaptativas como la defensa contra depredadores o la competencia con otras especies. Muchos de ellos, y ahí viene lo más interesante, tienen aplicaciones terapéuticas como es el caso de algunos antibióticos, como las penicilinas (Penicillium notatum) y las cefalosporinas (Acremonium spp).

Otros ejemplos son la ciclosporina A, extraída del Tolypocladium inflatum, la cual se utiliza ampliamente para prevenir el rechazo en los trasplantes de órganos debido a su efecto inmunosupresor. Asimismo, las conocidas estatinas, que ayudan a controlar el colesterol, también derivan de metabolitos fúngicos. La lovastatina, obtenida de Aspergillus terreus, fue la primera estatina utilizada y sirvió como base para el desarrollo de otros medicamentos como la atorvastatina y la simvastatina.

Es importante tener presente que hasta el momento solo se ha explorado el 10 % del reino de los hongos, lo que significa que la investigación sobre sus principios activos todavía es incipiente. Un porcentaje que convierte los hallazgos actuales en tan solo un punto de partida hacia lo que parece una amplísimo abanico de usos terapéuticos.

Hongos con potencial antitumoral

Entre la numerosas líneas de investigación, una de las más recientes se ocupa de sus propiedades anticancerígenas. En este sentido, ciertos estudios in vitro han demostrado la posibilidad de que varios hongos tengan la capacidad de frenar el desarrollo de determinados tumores. Por ejemplo, las ofiobolinas (extraídas de Cochliobolus miyabeanus) parecen ralentizar el crecimiento de las células tumorales, y las citocalasinas (de Phomopsis liquidambar) podrían ayudar a reducir las metástasis.

Otros dos ejemplos los tenemos, por un lado, en los metabolitos de Endocarpon pusillum y Antrodia cinnamomea, que sensibilizan a las células haciendo que la quimioterapia sea más efectiva. Y por otro, la meleagrina (de Penicillium chrysogenum) reduce el crecimiento tumoral en diversos tipos de cáncer de mama, incluso en aquellos resistentes a los tratamientos habituales.

Además, actualmente existen varios ensayos clínicos que están evaluando la eficacia de metabolitos fúngicos en pacientes oncológicos. Una de las especies más estudiadas es Ganoderma lucidum, ya que sus metabolitos (triterpenoides y polisacáridos) pueden modular el sistema inmunitario y favorecer la muerte de células tumorales.

Ganoderma es un hongo con un largo pasado en Asia Oriental como hongo medicinal que se remonta a escritos del 206 a.c., cuando se consideraba un tónico para prolongar la vida, prevenir el envejecimiento y estimular el qi (en la medicina tradicional china, energía vital o fuerza de vida que mantiene el equilibrio de la salud espiritual, emocional, mental y física de una persona).

Desde entonces, ha sido objeto de numerosas investigaciones, y actualmente se está estudiando su uso en el cáncer de mama, próstata y pulmón, y los resultados apuntan a que sus metabolitos podrían mejorar la respuesta inmunitaria en pacientes oncológicos.

Otro hongo muy utilizado en la medicina tradicional china, Lentinula edodes, aumenta la eficacia de la quimioterapia y la radioterapia en distintos tipos de cáncer. También resulta muy prometedor Inonotus obliquus, que ha mostrado efectos antioxidantes y antiproliferativos en el cáncer de mama y en el carcinoma hepatocelular.

Además, compuestos como la cordicepina (de Cordyceps sinensis) y la ganoderica (de Ganoderma lucidum) parecen ralentizar el crecimiento tumoral en el cáncer de colon.

Aplicación conjunta con tratamientos tradicionales

Además de los estudios mencionados, los cuales se centran en las propiedades de los metabolitos fúngicos per se, también se están realizando ensayos clínicos para ver cómo funcionan cuando se combinan con tratamientos oncológicos, con el objetivo de aumentar su efectividad y disminuir los efectos secundarios.

En este sentido, ya se está demostrando que la combinación de estos compuestos con quimioterapia o radioterapia es una estrategia que promete resultados muy positivos.Ejemplos de ello son la lovastatina de Aspergillus terreus, aplicada al cáncer de mama, o el micofenolato mofetil de Penicillium spp en el linfoma y la leucemia.

Estos hongos representan una valiosa fuente de compuestos para el desarrollo de nuevos fármacos anticancerígenos.

Resultados positivos, avances prometedores

A la luz de la abundante literatura científica relacionada con el potencial antitumoral de los hongos, es posible esperar un futuro prometedor. Además, a medida que la investigación progresa, se están identificando nuevos compuestos con propiedades anticancerígenas y mejorando las técnicas de extracción y purificación para su uso en medicina.

En esta línea de desarrollo, la biotecnología juega un papel clave, ya que permite la producción a gran escala de metabolitos fúngicos y la modificación genética de hongos para optimizar su actividad terapéutica.

Ahora bien, aunque los hallazgos obtenidos han sido determinantes en el uso de los metabolitos fúngicos en el tratamiento del cáncer, lo cierto es que aún quedan numerosos e importantes desafíos por superar, por lo que es crucial seguir investigando para comprender mejor los mecanismos de acción de estos compuestos y garantizar su seguridad en humanos.

Con un enfoque multidisciplinar que combine micología, oncología y biotecnología, los hongos podrían convertirse en una herramienta clave contra el cáncer.

The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.


Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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