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Estas hormigas son dos especies diferentes, M. ibericus y M. structor, pero comparten madre. (Juvé et al., Nature, 2025) |
En el mundo de las hormigas, siempre parece haber espacio para lo inesperado, pero lo que ocurre con la hormiga cosechadora ibérica (Messor ibericus) rompe cualquier regla conocida de la biología. Sus reinas no solo producen descendencia masculina, sino que esos machos pertenecen a otra especie completamente distinta. Este fenómeno convierte a M. ibericus en un auténtico parásito sexual que se aprovecha del esperma de machos de Messor structor para dar origen a una legión de obreras híbridas, fuertes y eficientes, que se encargan de mantener la colonia en pie.
Un estudio publicado en Nature el 3 de septiembre reveló un giro aún más sorprendente: cuando no hay colonias cercanas de M. structor, las reinas de M. ibericus pueden “fabricar” clones de machos M. structor poniendo huevos con únicamente su ADN nuclear. Así, no dependen totalmente de encontrar a los machos originales, sino que se aseguran su propia reserva genética para perpetuar la colonia. “Es una historia fantástica y extraña, que muestra hasta dónde la evolución puede dar lugar a sistemas que parecen imposibles”, señala Jacobus Boomsma, biólogo evolutivo de la Universidad de Copenhague.
El caso más desconcertante se documentó en Sicilia, donde los investigadores liderados por Jonathan Romiguier, del Instituto de Ciencias de la Evolución de Montpellier, encontraron colonias de M. ibericus sin rastro alguno de M. structor. Al analizar su composición, descubrieron algo insólito: dentro coexistían individuos de ambas especies. La clave estaba en que las reinas ibéricas habían clonado a los M. structor para mantener el ciclo. Luego se apareaban con esos clones, asegurando así la producción de obreras híbridas encargadas de construir nidos, recolectar alimento y sostener el ecosistema interno de la colonia. En la práctica, M. ibericus ha “domesticado” a M. structor y a su genoma.
El detalle que hace todo aún más impresionante es que ambas especies se separaron evolutivamente hace más de cinco millones de años, un tiempo comparable a la divergencia entre humanos y chimpancés. Ver cómo una especie puede producir otra tan distante es, en palabras de Romiguier, simplemente asombroso.
Pero esta relación no está exenta de paradojas. Cuando los investigadores colocaron a los clones de M. structor dentro de una colonia natural de la misma especie, los machos clonados fueron eliminados de inmediato. Aunque eran genéticamente casi idénticos, sus feromonas los delataban como intrusos. Además, aunque los clones tenían ADN nuclear de M. structor, en sus mitocondrias conservaban huellas de M. ibericus, lo que los hacía biológicamente distintos en otro nivel.
Romiguier compara esta peculiar simbiosis con un evento mucho más antiguo: la integración de las mitocondrias en las células eucariotas hace más de mil millones de años, cuando un organismo primitivo engulló a una bacteria y esa unión dio origen a plantas, animales y hongos. Sin embargo, no todos son tan optimistas. Boomsma cree que este parasitismo sexual no alcanzará jamás el mismo éxito evolutivo que aquel momento clave en la historia de la vida.
Para Claudie Doums, ecóloga evolutiva de la Escuela Práctica de Altos Estudios en París, lo que sí queda claro es que las hormigas nunca dejan de desafiar lo establecido: “Son increíbles y nos obligan a mantener la mente abierta frente a sistemas de apareamiento tan poco ortodoxos”.