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Cráter Jezero en Marte, donde se han encontrado intrigantes «biofirmas». Crédito: Imperial College London. |
El rover Perseverance de la NASA está reescribiendo lo que sabemos sobre Marte. Durante su exploración en el cráter Jezero, el vehículo no solo ha encontrado rocas ígneas y sedimentarias que revelan procesos geológicos tempranos, sino que además ha tropezado con algo que podría cambiar la forma en que entendemos la habitabilidad del planeta rojo. Al internarse en Neretva Vallis, en el borde occidental del cráter, el rover se topó con formaciones de lutitas y conglomerados pertenecientes a la llamada formación Bright Angel, un lugar que está revelando pistas inesperadas sobre la química marciana.
Los científicos describen en Nature que estas rocas mostraron señales químicas distintas a todo lo observado antes. El doctor Michael Tice, geobiólogo y astrobiólogo de la Universidad Texas A&M, lo resume con claridad: la química que vieron se parece demasiado a la que los organismos terrestres usan para obtener energía. De hecho, algunas estructuras son fáciles de explicar si pensamos en vida temprana en Marte, pero muy complicadas de justificar solo con procesos geológicos. Lo intrigante es que los análisis no muestran evidencia de altas temperaturas, lo que deja sobre la mesa una hipótesis audaz: ¿y si la vida microbiana tuvo algo que ver?
Bright Angel está compuesta por rocas sedimentarias depositadas por agua, con lutitas y capas que delatan antiguos ríos y lagos. Usando instrumentos como SHERLOC y PIXL, el rover identificó moléculas orgánicas y minerales formados por reacciones de óxido-reducción, procesos químicos que en la Tierra suelen estar impulsados por microbios. Entre los hallazgos más llamativos están pequeños nódulos y “frentes de reacción”, apodados poppy seeds y leopard spots, ricos en minerales como vivianita y greigita. Ambos suelen aparecer en ambientes fríos, ricos en agua, y estrechamente ligados a metabolismos microbianos.
El detalle que más entusiasma al equipo es la coincidencia de materia orgánica con estos minerales sensibles a la química del hierro y el azufre. En la Tierra, estructuras similares surgen cuando microbios consumen materia orgánica y respiran óxido y sulfato. Aunque “orgánico” no significa necesariamente “vivo”, el patrón observado invita a pensar que algo más que simples procesos químicos podría estar en juego.
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El recorrido de Perseverance por Neretva Vallis y vistas de la formación Bright Angel. Crédito: Nature (2025). DOI: 10.1038/s41586-025-09413-0 |
Los investigadores plantean dos escenarios: uno en el que las reacciones se dieron por pura geología, y otro en el que microbios primitivos intervinieron, tal como ocurre en la Tierra. Pero aquí aparece el gran dilema: las reacciones de azufre suelen requerir temperaturas elevadas, y todo indica que estas rocas nunca se calentaron lo suficiente. Si esto se confirma, la explicación más lógica podría ser la biológica: bacterias marcianas viviendo en el barro de un lago hace más de 3.000 millones de años.
Aun así, nadie habla de prueba definitiva de vida. Los datos cumplen con los criterios de NASA para considerarse posibles biofirmas, señales que ameritan un estudio mucho más profundo. Perseverance ya tomó una muestra, llamada Sapphire Canyon, que espera ser traída a la Tierra en una futura misión. Solo aquí podremos aplicar las técnicas más avanzadas: medir isótopos, examinar la mineralogía a escala microscópica e incluso buscar fósiles diminutos.
El hallazgo no solo acerca a Marte a nuestra historia biológica, sino que también resalta un hecho fascinante: en la misma época, tanto en la Tierra como en Marte, la química del hierro, el azufre y la materia orgánica parecía estar jugando un papel clave. La diferencia es que en nuestro planeta, el calor y la tectónica borraron esas huellas. En Marte, en cambio, la historia quedó congelada, esperando ser leída.
¿Podríamos estar ante las primeras huellas de vida fuera de la Tierra? Aún no hay respuesta definitiva, pero cada roca que Perseverance analiza en Bright Angel acerca un poco más la posibilidad de que no estemos solos en el universo.