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Hace solo unos meses, los conservadores canadienses lideraban las encuestas, aprovechando la ola de ideas y retórica radicales de derecha que arrasaba en todo el mundo. Pero con la victoria electoral del Partido Liberal de Mark Carney, Canadá se erige ahora como un baluarte progresista en un Occidente fracturado.
Estas elecciones no solo pueden determinar la trayectoria interna de Canadá, sino que también tienen importantes implicaciones para sus alianzas internacionales en un contexto de creciente incertidumbre geopolítica.
Mientras algunos países europeos y Estados Unidos se encaminan hacia el aislacionismo, el autoritarismo y el giro hacia Oriente, llegando incluso a coquetear con Rusia, el liderazgo liberal de Canadá refuerza su posición como aliado clave de la Unión Europea. La actitud centrista y proeuropea de Carney proporciona estabilidad y tranquilidad a los europeos.
Desde la defensa hasta el comercio y el clima, Canadá y la UE comparten profundos lazos económicos y estratégicos. Con un Gobierno liberal, estas conexiones se reforzarán, ofreciendo a ambas partes lo que más necesitan: un socio fiable y afín en un momento de incertidumbre transatlántica.
¿Qué significa concretamente la victoria de Carney para las relaciones entre Canadá y la UE?
El comercio como referente estratégico
La elección de Carney ofrece un nuevo impulso a la colaboración entre Canadá y la UE. Su «liberalismo azul» acerca ideológicamente a Canadá al liderazgo actual de Europa. Esta afinidad tiene dos referentes en la Francia centrista de Emmanuel Macron y en la coalición liderada por la Unión Demócrata Cristiana en Alemania. La conexión en las ideas y valores proporciona un terreno fértil para la cooperación pragmática.
El comercio sigue siendo la base de las relaciones entre Canadá y la UE, y ambas partes deben aspirar a consolidarlo. El núcleo de esta asociación es el Acuerdo Económico y Comercial Global (CETA), que ha aumentado las transacciones entre la UE y Canadá en un 65 % desde 2017.
El presidente del Consejo Europeo, António Costa, ha calificado el pacto como un éxito que demuestra que «los acuerdos comerciales son claramente mejores que los aranceles comerciales».
Mientras EE.UU. avanza hacia el nacionalismo económico, el CETA se ha convertido en algo más que un acuerdo comercial. Supone un referente estratégico para el orden liberal mundial. Es probable que una de las primeras prioridades del nuevo Gobierno liberal sea consolidar y reforzar el CETA.
De este modo, Canadá podrá posicionarse como un socio ambicioso, dispuesto a aprovechar las nuevas oportunidades que se presenten a medida que los países europeos traten de reducir su dependencia del mercado estadounidense.
Clima y energía: una agenda equilibrada
El clima y la energía también ofrecen nuevas oportunidades de cooperación. Tanto Canadá como la UE están navegando entre las tensiones que supone perseguir ambiciosos objetivos de descarbonización y gestionar las presiones económicas e inflacionistas. Tras eliminar el impuesto sobre el carbón en Canadá en su primer día en el cargo, Carney ya ha insinuado una postura medioambiental más pragmática.
Aunque se ha comprometido a mantener las principales políticas climáticas, incluido el límite de emisiones de petróleo y gas, el Gobierno de Carney podría recalibrar el enfoque energético de Canadá. Esto reflejaría sintonía con los cambios en las políticas climáticas de algunos aliados europeos.
Este consenso transatlántico en evolución, que no se centra tanto en abandonar los objetivos climáticos como en hacerlos económicamente viables, allana el camino para una cooperación más estrecha basada en un objetivo común: reforzar la competitividad económica sin perder credibilidad medioambiental. Y tanto Carney como la UE consideran que la inversión en nuevas tecnologías es el camino a seguir.
A medida que Europa acelera su agenda ecológica y aplica nuevas normas de sostenibilidad, solo los países con estrictas normas medioambientales pueden considerarse socios a largo plazo. Canadá, siempre que mantenga el rumbo en materia de políticas climáticas, está bien posicionado para ser un socio clave en la transición ecológica de Europa.
Cooperación transatlántica en materia de defensa
Más allá del comercio y la energía, se espera que la cooperación en materia de defensa entre Canadá y la UE se intensifique. Una prioridad clave para el nuevo Gobierno liberal es alcanzar finalmente el objetivo de la OTAN de destinar el 2 % del producto interior bruto a defensa, un compromiso a largo plazo que han eludido los gobiernos anteriores.
Esta señal de rearme refleja no solo la alineación con las expectativas de la OTAN, sino también una comprensión más amplia de que las democracias liberales deben estar preparadas para defenderse. En ningún lugar es esto más urgente que en Ucrania, el epicentro de la tormenta geopolítica europea.
Canadá ha sido uno de los aliados más fiables de Ucrania desde el inicio de la invasión a gran escala de Rusia, alineándose con los países europeos con mayor compromiso: Francia, Polonia, los países bálticos y, cada vez más, Alemania.
Pero a medida que las amenazas evolucionan, el campo de batalla también se extiende más allá de las líneas del frente de Ucrania. Los ataques híbridos (cibernéticos, campañas de desinformación e interferencia extranjera en los procesos democráticos) ahora llegan a todas las costas. La Evaluación Nacional de Amenazas Cibernéticas 2025-2026 de Canadá identifica las operaciones patrocinadas por estados, en particular Rusia y China, como uno de los peligros más graves para la estabilidad democrática.
Al reforzar su colaboración en materia de defensa, Ottawa espera conseguir un puesto en la lucha contra las autocracias. La cuestión ya no consiste en participar, sino en cómo liderar. Un liderazgo adaptado a esta era de amenazas múltiples y complejas procedentes de rivales como Rusia y China, y ahora también de Estados Unidos, un aliado histórico de Canadá.
Bajo el liderazgo de Carney, es probable que Canadá siga un liberalismo pragmático y comprometido a nivel mundial, alineado definitivamente con Europa. Dado que tanto Canadá como la UE buscan aliados fiables para capear el temporal, esta renovada alianza occidental podría consolidar el eje Ottawa-Bruselas. Un anclaje afianzado en valores democráticos compartidos y en un liderazgo pragmático.

Katerina Sviderska recibe financiación del Fonds de Recherche du Québec y de la Gates Cambridge Foundation
Leandre Benoit recibe financiación del Social Sciences and Humanities Research Council de Canadá
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.