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Aunque forma parte de la placa tectónica de América del Norte, que la arrastra hacia el noroeste a un ritmo de unos 23 milímetros por año, la historia no termina ahí. Nuevos análisis de datos satelitales muestran que ese desplazamiento no se debe solo al movimiento de placas, sino también a deformaciones mucho más complejas que ocurren bajo la superficie.
“Lo que vemos es un patrón retorcido, lleno de presión y tensión”, explica Danjal Longfors Berg, investigador posdoctoral en geodesia y observación terrestre de la Universidad Técnica de Dinamarca. Según advierte, incluso los mapas actuales de Groenlandia podrían volverse inexactos si no se actualizan con frecuencia.
Para llegar a estas conclusiones, Berg y su equipo examinaron información obtenida de 58 estaciones satelitales GNSS distribuidas por Groenlandia, junto con casi 2,900 estaciones adicionales en la placa norteamericana. Al eliminar el efecto del desplazamiento tectónico, los investigadores pudieron detectar deformaciones en el lecho rocoso —áreas donde la corteza terrestre se estira o se arruga— que no coincidían con los modelos anteriores.
A diferencia de la mayoría de los continentes, donde los movimientos del terreno se explican casi por completo por la tectónica, Groenlandia obedece a una lógica más glacial que geológica. La razón es su gigantesca capa de hielo y su pasado turbulento durante las edades de hielo, como detalla el estudio publicado en Journal of Geophysical Research: Solid Earth.
El peso de una capa de hielo es tan colosal que deforma la corteza terrestre, hundiéndola en el manto —esa capa viscosa que yace bajo la superficie. El material desplazado por el hundimiento es empujado hacia los lados, formando una especie de abultamiento periférico conocido como “forebulge”.
El problema es que, cuando el hielo desaparece, el manto no recupera su forma de inmediato. Su consistencia espesa hace que el proceso de reajuste dure miles de años. En palabras de Berg, “el manto tiene una memoria muy larga”.
Esa “memoria” todavía se manifiesta en Groenlandia. La región continúa ajustándose a los cambios ocurridos desde la última Edad de Hielo, hace unos 20,000 años. Los datos indican que la isla aún responde al retroceso de la capa de hielo Laurentide, que cubrió gran parte de América del Norte hasta hace unos 8,000 años.
Aquella gigantesca masa de hielo creó un forebulge bajo partes de Groenlandia, que ahora está lentamente colapsando. El resultado: el sur de la isla se hunde y se inclina hacia Canadá. Aunque los científicos ya conocían este fenómeno, los nuevos datos revelan que la velocidad de deformación es mayor de lo que sugerían los modelos anteriores.
Pero no todo se debe a glaciares antiguos. La propia capa de hielo de Groenlandia también está influyendo en los movimientos actuales. Su derretimiento ha contribuido con unos 4.1 metros del aumento global del nivel del mar (de un total de 130 metros) en los últimos 20,000 años. Esa pérdida masiva de hielo ha desencadenado nuevas reacciones en el manto, distintas a las provocadas por la Laurentide, provocando que la isla se retuerza lentamente mientras la Tierra intenta equilibrarse.
En resumen: Groenlandia es un laboratorio natural de geofísica en movimiento, donde el pasado glaciar y las fuerzas tectónicas siguen librando una batalla silenciosa bajo nuestros pies.
Fuentes, créditos y referencias:
Berg, D. L., Adhikari, S., Hassan, J., Steffen, R., Steffen, H.,
Willis, M., & Khan, S. A. (2025). Estimation and Attribution of
Horizontal Land Motion Measured by the Greenland GNSS Network. Journal
of Geophysical Research: Solid Earth, 130(9).
doi.org/10.1029/2024jb030847

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