Estos microbios de 40 000 años de antigüedad acaban de despertar... y el planeta podría lamentarlo.

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Los investigadores reactivaron microbios del permafrost que datan de la última glaciación. (Crédito de la imagen: Tristan Caro)

Los investigadores reactivaron microbios del permafrost que datan de la última glaciación. (Crédito de la imagen: Tristan Caro)

En los rincones más fríos del planeta, donde el suelo permanece congelado desde hace milenios, un grupo de científicos decidió adentrarse en lo que podría describirse como el sótano del tiempo. No se trata de una película de John Carpenter ni de un laboratorio ficticio, sino del túnel de permafrost en el centro de Alaska, una instalación que se sumerge 350 pies bajo tierra y donde los huesos de mamuts y bisontes emergen de las paredes como recuerdos de una era perdida. Allí, Tristan Caro y su equipo, de la Universidad de Colorado Boulder, buscaron algo que podría cambiar el rumbo del clima: microbios congelados durante 40.000 años.

Lo primero que notaron fue el olor. “Huele como un sótano húmedo que ha estado cerrado demasiado tiempo”, describió Caro, ahora investigador postdoctoral en el Instituto de Tecnología de California. Pero para un microbiólogo, ese hedor no es una advertencia, sino una promesa. Los olores interesantes suelen venir de la vida microscópica.

El equipo recolectó muestras cuidadosamente de las paredes congeladas y las llevó al laboratorio. Allí, añadieron agua pesadadeuterio— para seguir el rastro de cómo los microbios la utilizaban, y elevaron la temperatura hasta unos agradables 12 °C, algo así como un verano suave en Alaska. Querían simular cómo reaccionarían esos organismos si el calentamiento global siguiera derritiendo el permafrost a mayor profundidad.

Al principio, no ocurrió gran cosa. Las colonias crecían con una lentitud desesperante, reemplazando apenas una célula entre cien mil por día. Pero, como en toda historia de terror que se respete, el verdadero movimiento empezó más tarde. Seis meses después, los microbios despertaron del todo, reorganizándose y formando biofilms visibles a simple vista. Eran antiguos, sí, pero estaban tan vivos como cualquier microorganismo moderno.

El túnel de investigación del permafrost en Alaska es operado y mantenido por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos. (Crédito de la imagen: Tristan Caro)

El túnel de investigación del permafrost en Alaska es operado y mantenido por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos. (Crédito de la imagen: Tristan Caro)

Esa es la parte inquietante. Si el Ártico continúa calentándose —ya lo hace cuatro veces más rápido que el resto del planeta—, los veranos cada vez más largos y cálidos permitirán que esas profundidades congeladas se descongelen por completo. Y cuando lo hagan, esos microbios podrían liberar dióxido de carbono y metano, gases que agravarían aún más la crisis climática.

Caro lo resume con una claridad que asusta: “Un solo día caluroso no importa tanto. Lo que realmente cuenta es que las estaciones cálidas se extienden, que el calor llegue antes y se vaya más tarde”. Y pensar que lo descubierto en ese túnel es apenas una muestra minúscula de todo el permafrost que cubre Alaska, Siberia y otras regiones heladas del norte.

Si alguna vez hubo un monstruo oculto bajo el hielo, tal vez no tenga forma cambiante ni tentáculos, sino tamaño microscópico. Y, en cierto modo, podría ser mucho más peligroso.

Fuentes, créditos y referencias:

T.A. Caro et al. 2025. Microbial Resuscitation and Growth Rates in Deep Permafrost: Lipid Stable Isotope Probing Results from the Permafrost Research Tunnel in Fox, Alaska. JGR Biogeosciences 130 (9): e2025JG008759; doi: 10.1029/2025JG008759

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