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Un fósil casi completo de un rinoceronte desconocido hasta ahora ha sorprendido a la comunidad científica tras ser hallado en el Ártico canadiense. Este antiguo gigante, bautizado con el encantador nombre de Epiaceratherium itjilik, representa la especie de rinoceronte más septentrional descubierta hasta la fecha. Habitó lo que hoy es la Isla Devon, en Nunavut, hace unos 23 millones de años, cuando esa región no era una tundra helada, sino un bosque templado lleno de vida.
El nombre de la especie, “itjilik”, proviene del idioma inuktitut y significa “helado” o “cubierto de escarcha”, un guiño a las frías condiciones bajo las cuales se conservaron sus restos. Aunque su hogar actual es una tierra de hielo y viento, en el Mioceno temprano el paisaje era completamente distinto: árboles, vegetación densa y un clima suave daban cobijo a especies que hoy parecen imposibles de imaginar en el Ártico.
“En la actualidad solo existen cinco especies de rinocerontes distribuidas entre África y Asia, pero en el pasado llegaron a habitar Europa y América del Norte. Conocemos más de 50 especies gracias a los fósiles”, explicó la doctora Danielle Fraser, autora principal del estudio que presenta el hallazgo. “La incorporación de esta especie ártica al árbol genealógico de los rinocerontes ofrece una nueva perspectiva sobre su historia evolutiva.”
Según los huesos hallados, el llamado “rinoceronte ártico” habría sido relativamente pequeño y esbelto, similar al rinoceronte indio actual, con una altura aproximada de 1.7 metros. Pero, a diferencia de sus descendientes modernos, E. itjilik no tenía cuerno. El desgaste en sus dientes sugiere que murió siendo un adulto joven o de mediana edad, posiblemente tras vivir en un entorno donde la competencia y los cambios climáticos eran constantes.
El primer descubrimiento de este fósil se remonta a 1986, cuando se hallaron dientes, mandíbula y parte del cráneo. A lo largo de los años se fueron recuperando más fragmentos, hasta lograr reunir un ejemplar excepcionalmente completo. “Lo asombroso del rinoceronte ártico es el excelente estado de conservación de los huesos”, señaló Marisa Gilbert, coautora del estudio. “Están tridimensionalmente preservados y solo han sido reemplazados parcialmente por minerales. Se recuperó cerca del 75% del esqueleto, algo extraordinario para un fósil de esta antigüedad.”
El análisis detallado del hallazgo permitió rastrear cómo los antiguos rinocerontes se dispersaron entre América del Norte y Europa hace millones de años. Comparando al nuevo espécimen con otros taxones de rinocerótidos, la investigación sugiere que Epiaceratherium itjilik cruzó desde Europa hacia América utilizando el desaparecido Puente Terrestre del Atlántico Norte, una conexión de tierra que unía ambos continentes y que hasta ahora se creía inactiva desde hace unos 56 millones de años.
El hallazgo cambia esa línea temporal: indica que los intercambios biológicos entre Europa y América pudieron continuar mucho más tarde, quizá incluso hasta el Mioceno. Esto implica que el Ártico desempeñó un papel mucho más importante en la evolución y dispersión de los mamíferos de lo que se había pensado.
“Describir una nueva especie siempre es emocionante”, comentó Fraser. “Pero identificar a Epiaceratherium itjilik es mucho más que eso: demuestra que el Atlántico Norte fue clave en la evolución de los rinocerontes y que el Ártico sigue revelando secretos que reescriben la historia de la vida en la Tierra.”
Este descubrimiento no solo amplía nuestro entendimiento de los antiguos ecosistemas árticos, sino que también recuerda que, incluso en los lugares más extremos, la historia natural guarda capítulos que todavía esperan ser contados.
Fuentes, créditos y referencias:

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