Vea También
![]() |
Las hormigas modifican sus redes de nidos para prevenir epidemias, según un estudio. Crédito: Mikhail Vasilyev en Unsplash. |
Tras la pandemia de COVID-19, aprendimos a mantener distancia, evitar aglomeraciones y limitar los viajes para frenar los contagios. Pero resulta que no fuimos los primeros en aplicar medidas de distanciamiento social: las hormigas ya lo hacían mucho antes que nosotros.
Una nueva investigación publicada en la revista Science revela que las hormigas negras de jardín (Lasius niger) modifican la arquitectura de sus nidos para reducir la propagación de enfermedades. En otras palabras, construyen una versión natural del distanciamiento social, incrustada en los muros de su hogar subterráneo.
El estudio, liderado por Luke Leckie de la Universidad de Bristol, demuestra que estas hormigas ajustan su comportamiento de excavación según la temperatura o el tipo de suelo. Sin embargo, esta es la primera vez que se observa que un animal no humano cambia la estructura física de su entorno con el propósito de limitar la transmisión de patógenos.
En comunidades animales altamente sociales, como las de las hormigas, el contacto constante favorece la propagación de infecciones. Dado que sus nidos son complejos —con cámaras especializadas para alimento, cría y desechos—, los investigadores sospechaban que esta red subterránea podría ayudar a aislar fuentes potenciales de infección.
![]() |
Una microtomografía computarizada de una colonia de hormigas. Crédito: Universidad de Bristol. |
Para comprobarlo, el equipo utilizó tecnología de escaneo 3D mediante microtomografía computarizada (micro-CT) para observar a dos grupos de 180 hormigas construyendo sus nidos en contenedores con tierra. Después de 24 horas, añadieron 20 hormigas más a cada grupo, pero solo una de las colonias fue expuesta a esporas del hongo Metarhizium brunneum. Durante seis días, los científicos escanearon periódicamente los nidos para obtener un mapa tridimensional de cada túnel, entrada y cámara.
Los modelos 3D revelaron que las hormigas expuestas al patógeno realizaron modificaciones notables en el diseño: ampliaron la distancia promedio entre entradas en unos 6 milímetros, reduciendo así los puntos de aglomeración en la superficie. Además, construyeron cámaras más alejadas del centro y con recorridos más largos y sinuosos. Incluso excavaron túneles alternativos, probablemente para crear rutas de tránsito separadas y minimizar el contacto directo.
Los investigadores también observaron un aumento en la actividad de las trabajadoras infectadas en la superficie, un comportamiento que podría interpretarse como una forma de autoaislamiento. En otras palabras, las hormigas parecen practicar una versión natural del “quédate en casa” biológico.
Mediante simulaciones basadas en los modelos 3D, el equipo comprobó que el rediseño de los nidos redujo efectivamente el riesgo de transmisión dentro de la colonia. Y cuando incorporaron el factor del autoaislamiento individual en las simulaciones, el efecto protector fue aún mayor en las colonias expuestas que en las de control.
“Una de las conclusiones más sorprendentes fue descubrir que el comportamiento de autoaislamiento potencia significativamente la reducción del contagio en nidos expuestos al patógeno”, explica Leckie. Su estudio demuestra que, incluso sin conciencia de ello, la naturaleza lleva millones de años perfeccionando estrategias de prevención que los humanos apenas comenzamos a comprender.
Fuentes, créditos y referencias:

