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Mire a su alrededor: aunque desde su ventana no vea el mar, mantiene una relación muy estrecha con él. La mayoría de los objetos que le rodean –ropa, muebles, dispositivos electrónicos y hasta frutas– han viajado en barco en alguna etapa de su recorrido desde la fábrica hasta su casa.
De hecho, el 80 % del comercio internacional depende del transporte marítimo. Un dato impactante que se vuelve aún más tangible cuando recordamos episodios como el bloqueo del canal de Suez por el buque Ever Given, que en cuestión de días generó escasez de productos en todo el mundo.
Dentro de estos colosos flotantes, que alcanzan hasta 400 metros de eslora y una potencia equivalente a la de 1 100 automóviles, trabaja una tripulación de entre 15 y 25 personas que lo gestiona todo a bordo. Se trata de una pequeña ciudad móvil, capaz de generar su propia electricidad, potabilizar agua e incluso hornear pan mientras cruza los océanos.
Las tripulaciones suelen estar formadas por personas de distintas nacionalidades. Aunque se comunican en inglés, para la mayoría no es su lengua materna. Más de 1,9 millones de personas trabajan en los más de 100 000 buques mercantes que operan en el mundo, una cifra que supera la población de ciudades como Barcelona.
Cada 25 de junio, la Organización Marítima Internacional celebra el Día de la Gente de Mar, una jornada para reconocer su labor esencial en el comercio global, la economía y, en definitiva, en nuestras vidas cotidianas. Este año, el lema elegido es: “Mi buque libre de acoso”.
Acoso laboral o sexual en alta mar
Las condiciones a bordo no son sencillas. Las campañas de embarque pueden durar hasta 12 meses ininterrumpidos, y muchas veces los marinos conviven con las mismas personas durante todo ese tiempo. En un entorno así, el ambiente laboral influye de forma decisiva. Si se vuelve tenso, puede afectar profundamente la experiencia y llevar a algunos a dejar la profesión.
Factores como el aislamiento, la convivencia en espacios reducidos, la fuerte estructura jerárquica y la diversidad cultural pueden favorecer situaciones de conflicto. Si no se manejan bien, estos roces pueden terminar en acoso laboral o sexual, discriminación o abuso de autoridad.
El acoso no siempre grita. A veces, apenas se oye. Puede esconderse en una broma “inofensiva”, en un gesto de exclusión o en una actitud intimidante. En pocas palabras, el acoso es cualquier comportamiento no deseado que humilla, margina o incomoda a una persona por ser quien es.
A bordo conviven personas de orígenes muy distintos, con valores sociales, religiosos y de género que no siempre coinciden. Lo que para unos es claramente ofensivo, para otros puede parecer aceptable o incluso normal. En este entorno multicultural y masculinizado, muchas víctimas sienten que no tienen espacio para expresar su malestar. Frases como “no puedes tener la piel tan fina” se usan en este contexto para justificar bromas pesadas o comentarios ofensivos. Esa actitud normaliza conductas que en realidad son acoso o discriminación.
Este tipo de cultura normaliza comportamientos discriminatorios, dificultando la plena integración de quienes son diferentes. Los estudios confirman que las víctimas suelen callar y las denuncias suelen llegar tarde.
A ello se suma otro factor de riesgo: los llamados pabellones de conveniencia, banderas de países donde la protección laboral y social es muy limitada. Bajo estas banderas, los mecanismos para prevenir o sancionar el acoso son, en muchos casos, inexistentes.
Ante esta realidad, la Organización Internacional del Trabajo ha decidido actuar. En 2022, lanzó una llamada a la acción para erradicar el acoso en el sector marítimo, con una resolución que aborda explícitamente las agresiones sexuales y el acoso sexual en los buques. Esta iniciativa sigue la línea marcada en 2016 por las Directrices para erradicar el acoso y la intimidación en los buques, promovidas por la International Chamber of Shipping y la International Transport Workers’ Federation. Porque en alta mar, como en tierra firme, nadie debería sentirse solo frente al acoso.
El acoso sexual es especialmente invasivo. No solo incomoda, también traspasa límites personales con una intención no deseada. A bordo, puede manifestarse como comentarios, miradas persistentes, insinuaciones o contacto físico sin consentimiento.
Estas conductas generan una sensación constante de inseguridad. La víctima puede sentirse sola, sin apoyo o temer que nadie la escuche. En un entorno cerrado y jerárquico, el impacto se multiplica: crece la ansiedad y muchas personas callan por miedo o vergüenza.
Hacia un transporte marítimo respetuoso
Es fundamental que legisladores y empresas del sector actúen con firmeza. Necesitamos normas claras, formación específica y un compromiso real para construir un entorno seguro y respetuoso para toda la tripulación.
Aunque el mar puede ser un lugar inhóspito y exigente, también es un espacio donde florecen la solidaridad, la resiliencia y la hermandad entre culturas. Afortunadamente, cada vez son más las voces que se alzan, tanto desde organismos internacionales como instituciones educativas y tripulantes comprometidos. Juntos y dando visibilidad a esta problemática se pone rumbo a un transporte marítimo más respetuoso, empático y verdaderamente inclusivo.

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.