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| Cráneo arqueológico de cánido utilizado para la reconstrucción fotogramétrica de modelos 3D en el estudio. Crédito: C. Ameen (Universidad de Exeter) |
Durante milenios, los perros han acompañado a la humanidad en la caza, la protección y el hogar. Pero un nuevo estudio revela que la sorprendente variedad de formas y tamaños que hoy caracteriza a los canes ya estaba presente hace más de 11.000 años. Mucho antes de los criadores victorianos y los clubes de razas, los perros ya mostraban una diversidad notable que surgió poco después de separarse de los lobos.
El trabajo, publicado en la revista Science y liderado por la Universidad de Exeter junto con el CNRS de Francia, analizó más de 600 cráneos de cánidos antiguos y modernos de distintas partes del mundo, abarcando desde el Pleistoceno hasta la actualidad. Gracias a modelos 3D y técnicas avanzadas de morfometría geométrica, los científicos pudieron reconstruir cómo evolucionó la forma del cráneo en perros domésticos y lobos a lo largo de 50.000 años.
Los resultados son claros: durante los períodos Mesolítico y Neolítico, los perros ya mostraban una enorme variabilidad morfológica. Algunos eran pequeños y ágiles, ideales para la caza; otros, más robustos, probablemente ayudaban a proteger asentamientos o cuidar rebaños. Esa diversidad temprana refleja no solo diferencias biológicas, sino también los distintos roles que estos animales desempeñaban en las primeras sociedades humanas.
“La diversidad entre los perros no es un invento moderno, sino una herencia de miles de años de coevolución con las comunidades humanas”, explicó la doctora Carly Ameen, del Departamento de Arqueología e Historia de la Universidad de Exeter. Su colega, la doctora Allowen Evin, del CNRS francés, detalló que las primeras señales de reducción del tamaño craneal datan de entre 9.700 y 8.700 años atrás, mientras que la variación en forma y tamaño se amplió rápidamente a partir de los 8.200 años.
El espécimen más antiguo reconocido como perro doméstico proviene del sitio mesolítico ruso de Veretye, con una antigüedad estimada de 11.000 años. También se identificaron restos tempranos en América (de unos 8.500 años) y Asia (de 7.500 años), todos con características propias de la domesticación.
Sin embargo, los científicos advierten que los orígenes exactos de la domesticación siguen siendo un misterio. Los restos más antiguos del Pleistoceno, que algunos consideraban “proto-perros”, no muestran rasgos craneales compatibles con animales domesticados. Según el profesor Greger Larson de la Universidad de Oxford, “los primeros pasos del proceso siguen ocultos, pero ahora sabemos que, una vez que aparecieron los perros, se diversificaron con rapidez”.
El estudio revela que esa explosión de formas tempranas fue impulsada tanto por presiones ecológicas naturales como por la convivencia con los humanos, que moldeó la evolución de su compañero más fiel. En otras palabras, los perros comenzaron a adaptarse a nosotros desde el inicio mismo de nuestra historia compartida.
Esta investigación redefine la línea temporal de la domesticación canina y demuestra que la diversidad de los perros modernos tiene raíces profundas, mucho antes de que existieran razas definidas. Cada hocico, cada oreja y cada silueta cuentan la historia de una relación evolutiva que lleva miles de años forjándose.
Fuentes, créditos y referencias:
Allowen Evin et al, The emergence and diversification of dog morphology, Science (2025). DOI: 10.1126/science.adt0995. www.science.org/doi/10.1126/science.adt0995

