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Los arqueólogos acaban de encontrar pruebas de que los primeros americanos llegaron 7000 años antes de lo que pensábamos. Crédito: Modificado a partir de Waters et al. |
Durante mucho tiempo, la historia de cómo los primeros humanos llegaron a América estuvo envuelta en misterio. La versión más aceptada decía que un grupo de cazadores cruzó un puente de tierra helada desde Siberia hasta Alaska hace unos 13.000 años. Ese puente, conocido como Beringia, existía porque el nivel del mar era mucho más bajo durante la última Edad de Hielo. Pero un nuevo estudio acaba de sacudir esa idea: los primeros americanos podrían haber llegado mucho antes… y no necesariamente caminando.
Investigadores analizaron herramientas de piedra halladas en diferentes partes de Norteamérica, algunas con una antigüedad de entre 20.000 y 13.500 años. Lo que descubrieron sugiere una historia distinta: las primeras poblaciones pudieron haber seguido la costa del Pacífico desde el noreste de Asia, desplazándose en pequeñas embarcaciones y estableciendo rutas marítimas miles de años antes de lo que se creía.
Estas herramientas no eran simples piedras talladas al azar. Mostraban un nivel de técnica sorprendente. Entre ellas destaca el biface, una herramienta afilada por ambos lados que servía como arma y como instrumento de caza. Lo más asombroso es que herramientas idénticas aparecieron también en Hokkaido, la isla más septentrional de Japón, con una antigüedad similar de unos 20.000 años.
Esa coincidencia no parece casual. Según los investigadores, quienes elaboraron esas piezas en Asia —o sus descendientes— pudieron haber llevado su conocimiento y su cultura a través del Pacífico hasta el continente americano. Este conjunto tecnológico, bautizado como el Paleolítico Superior Americano, no representa solo un estilo de fabricación, sino una conexión cultural profunda entre pueblos separados por océanos.
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Las herramientas de piedra encontradas en un yacimiento de Idaho ayudan a contar la historia de los primeros pueblos de América del Norte. Crédito: Universidad Estatal de Oregón. |
Durante décadas se pensó que los primeros americanos eran grupos aislados, desconectados del resto del mundo paleolítico. Hoy, esa idea se derrumba. Las nuevas evidencias revelan que formaban parte de una red cultural que se extendía desde Asia hasta Europa, compartiendo innovaciones, técnicas y estrategias de supervivencia.
“Este estudio devuelve a los primeros americanos al escenario global del Paleolítico, no como excepciones, sino como miembros activos de un legado tecnológico compartido”, explicó Loren Davis, antropólogo de la Universidad Estatal de Oregón. En otras palabras, América no fue un mundo aparte, sino la continuación natural de un viaje que unía a distintas civilizaciones humanas en una misma historia evolutiva.
Lo más revelador del hallazgo es la ubicación de las herramientas más antiguas. Si los humanos hubieran llegado cruzando Beringia, los vestigios más viejos deberían encontrarse en Alaska o el Yukón. Sin embargo, los más tempranos aparecen mucho más al sur: en lugares como Virginia, Pensilvania, Idaho y Texas. Otros hallazgos en Oregón, Wisconsin y Florida siguen el mismo patrón, aunque con menos piezas para un análisis completo. Todo apunta a que los primeros migrantes siguieron una ruta costera por el Pacífico antes de internarse en el continente.
Con el final de la Edad de Hielo y el aumento del nivel del mar, muchos de esos antiguos asentamientos costeros quedaron sumergidos o destruidos. Es posible que las verdaderas huellas de las primeras migraciones humanas hacia América permanezcan ocultas bajo el océano.
La conexión con Asia no termina en las herramientas. Nuevos estudios genéticos refuerzan la idea de que los pueblos indígenas de América del Norte descienden de poblaciones de Asia Oriental y Eurasia del Norte. Las herramientas de piedra se convierten así en un testimonio físico de esa herencia compartida, un puente entre culturas separadas por miles de kilómetros y miles de años.
“Ahora podemos explicar no solo de dónde vinieron los primeros americanos, sino también cómo viajaron, qué llevaban consigo y qué ideas compartieron”, concluyó Davis. El hallazgo no solo reescribe la historia de la migración humana, sino que recuerda algo esencial: moverse, innovar y compartir siempre ha sido parte de lo que nos hace humanos.
Fuentes, créditos y referencias:

