Una gigantesca onda está sacudiendo la Vía Láctea, y por fin sabemos por qué

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Se muestra una ilustración de una galaxia espiral vista de perfil. Revela el disco delgado y el bulbo central de la galaxia desde un lado. Se superpone una visualización de datos, con colores que van del azul al rojo. ESAGaiaDPAC, S. Payne-Wardenaar, E. Poggio et al (2025)

Se muestra una ilustración de una galaxia espiral vista de perfil. Revela el disco delgado y el bulbo central de la galaxia desde un lado. Se superpone una visualización de datos, con colores que van del azul al rojo. ESA/Gaia/DPAC, S. Payne-Wardenaar, E. Poggio et al (2025)

Algo enorme agitó nuestra galaxia hace millones de años, y hoy seguimos viendo las secuelas. Un equipo internacional de astrónomos detectó un gigantesco “rizo galáctico” que recorre la Vía Láctea, una especie de onda que hace que las estrellas suban y bajen como si el disco galáctico respirara lentamente.

El hallazgo, publicado en la revista Astronomy & Astrophysics, se basa en los datos del observatorio espacial Gaia y en mediciones de estrellas variables conocidas como Ceféidas. Gracias a esa combinación, los científicos pudieron observar cómo, en las regiones más externas de la galaxia, miles de estrellas jóvenes se mueven siguiendo un patrón ondulante sorprendentemente coherente.

¿Qué pudo haber provocado semejante movimiento? Todo apunta a un antiguo encuentro cósmico: el choque de la galaxia enana de Sagitario con la Vía Láctea. Su paso, similar a una piedra cayendo en un estanque, habría generado la gran onda que todavía se propaga por el disco galáctico.

“Estos resultados nos llevan a pensar que existe una onda vertical que se extiende por gran parte del disco exterior, alejándose del centro galáctico”, escriben los autores. “Esta onda, detectada en poblaciones estelares jóvenes, podría ser una huella del gas del que nacieron estas estrellas”.

La imagen presenta un fondo oscuro con una delgada línea horizontal brillante que atraviesa el centro. Se trata del disco de nuestra galaxia. Por encima y por debajo de esta línea, numerosas flechas blancas apuntan hacia arriba y hacia abajo. Estas flechas varían en longitud y están distribuidas uniformemente a lo largo de la línea. Entre las flechas hay pequeños puntos rojos y azules dispersos. La imagen se asemeja a una visualización de datos astronómicos, que ilustra las posiciones y los movimientos de las estrellas en nuestra galaxia. ESAGaiaDPAC, S. Payne-Wardenaar, E. Poggio et al (2025)

La imagen presenta un fondo oscuro con una delgada línea horizontal brillante que atraviesa el centro. Se trata del disco de nuestra galaxia. Por encima y por debajo de esta línea, numerosas flechas blancas apuntan hacia arriba y hacia abajo. Estas flechas varían en longitud y están distribuidas uniformemente a lo largo de la línea. Entre las flechas hay pequeños puntos rojos y azules dispersos. La imagen se asemeja a una visualización de datos astronómicos, que ilustra las posiciones y los movimientos de las estrellas en nuestra galaxia. ESA/Gaia/DPAC, S. Payne-Wardenaar, E. Poggio et al (2025)

Durante décadas, los astrónomos imaginaron a la Vía Láctea como una espiral estable y plana. Pero las observaciones de Gaia están demostrando lo contrario: el disco es dinámico, vivo y distorsionado. Cada nueva actualización del satélite revela estructuras en tres dimensiones, huellas de antiguas fusiones y movimientos gravitacionales que transforman lentamente nuestra galaxia.

El equipo, liderado por Eloisa Poggio del Instituto Nacional de Astrofísica de Italia, analizó unos 17,000 gigantes jóvenes y 3,400 estrellas tipo Ceféida, situadas entre 23,000 y 49,000 años luz de distancia. Juntas cubren una porción significativa del disco galáctico, que mide alrededor de 100,000 años luz de diámetro.

Los resultados fueron asombrosos: ambas poblaciones mostraron el mismo patrón ondulante. Al igual que las olas en un lago, la amplitud de estas “crestas” y “valles” aumenta conforme uno se aleja del centro de la galaxia. En los bordes, las estrellas parecen moverse más arriba y más abajo del plano galáctico, como si el espacio mismo vibrara.

“El comportamiento observado es consistente con lo que esperaríamos de una onda”, explicó Poggio. Sin embargo, la fuente exacta del fenómeno sigue siendo un misterio. Aunque Sagitario es un candidato fuerte, también podría estar relacionado con otra estructura recién descubierta: la onda Radcliffe, un filamento de 9,000 años luz de largo que atraviesa uno de los brazos espirales de la Vía Láctea.

“La onda Radcliffe es mucho más pequeña y se encuentra en una zona distinta de la galaxia”, aclara Poggio. “Podrían estar relacionadas, o no. Por eso necesitamos más datos”.

La próxima actualización de Gaia, prevista para diciembre de 2026, podría aportar las respuestas que faltan. Con ella, los astrónomos esperan trazar con mayor precisión el origen de esta misteriosa ondulación cósmica que demuestra, una vez más, que la Vía Láctea no es un objeto estático, sino una entidad que sigue resonando con los ecos de su pasado.

Fuentes, créditos y referencias:

Poggio, E., Khanna, S., Drimmel, R., Zari, E., D’Onghia, E., Lattanzi, M. G., Palicio, P. A., Recio-Blanco, A., & Thulasidharan, L. (2025). The great wave. Astronomy & Astrophysics, 699, A199. doi.org/10.1051/0004-6361/202451668

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