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Lunes 28 de abril de 2025. Otra fecha para recordar en el calendario reciente de eventos históricos, que parecen sucederse a una velocidad mayor de lo habitual. España y Portugal sufren el mayor apagón eléctrico de toda su historia. Un “auténtico cero”, en el argot del sector.
Nada indicaba que la razón por la que se interrumpió mi llamada internacional sería por un fallo generalizado en el sistema eléctrico del país. Pensando que sería un fallo puntual en la cobertura telefónica, fui avanzando con el resto de viajeros en la fila de ingreso al avión que nos llevaría a Frankfurt.
Para cuando llegué al control del embarque, ya era obvio que algo grande e inusual estaba pasando. Toda la terminal 2 del aeropuerto de Barajas estaba sin iluminación.
Desconcierto inicial
En las tiendas, la gente no sabía qué hacer, si cerrar o esperar. No había megafonía. Nadie sabía nada y no había forma de obtener información. No se podía cobrar a los clientes, pero éstos tenían que subir, al menos en teoría, a un avión, y no podían estar allí esperando durante mucho tiempo. Algunos dejaban la mercancía y se marchaban, pero otros habían iniciado el pago con tarjeta y no sabían si se había completado bien o no. Y aún los había que no podían devolver su consumición, un plato combinado acabado o una tarjeta dedicada con su nombre. Sin efectivo, la situación quedaba bloqueada.
Fuimos subiendo al avión. “No se preocupen, el avión tiene sus propios motores y genera su propia electricidad”, nos decían los sobrecargos. Una vez dentro, bien sentados y con los cinturones abrochados, nos preguntábamos unos a otros, principalmente con la mirada, por si alguien tenía señal y por tanto acceso a algún familiar o a algún periódico o red social.
Pero no teníamos más información que la que vimos en la media luz de la terminal y las lacónicas palabras del comandante hablando de avería generalizada en el sistema eléctrico de la zona.
El avión cerró sus puertas, pero no nos movimos. La escalera, sin electricidad, no podía desprenderse del avión y nadie sabía cómo hacerlo manualmente. Alguien debió de saber hacerlo porque, tras unos 20 minutos, empezamos a movernos. Pero nos paramos enseguida. Y allí estuvimos durante una hora. Finalmente despegamos hacia las 14:00 horas, dejando atrás a un país bloqueado y desconcertado.
Un apagón en España era imposible
Durante esa larga hora de incertidumbre e impotencia recordé las palabras tajantes de Beatriz Corredor, presidenta de Red Eléctrica Española (REE), diciendo, en 2021, que un apagón en España era imposible.
Cuando pregunté a esta compañía, en unas jornadas técnicas sobre energía aquel mismo año, si habían calculado la probabilidad de apagón en nuestro país, me volvieron a decir lo mismo.
Sin embargo, evidentemente, la probabilidad no era cero. Y no había un plan claro de emergencia previsto. En 2021, saltó a los medios de nuestro país la noticia de que países como Alemania, Suiza y Austria estaban comunicando a sus ciudadanos unos protocolos básicos a seguir en caso de apagón. En España, estos protocolos no se tomaron nada en serio. Y el lunes 28 de abril hubo que improvisar todo aquello de proveerse de agua y alimentos básicos, desplazarse lo mínimo, no usar ascensores, hacer acopio de linternas y radios, no agotar las baterías de los teléfonos móviles, etc.

Crónica de una crisis anunciada
Una hora encerrados en un avión varado en mitad de una pista de despegue da para pensar y recordar muchas cosas. En 2021, expresé en varias cadenas de televisión que un apagón era inevitable dada la complejidad del sistema eléctrico y las crecientes tensiones a las que estaba y está sometido.
Difícil calcular el cuándo y el dónde, así como la magnitud o el alcance, pero fácil concluir que tarde o temprano habría una apagón en nuestro país. Hemos ido viendo apagones en muchos países americanos y europeos, asiáticos y africanos. ¿Realmente nuestra red eléctrica era la mejor del mundo? Y, aunque lo fuera, ¿realmente una red así evita completamente el riesgo de apagón? Lo ocurrido el 28 de abril hace que esta pregunta sea retórica.
En un escenario de cambio climático
El cambio climático nunca es una buena noticia, pero para el sistema energético y eléctrico es justo lo más inconveniente. Las temperaturas extremas, especialmente el calor, siempre complica las cosas en los sistemas eléctricos.
Pero, sin duda, lo que más complica las cosas es la privatización del sector energético y de la propia REE, ya que trae consigo la priorización de la rentabilidad y eso acorta los márgenes de seguridad y estabilidad en el servicio. Porque la seguridad recorta beneficios. No se han alcanzado acuerdos respecto a quién paga la seguridad.
Tras cuatro años, algunas cosas han cambiado. Las renovables ocupan ahora un porcentaje de la producción eléctrica total mayor que en 2021. El clima se ha vuelto más extremo e inseguro. Pero otras cosas, como la estabilización del sistema mediante tecnologías inerciales y de almacenamiento, la internacionalización de la red y la integración de las renovables, siguen igual.
A estas alturas ya nos ha quedado claro que un apagón no es “un peligro hipotético” y que debemos abordar todas estas cuestiones para que no se repita.

Fernando Valladares no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.