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La enfermedad de Alzheimer podría ralentizarse con tan solo dar 5000 pasos al día. Crédito: Unsplash |
Un paseo diario, aunque sea breve, podría ser una de las formas más simples y efectivas de frenar el avance del Alzheimer. Así lo revela un estudio publicado en Nature Medicine, que muestra cómo el movimiento cotidiano puede ayudar a reducir la acumulación de proteínas dañinas y el deterioro cognitivo característico de esta enfermedad.
El hallazgo proviene de un análisis exhaustivo realizado por un equipo del Mass General Brigham en Estados Unidos. Los científicos observaron durante años los hábitos, la salud cerebral y los niveles de actividad de cientos de adultos mayores. Lo sorprendente fue descubrir que incluso un nivel moderado de ejercicio tenía un impacto notable en el cerebro.
El Alzheimer es una enfermedad degenerativa que destruye la memoria y las funciones mentales de manera progresiva. Afecta a casi una de cada tres personas mayores de 85 años, y aunque no existe una cura, cada paso para entenderla abre nuevas vías para prevenir o ralentizar su curso.
Para entender mejor cómo influye el ejercicio, la neuróloga Wai-Ying Wendy Yau y su equipo siguieron a 296 voluntarios de entre 50 y 90 años inscritos en el Harvard Aging Brain Study. Ninguno de ellos mostraba síntomas de deterioro cognitivo al inicio, pero fueron monitoreados durante más de una década mediante escáneres cerebrales y pruebas cognitivas.
Los investigadores buscaron señales de acumulación de amiloide y tau, las proteínas asociadas al Alzheimer, además de registrar la cantidad de pasos diarios de cada participante mediante podómetros. Los resultados fueron claros: aunque la actividad física no afectó el amiloide, sí mostró una relación directa con la acumulación de tau y la velocidad del deterioro cognitivo.
Quienes caminaban entre 5.000 y 7.500 pasos al día lograron frenar significativamente tanto el avance de la tau como el declive mental. Curiosamente, hacer más de 7.500 pasos no aportó beneficios adicionales: el efecto positivo se estabilizó en ese rango.
Incluso quienes daban entre 3.000 y 5.000 pasos diarios mostraron mejoras, aunque menores. Esto sugiere que el simple hecho de mantenerse en movimiento —sin necesidad de rutinas intensas ni gimnasios— puede marcar la diferencia en la salud cerebral a largo plazo.
Es posible que las personas más activas también mantuvieran otros hábitos saludables, pero los resultados indican algo poderoso: la inactividad física podría ser un objetivo claro de intervención para reducir el riesgo de Alzheimer. Los investigadores creen que los dispositivos de seguimiento de actividad pueden ser una herramienta práctica para promover estos beneficios de manera sencilla y continua.
“Nuestros hallazgos respaldan la idea de que combatir la inactividad física puede modificar el curso del Alzheimer en sus etapas tempranas”, escriben los autores. “Además, ofrecen una meta accesible y comprensible para adultos mayores sedentarios con alto riesgo de deterioro cognitivo”.
En otras palabras, dar unos cuantos miles de pasos cada día no solo ayuda al corazón o al ánimo: también puede ser una defensa silenciosa contra la pérdida de memoria. Y en la batalla contra el Alzheimer, cada paso —literalmente— cuenta.
Fuentes, créditos y referencias:
