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Impresión artística de las estrellas de Población III tal y como habrían aparecido 100 millones de años después del Big Bang. Crédito: NOIRLab/NSF/AURA/J. da Silva/Spaceengine/M. Zamani |
Por décadas, los astrónomos han perseguido un sueño casi imposible: encontrar las primeras estrellas que brillaron tras el Big Bang. Hoy, un grupo de científicos podría haberlo logrado. El equipo liderado por Ari Visbal, de la Universidad de Toledo (Ohio), ha identificado señales que apuntan a la existencia de las misteriosas estrellas de Población III, gracias a observaciones del Telescopio Espacial James Webb (JWST).
Estas estrellas, conocidas como Pop III, serían los primeros faros cósmicos del universo, formadas exclusivamente por hidrógeno, helio y trazas de litio, los únicos elementos presentes tras el Big Bang. Se calcula que nacieron hace unos 200 millones de años después del origen del cosmos y que ya no existen, pero su luz, viajando por más de 13.000 millones de años, aún podría alcanzarnos.
El hallazgo proviene de la galaxia LAP1-B, un sistema tan distante que su luz ha sido magnificada por el efecto de lente gravitacional. Allí, el equipo encontró tres señales que encajan perfectamente con lo que los modelos teóricos predicen para un grupo clásico de estrellas de Población III.
En primer lugar, el sistema se formó dentro de un cúmulo de materia oscura de unas 50 millones de masas solares, justo como habían anticipado los modelos cosmológicos. Además, las estrellas que lo componen son enormes: entre 10 y 1.000 veces más masivas que nuestro Sol. Finalmente, esas estrellas no aparecen dispersas, sino en pequeños grupos que suman apenas unos pocos miles de masas solares, cumpliendo la tercera predicción teórica.
“LAP1-B es el primer candidato de Población III que coincide con las tres predicciones clave de los modelos clásicos”, escriben los investigadores en su artículo publicado en The Astrophysical Journal Letters.
Otro indicio crucial proviene del gas que rodea al sistema, el cual muestra firmas espectrales únicas con cantidades ínfimas de metales. Esto sugiere que el entorno aún conserva la huella de las primeras supernovas, las explosiones de las estrellas más masivas que liberaron los primeros elementos pesados del universo.
Aunque el descubrimiento encaja casi a la perfección con las predicciones, los científicos aún no lo consideran una confirmación definitiva. Persisten dudas sobre la cantidad de material que las primeras supernovas pudieron expulsar y sobre si los modelos actuales reproducen con exactitud la física del universo primitivo.
Aun así, el hallazgo representa un paso enorme en la búsqueda de las primeras luces del cosmos. Gracias a la sensibilidad del James Webb y a la ayuda del lente gravitacional de cúmulos galácticos, los astrónomos creen que podrían encontrarse más sistemas similares en los próximos años.
“LAP1-B podría ser solo la punta del iceberg”, señalan los autores. Si nuevos candidatos confirman la existencia de estas estrellas primordiales, estaríamos contemplando los vestigios de una era en la que el universo encendió sus primeras luces y comenzó todo lo que hoy conocemos.
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