Una amenaza climática silenciosa crece 2% cada año — y no es el CO₂

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Contaminación lumínica: La amenaza silenciosa al planeta que se soluciona fácilmente. Crédito: Google Whisk/La Vida - Ciencias
Contaminación lumínica: La amenaza silenciosa al planeta que se soluciona fácilmente. Crédito: Google Whisk/La Vida - Ciencias

La luz artificial de la noche siempre se vio como un símbolo de avance: calles iluminadas, edificios activos a cualquier hora y ciudades que nunca duermen. Sin embargo, la ciencia está revelando un giro incómodo. Ese brillo constante está alterando de forma silenciosa la manera en que la Tierra maneja el carbono, y los datos indican que el impacto no es menor. El estudio completo fue publicado en Nature Climate Change.

Las plantas funcionan como auténticas aspiradoras de carbono durante el día gracias a la fotosíntesis. Por la noche, se toma una especie de respiro: igual que animales y microbios, liberan carbono en el proceso de respiración. Normalmente, este intercambio natural se equilibra sin mayores complicaciones. Lo que el nuevo estudio demuestra es que la luz artificial nocturna está rompiendo ese balance.

El fenómeno es claro: la iluminación nocturna aumenta la cantidad de carbono que plantas, animales y microbios expulsan por la noche. Lo preocupante es que no aporta ningún beneficio durante el día; no impulsa una mayor absorción de carbono. En pocas palabras, los ecosistemas están liberando más carbono del que almacenan, un desajuste que se acumula con el tiempo.

Lo sorprendente es que este no es un problema exclusivo de las grandes ciudades. Hoy, una cuarta parte de la superficie terrestre recibe algún nivel de luz artificial durante la noche. Para medir el alcance real, el equipo de investigación utilizó datos de satélites y de 86 estaciones de monitoreo de carbono distribuídas por Norteamérica y Europa. Las conclusiones fueron contundentes: la contaminación lumínica está modificando la forma en que continentes enteros almacenan y liberan carbono.

La contaminación lumínica es uno de los cambios ambientales más visibles generados por la humanidad, pero sus impactos suelen pasar desapercibidos”, comentó la investigadora principal, la Dra. Alice Johnston, de Cranfield University. Su equipo señala que este exceso de luz alterara flujos de energía, comportamientos animales, patrones naturales y la salud de los ecosistemas. En sus palabras: “Las noches más brillantes generan una mayor liberación de carbono, y eso nunca es una buena noticia para el planeta”.

La luz artificial nocturna está alterando el equilibrio de carbono de la Tierra. Crédito: Unsplash/CC0 Dominio público
La luz artificial nocturna está alterando el equilibrio de carbono de la Tierra. Crédito: Unsplash/CC0 Dominio público

El problema es que la mayoría de los modelos climáticos no consideran la luz artificial como una variable relevante. Registran deforestación, agricultura o quema de combustibles fósiles, pero casi nunca incluyen la iluminación nocturna, a pesar de que crece alrededor de un 2% por año. Para los autores del estudio, esa omisión es un error que debe corregirse de inmediato.

El coautor, el profesor Jim Harris, advirtió que esta expansión continua de iluminación podría modificar de forma sutil pero significativa el equilibrio global del carbono si no se atiende a tiempo. Lo interesante es que, a diferencia de otros problemas ambientales que requieren enormes reformas, este tiene una solución rápida.

La luz artificial puede reducirse casi de inmediato con un cambio en el diseño de iluminación: bombillas más eficientes, sistemas regulables, luces dirigidas y tecnologías sensibles al espectro. Además, la iluminación representa alrededor del 15% del consumo eléctrico mundial, de modo que reducir el exceso también ahorra energía y disminuye emisiones. Como señaló la Dra. Johnston, es un raro caso de “triple victoria”: mejor salud ecosistémica, más eficiencia energética y beneficios para el sueño humano.

La mayoría de nosotros no piensa en el impacto de dejar una luz encendida en el exterior, mantener iluminados los negocios toda la noche o saturar avenidas y edificios con brillo innecesario. Pero este estudio deja claro que las decisiones más pequeñas pueden desencadenar efectos amplios. Cuando la luz artificial altera el modo en que los ecosistemas respiran, añade una presión extra a un planeta que ya lucha por sostener su equilibrio.

Ahora el reto es convencer a ciudades, empresas y gobiernos de que actúen. La contaminación lumínica debe integrarse en los modelos climáticos, y el diseño urbano debe priorizar iluminar lo esencial, permitiendo que el resto de la noche recupere su oscuridad natural. No se trata de apagar el mundo; se trata de iluminar con criterio. Menos brillo innecesario significa más estabilidad para los procesos que mantienen vivo al planeta. La Tierra no duerme, pero sí necesita oscuridad.

Fuentes, créditos y referencias:

Widespread influence of artificial light at night on ecosystem metabolism, Nature Climate Change (2025). DOI: 10.1038/s41558-025-02481-0.

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