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El hallazgo de un nuevo pterosaurio siempre conmueve a la paleontología, pero este caso levantó más cejas de lo habitual. Los investigadores bautizaron a la nueva especie como Bakiribu waridza, y su presencia en el registro fósil abre una ventana inesperada a la vida tropical del supercontinente Gondwana durante el Cretácico temprano, hace unos 113 millones de años. Antes de seguir, piensa en esto: ¿qué tan especializado debe ser un reptil volador para filtrar alimento en pleno ambiente tropical? La respuesta está en su propia dentadura.
Este pterosaurio pertenece al grupo Pterodaustrini, dentro del clado Ctenochasmatidae, una línea de pterodáctilos que prosperó entre el Jurásico tardío y el Cretácico temprano. La doctora Aline Ghilardi y su equipo destacan que los últimos descubrimientos han revelado una diversidad mucho mayor de la que se creía, mostrando adaptaciones anatómicas que hablan de una evolución dinámica y sorprendentemente amplia en este grupo.
Aunque los ctenocasmátidos dominaron principalmente hasta el Barremiano, su presencia comenzó a declinar hacia finales del Cretácico temprano. Y aquí surge parte del misterio: poco se sabía de las especies más tardías o de cómo estos linajes se desplazaron y diversificaron entre Laurasia y Gondwana. Bakiribu waridza llega justo para llenar ese vacío.
La especie destaca por unas mandíbulas extremadamente alargadas y filas dentales densas que formaban una estructura parecida a un cepillo, útil para la filtración de alimento. Su morfología recuerda al pterosaurio Pterodaustro, famoso por poseer cerca de mil dientes largos como barbas de ballena. Sin embargo, Bakiribu waridza presenta diferencias clave en la sección y espaciamiento de los dientes, lo que sugiere una adaptación evolutiva propia.
Los fósiles provienen de la Formación Romualdo, en la Cuenca de Araripe, Brasil. Allí se recuperaron los restos de dos individuos dentro de una concreción calcárea que también contenía cuatro peces fósiles, probablemente del género Tharrhias. La composición de la roca y la disposición de los huesos llevaron al equipo a una interpretación fascinante: se trataba de un regurgitalito, material que un depredador expulsó al no poder digerirlo. La alineación paralela de los huesos y los peces refuerza esta lectura.
Esa coincidencia —dos pterosaurios y varios peces en pleno proceso de digestión fallida— ofrece una escena directa de interacción trófica en el ecosistema cretácico de Araripe. La excepcional preservación permite estudiar rasgos clave: dentición fina y alargada, coronas subcuadrangulares, e implantación dental tipo acrodonte en ambas mandíbulas. Esta mezcla de características lo vincula tanto con parientes sudamericanos como europeos, ampliando el mapa evolutivo entre continentes.
Para los paleontólogos, este descubrimiento no solo completa un vacío geográfico en la distribución de los Ctenochasmatinae. También refuerza el valor de los especímenes olvidados en colecciones antiguas, capaces de transformar nuestra comprensión de la biodiversidad del Cretácico temprano. Bakiribu waridza aporta una pieza clave para entender cómo operaba el intercambio faunístico a gran escala en Gondwana y cómo se desarrollaron las estrategias de alimentación filtradora en los pterosaurios tropicales.
La Cuenca de Araripe vuelve a reclamar su lugar como uno de los escenarios más ricos del mundo para reconstruir la ecología, los hábitos y la evolución de los vertebrados que poblaron la Tierra mucho antes de que existieran los continentes tal como los conocemos hoy.
Fuentes, créditos y referencias:
R. V. Pêgas et al, A regurgitalite reveals a new filter-feeding pterosaur from the Santana Group, Scientific Reports (2025). DOI: 10.1038/s41598-025-22983-3

