Por qué las mujeres viven más tiempo: el secreto evolutivo oculto en 1100 especies

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Los hombres mueren más jóvenes, y la evolución finalmente explica por qué. Crédito Freepik

Los hombres mueren más jóvenes, y la evolución finalmente explica por qué. Crédito: Freepik

Un extenso análisis de más de 1,100 especies de mamíferos y aves acaba de ofrecer una respuesta que llevaba siglos persiguiéndose: ¿por qué las hembras viven más que los machos?

La investigación, publicada en Science Advances y dirigida por expertos del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y la Universidad del Sur de Dinamarca, demuestra que la clave no está en los cromosomas sexuales, sino en la selección sexual: la competencia por las parejas y las diferencias de tamaño entre machos y hembras.

Con datos de 528 especies de mamíferos y 648 especies de aves, este estudio es la comparación más amplia jamás realizada entre especies. Y su conclusión es clara: la lucha por reproducirse puede acortar la vida.

Los investigadores encontraron que en el 72% de los mamíferos, las hembras vivían más tiempo, mientras que en el 68% de las aves ocurría lo contrario. A primera vista, parecía confirmarse la conocida “hipótesis del sexo heterogamético”, que relaciona la longevidad con los cromosomas sexuales: en los mamíferos los machos (XY) serían más vulnerables, y en las aves las hembras (ZW).

Un nuevo estudio revela el impactante coste de la competencia masculina en la naturaleza

Un nuevo estudio revela el impactante coste de la competencia masculina en la naturaleza. Credito: Pexels

Pero al profundizar en los datos, el patrón genético se desmoronó. En muchas especies, las diferencias de vida no coincidían con el tipo de cromosoma. Algunos machos vivían más que las hembras y, en otras, ellas rompían la tendencia. La genética, por sí sola, no podía explicarlo todo.

El factor decisivo resultó ser el comportamiento. En especies donde los machos compiten ferozmente por las parejas —como los ciervos, los gorilas o las focas— su esperanza de vida disminuye drásticamente. La fuerza, la agresividad o el tamaño, útiles para el apareamiento, tienen un precio: una vida más corta.

En cambio, en especies monógamas, donde la competencia es baja y ambos padres comparten el cuidado de las crías, la diferencia entre sexos casi desaparece. Curiosamente, en algunas aves monógamas ocurre lo opuesto: los machos, al participar activamente en la crianza, suelen vivir más que las hembras.

El estudio detectó que en especies polígamas o promiscuas, las hembras mamíferas vivían en promedio un 15% más que los machos. Y, aun cuando las condiciones externas eran controladas —como en animales que viven en zoológicos—, la brecha se mantenía. Eso confirma que las diferencias de longevidad son evolutivas, no ambientales.

Los autores señalan que esta persistencia demuestra que la selección sexual deja huellas profundas en la evolución de la esperanza de vida, incluso en ambientes sin depredadores ni peligros naturales. No es solo que los machos mueran jóvenes por riesgos externos: los costes biológicos del apareamiento también pesan.

Aun así, hubo excepciones fascinantes. En los lémures, por ejemplo —una especie no monógama donde las hembras son dominantes—, ambos sexos viven casi lo mismo. Y entre las aves rapaces, como búhos y halcones, las hembras suelen vivir más tiempo que los machos, aunque sean más grandes y dominantes.

Estas excepciones demuestran que la evolución no responde a una sola regla. Factores como la genética, el tipo de crianza o las condiciones ecológicas pueden alterar por completo el equilibrio entre longevidad y reproducción.

Los investigadores también compararon sus datos con registros humanos históricos: desde poblaciones suecas del siglo XVIII hasta comunidades cazadoras-recolectoras como los Hadza y los Ache. En todos los casos, las mujeres vivían más que los hombres. Aunque, curiosamente, la diferencia era menor que en otros primates como chimpancés o gorilas.

Según los autores, esto se debe a que factores culturales y médicos han modificado el equilibrio evolutivo. En el siglo XVIII, muchas mujeres morían durante el parto; al reducirse ese riesgo con los avances en salud, la ventaja femenina se amplió con el tiempo.

En definitiva, la biología marca la base, pero la cultura y la tecnología suavizan sus efectos. Hoy, las diferencias entre la longevidad de hombres y mujeres son menores que en nuestros ancestros, aunque la tendencia evolutiva sigue presente.

Mediante modelos bayesianos y enormes bases de datos, el equipo logró medir hasta qué punto el sexo y la supervivencia están entrelazados. En los mamíferos, cuanto más intensa era la competencia entre machos, mayor era la ventaja de vida para las hembras. En las aves, el patrón se invertía, quizá por la estructura genética o por sus distintos roles reproductivos.

Al final, los investigadores concluyen que los cromosomas pueden influir, pero son las estrategias de apareamiento, las diferencias de tamaño y los costos reproductivos los que realmente explican las variaciones en la longevidad. Una lección que también se refleja en los humanos: la evolución dejó una huella profunda en cuánto vivimos y por qué.

En palabras del equipo, “nuestros hallazgos ayudan a entender por qué las diferencias de esperanza de vida entre hombres y mujeres son tan consistentes a lo largo del tiempo y las culturas”. Una prueba más de que, cuando se trata de sobrevivir, la evolución sigue escribiendo las reglas del juego.

Fuentes, créditos y referencias:

Staerk, J., Conde, D. A., Tidière, M., Lemaître, J.-F., Liker, A., Vági, B., Pavard, S., Giraudeau, M., Smeele, S. Q., Vincze, O., Ronget, V., da Silva, R., Pereboom, Z., Bertelsen, M. F., Gaillard, J.-M., Székely, T., & Colchero, F. (2025). Sexual selection drives sex difference in adult life expectancy across mammals and birds. Science Advances, 11(40). doi.org/10.1126/sciadv.ady8433

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