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| Ilustración del mayor y más lejano destello de agujero negro jamás observado. Crédito: Caltech/R. Hurt (IPAC) |
En una galaxia situada a 10 mil millones de años luz de la Tierra, un agujero negro supermasivo ha protagonizado el espectáculo más brillante jamás observado. La explosión, detectada por la Zwicky Transient Facility (ZTF) y publicada en la revista Nature Astronomy, supera con creces cualquier otro destello cósmico registrado hasta ahora.
El fenómeno proviene del núcleo activo de una galaxia, conocido como J2245+3743, donde un agujero negro de 500 millones de masas solares se alimenta de gas y polvo. Pero esta vez no fue una simple acumulación de materia lo que lo encendió, sino la tragedia de una estrella gigantesca que se acercó demasiado. Su estructura fue desgarrada por las fuerzas gravitacionales del monstruo cósmico, en un evento que los científicos llaman disrupción por marea o TDE.
Según Matthew Graham, investigador del Instituto de Tecnología de California (Caltech), “esto no se parece a ningún otro núcleo galáctico activo que hayamos visto”. Y no exagera: el destello aumentó su brillo unas 40 veces en pocos meses, alcanzando un pico 30 veces superior al del evento más potente registrado hasta ahora. La energía liberada equivale a la luz de 10 billones de soles.
K. E. Saavik Ford, astrofísica del City University of New York, lo resumió con una comparación asombrosa: “Si convirtiéramos todo nuestro Sol en energía siguiendo la ecuación E = mc² de Einstein, esa sería la cantidad que este agujero negro ha estado emitiendo”.
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El telescopio Samuel Oschin de 48 pulgadas del Observatorio Palomar, donde se encuentra el ZTF. Crédito: Palomar/Caltech |
El brillo inicial fue detectado en 2018, pero su verdadera magnitud no se comprendió hasta 2023, cuando observaciones del Observatorio W. M. Keck en Hawái confirmaron que se trataba de un evento excepcionalmente lejano y energético. Los datos de la misión WISE de la NASA demostraron que la radiación se emitía en todas las direcciones, descartando la posibilidad de un chorro enfocado hacia la Tierra.
Los astrónomos también eliminaron la hipótesis de una supernova, ya que ninguna explosión estelar conocida podría igualar tal potencia. Todo apunta a que el protagonista fue una estrella al menos 30 veces más masiva que el Sol, arrancada y devorada por completo. Según Ford, en los discos de acreción de estos agujeros negros las estrellas pueden crecer mucho más de lo habitual, alimentadas por el flujo constante de materia circundante.
El evento sigue activo, lo que indica que el agujero negro continúa engullendo los restos estelares. Graham lo describe de forma gráfica: “Es como un pez que aún no termina de ser tragado por una ballena”.
Además, la intensa gravedad alrededor del agujero negro provoca que el tiempo se distorsione. La llamada dilatación del tiempo cósmico hace que, mientras en la Tierra han pasado siete años desde el primer registro, en el entorno del agujero negro solo hayan transcurrido dos. En cierto modo, los científicos están viendo el evento en cámara lenta.
Este descubrimiento también ayuda a resolver un antiguo enigma: por qué tan pocos eventos de disrupción por marea se han detectado en núcleos galácticos activos. La actividad natural de estos agujeros negros, y la intensa luz de sus discos, suelen ocultar otros fenómenos. Sin embargo, el tamaño descomunal de J2245+3743 hizo imposible que pasara desapercibido.
El hallazgo demuestra que estos eventos extremos podrían ser mucho más comunes de lo que pensamos, simplemente escondidos tras el brillo de galaxias activas. El equipo planea seguir revisando los datos de la ZTF y preparar futuras observaciones con el Observatorio Vera C. Rubin, que promete revelar más explosiones tan descomunales como esta.
“Nunca habríamos encontrado algo tan raro sin la ZTF”, afirmó Graham. “Llevamos siete años observando el cielo cada noche, y ahora podemos ver cómo este fenómeno ha evolucionado con el tiempo. Es como mirar el corazón más salvaje del universo abrirse ante nosotros”.
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