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Científicos registraron cómo ratas marrones atrapaban murciélagos en pleno vuelo y se los comían. Gloza-Rausch et al., Global Ecology and Conservation, 2025. |
Durante años, las ratas han cargado con una mala fama: animales sucios, amantes de la basura y portadores de enfermedades. Sin embargo, estos pequeños roedores son mucho más inteligentes y adaptables de lo que solemos creer. Son capaces de aprender tareas complejas, navegar entornos virtuales e incluso usar su imaginación. Y ahora, un nuevo estudio revela una habilidad tan sorprendente como inquietante: las ratas pueden cazar murciélagos.
La investigación, publicada en la revista Global Ecology and Conservation, documenta por primera vez a ratas marrones (Rattus norvegicus) atrapando murciélagos en pleno vuelo y devorándolos. Los científicos califican este comportamiento como un ejemplo extraordinario de la capacidad de las ratas para aprovechar al máximo los recursos que ofrece su entorno. Pero el hallazgo también plantea un riesgo potencial: el intercambio de patógenos entre ambas especies, algo que podría afectar indirectamente la salud humana, además de representar una amenaza para las poblaciones locales de murciélagos.
“Nuestras observaciones muestran cuán adaptable y hábil es la rata parda para explotar los recursos alimenticios en ecosistemas urbanos, al tiempo que pone en evidencia un problema de conservación relacionado con mamíferos invasores”, explicó Florian Gloza-Rausch, biólogo del Museo de Historia Natural de Berlín y autor principal del estudio. “Hasta donde sabemos, este tipo de comportamiento no se había documentado científicamente antes”.
Las ratas siempre han demostrado una asombrosa capacidad para improvisar. Construyen nidos en casi cualquier lugar y se apropian de todo lo que encuentran. De hecho, sus hábitos incluso han ayudado a los historiadores: los llamados “nidos de ratas” y sus reservas de objetos han servido para reconstruir aspectos de la vida cotidiana de personas esclavizadas en el sur de Estados Unidos antes de la Guerra Civil.
Para esta investigación, los científicos se enfocaron en dos grandes refugios urbanos de murciélagos en el norte de Alemania: una cueva en Bad Segeberg, cerca de un teatro al aire libre, donde hibernan más de 30,000 ejemplares —principalmente murciélagos de Daubenton (Myotis daubentonii) y de Natterer (Myotis nattereri)—, y una zona rocosa en un parque de la ciudad de Lüneburg, utilizada por las mismas especies durante el verano y el otoño.
Entre 2020 y 2024, los investigadores instalaron cámaras infrarrojas y dispositivos térmicos en ambos sitios para monitorear la actividad nocturna. En Bad Segeberg, las cámaras captaron imágenes claras de ratas cazando murciélagos con dos estrategias distintas: algunas esperaban a que los murciélagos aterrizaran o descansaran, mientras que otras los interceptaban en pleno vuelo. “Las ratas patrullaban con frecuencia la plataforma de aterrizaje de la cueva, erguían el cuerpo sobre sus patas traseras, usaban la cola para mantener el equilibrio y levantaban las patas delanteras para atrapar a los murciélagos voladores”, escriben los autores. “Se documentaron individuos capturando murciélagos en el aire, matándolos de inmediato con una mordida y arrastrándolos lejos”.
Todo ocurría en la oscuridad total. Como las ratas tienen una vista deficiente, los científicos creen que detectaban a sus presas mediante las vibraciones del aire provocadas por las alas o a través del tacto con sus sensibles bigotes. En total, las cámaras registraron 30 intentos de caza y 13 muertes confirmadas. Además, se hallaron los restos de al menos 52 murciélagos, algunos parcialmente devorados, lo que sugiere que las ratas guardaban sus presas para más tarde.
En Lüneburg, aunque no se observaron ataques directos, sí se detectaron ratas merodeando las grietas rocosas y un conjunto de cadáveres de murciélagos, lo que indica que el mismo tipo de caza probablemente también ocurre allí.
Para dimensionar el impacto, los científicos calcularon cuántos murciélagos podría matar una sola rata durante el invierno. Si un individuo dependiera exclusivamente de murciélagos para sobrevivir, necesitaría consumir alrededor de 140 durante la temporada de hibernación, es decir, entre uno y dos por día. Una colonia urbana promedio tiene entre 15 y 60 ratas, lo que equivaldría a entre 2,100 y 8,400 murciélagos muertos cada invierno. En el peor de los casos, eso representaría cerca del 7 % de la población total de murciélagos que hibernan en Bad Segeberg.
En islas, las ratas invasoras ya han devastado ecosistemas enteros, y este estudio sugiere que podrían tener un efecto similar en ambientes urbanos. Los murciélagos de Bad Segeberg y Lüneburg ya enfrentan amenazas como la contaminación lumínica y la expansión urbana. Ahora, también deben preocuparse por las ratas hambrientas.
Más allá del daño ecológico, este nuevo tipo de interacción plantea un riesgo sanitario. Aunque el estudio no analizó directamente la transmisión de enfermedades, tanto ratas como murciélagos son portadores de múltiples patógenos. “Tales interacciones pueden facilitar el salto de virus asociados a murciélagos hacia los roedores, modificando las dinámicas de las enfermedades y aumentando las oportunidades de transmisión a humanos y animales domésticos”, advierten los autores.
Controlar las poblaciones invasoras de ratas en los sitios clave de hibernación —mediante una mejor gestión de residuos o mantenimiento de alcantarillas— sería una medida doblemente beneficiosa. “Protegería a las poblaciones de murciélagos más vulnerables y reduciría posibles riesgos para la salud pública”, concluyó Mirjam Knörnschild, ecóloga conductual del museo y coautora del estudio.
Puede que las ratas nunca dejen de sorprendernos. De invasoras oportunistas a cazadoras nocturnas, estos animales demuestran que su astucia no conoce límites, aunque su éxito evolutivo, una vez más, podría convertirse en un serio problema para los ecosistemas que invaden.
Fuentes, créditos y referencias:
