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    Bola de fuego captada por la cámara del Observatorio Global de Bolas de
        Fuego en el Parque Provincial del Lago Miquelon, Alberta. Crédito:
        Universidad de Alberta
  
  Los meteoritos se queman en la atmósfera terrestre con regularidad, pero una
  roca espacial que aterrizó en Canadá el año pasado amenaza con hacer tambalear
  toda nuestra comprensión del sistema solar. Los científicos rastrearon sus
  orígenes hasta una lejana nube de cometas que no se creía que albergara
  material rocoso.
  El 22 de febrero de 2021, a las 6:23 de la mañana (hora local), una bola de
  fuego surcó los cielos de Alberta (Canadá). El suceso fue captado
  simultáneamente por observatorios, cámaras de timbre, sistemas de seguridad,
  GoPros y muchos otros ojos de la zona. Parecía tener el tamaño de un pomelo,
  pesaba unos 2 kg y, a juzgar por la forma en que se fragmentó y dejó caer
  trozos más pequeños al entrar, era claramente de roca.
  Se calcula que cada día caen a la Tierra hasta 17 meteoritos. Pero la
  verdadera importancia de esta roca se descubrió cuando los científicos
  averiguaron de dónde procedía.
  Entre las cámaras que captaron el acontecimiento había algunas de una red
  denominada Observatorio Global de Bolas de Fuego (GFO), diseñada
  específicamente para buscar estas estrellas fugaces y permitir a los
  científicos calcular sus trayectorias, así como un punto de origen. Este tipo
  de meteorito rocoso suele proceder del cinturón de asteroides situado entre
  Marte y Júpiter, o de algún lugar aún más cercano a la Tierra.
  Pero en este caso, el equipo descubrió que la bola de fuego había realizado un
  viaje mucho más largo. Según sus cálculos, había viajado desde la nube de
  Oort, un enorme conjunto de objetos helados que rodea el Sistema Solar. Allí
  es donde se cree que se originan los cometas de periodo largo.
  Los modelos actuales de formación de la nube de Oort sugieren que el material
  comenzó mucho más cerca del Sol, como restos del nacimiento de los planetas
  del sistema solar. Con el tiempo, la influencia gravitatoria de Júpiter y de
  los demás gigantes la empujó hasta su distancia actual, entre 2.000 y 200.000
  veces la distancia entre el Sol y la Tierra. Sin embargo, este modelo predice
  que los objetos de Oort deberían estar hechos de hielo, no de roca como esta
  bola de fuego observada.
  "Este descubrimiento respalda un modelo totalmente distinto de la formación
  del Sistema Solar, que apoya la idea de que cantidades significativas de
  material rocoso coexisten con objetos helados dentro de la nube de Oort",
  afirma Denis Vida, autor del estudio. "Este resultado no se explica con los
  modelos de formación del sistema solar actualmente aceptados. Es un completo
  cambio de juego".
  Otros equipos han propuesto que la nube de Oort podría tener orígenes
  distintos de los actualmente aceptados. Estas hipótesis alternativas incluyen
  que los objetos de la nube fueron capturados por la gravedad del Sol y su
  pareja binaria perdida hace mucho tiempo.
Fuentes, créditos y referencias:
    Fuentes:
      Western University,
      New Atlas
  
