Esquís prehistóricos emergen de los glaciares noruegos: nuevas pistas sobre la adaptación humana al cambio climático

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Arqueólogos admiran un esquí prehistórico descubierto en Digervarden. Crédito: Andreas Christoffer Nilsson
Arqueólogos admiran un esquí prehistórico descubierto en Digervarden. Crédito: Andreas Christoffer Nilsson


En las alturas nevadas de Digervarden, una montaña en el corazón de Noruega, un hallazgo extraordinario acaba de arrojar nueva luz sobre cómo los seres humanos han enfrentado climas extremos a lo largo de la historia. Un par de esquís prehistóricos, separados por 1.300 años de historia y apenas cinco metros en el hielo, han sido descubiertos por el equipo del programa Secrets of the Ice. Este hallazgo no solo representa el par de esquís antiguos mejor conservado del mundo, sino que también ofrece valiosas pistas sobre la vida en la Edad del Hierro y la resiliencia humana frente a cambios climáticos severos.

Lars Holger Pilø, codirector del programa y arqueólogo glacial, explica que este descubrimiento es "revolucionario por dos razones: demuestra que las montañas altas se usaban activamente en invierno para cazar y desplazarse, y que los esquís preservados con sus fijaciones intactas nos permiten replicar y experimentar las técnicas de esquí antiguas". Cada esquí fue fabricado con una madera distinta—abedul y pino—pero fueron usados en conjunto, lo que revela una economía de recursos en un entorno inhóspito donde nada se desperdiciaba.

Estos artefactos congelados, que emergen del hielo debido al calentamiento global, son más que reliquias: son cápsulas del tiempo. En muchos casos, el hielo mismo ha realizado el trabajo de excavación arqueológica, exponiendo objetos congelados durante siglos o milenios. Este fenómeno ha sido tanto una bendición para la arqueología como un recordatorio inquietante de la aceleración del cambio climático.

Durante el período conocido como la Pequeña Edad de Hielo Tardía Antigua (535–660 d.C.), los pobladores del altiplano noruego enfrentaron condiciones extremadamente frías que hicieron inviable la agricultura. ¿La respuesta humana? Intensificar la caza de renos sobre el hielo. La cantidad creciente de flechas encontradas en estos sitios es evidencia directa de una adaptación forzada por el clima.

Este cruce entre arqueología y paleoclimatología se fortalece aún más con los análisis de anillos de árboles, los cuales, según la paleoclimatóloga Nicole Davi, proporcionan un contexto temporal de siglos o incluso milenios para comprender el clima actual. Mientras los registros meteorológicos modernos cubren apenas cien años, los árboles y los artefactos congelados ofrecen una narrativa mucho más rica y profunda.

Sin embargo, conectar directamente los hallazgos arqueológicos con registros climáticos antiguos sigue siendo un reto. Como admite Pilø, “la arqueología glacial aún está en pañales” y apenas comenzamos a entender cómo estas piezas encajan en el rompecabezas del clima y la historia humana.

Lo que es claro es que el deshielo está revelando una historia enterrada: una en la que nuestros ancestros, lejos de ser víctimas pasivas del clima, supieron adaptarse con ingenio y tenacidad. A medida que más glaciares se derriten y surgen nuevos objetos, podríamos descubrir claves no solo sobre el pasado, sino también sobre cómo afrontar nuestro propio futuro climático.

Fuentes, créditos y referencias:

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