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Un hallazgo arqueológico singular amplía nuestro conocimiento acerca de la mente simbólica de los neandertales: un canto rodado de roca granítica sobre el que se aplicó deliberadamente un punto rojo de ocre para reforzar la imagen de un rostro humano. Es, hasta el momento, la muestra más antigua de arte mobiliar (objetos portátiles) asociada a los neandertales.
Pero lo más notable de este descubrimiento ha sido la identificación en ese pigmento de una huella dactilar, en un nivel datado inequívocamente hace más de 42 000 años.
La huella convierte el hallazgo en un testimonio directo de una acción simbólica atribuible a un humano neandertal (Homo neanderthalensis).

Han sido más de dos años de investigación, con la imprescindible colaboración de la Unidad Central de Identificación de la Comisaría General de Policía Científica, firmantes junto al equipo de arqueólogos y geólogos del artículo que publicamos en Archaeological and Anthropological Sciences
Los últimos neandertales
El canto rodado con el punto rojo fue hallado en el yacimiento arqueológico del Abrigo de San Lázaro, en el valle del río Eresma –aguas abajo de la ciudad de Segovia (España)–, donde encontramos restos de ocupaciones de los últimos neandertales europeos.
El canto estaba en un nivel en el que hemos encontrado industria lítica musteriense (Paleolítico medio). Son herramientas de piedra claramente asociadas a ocupaciones neandertales, como las documentadas en el conocido Abrigo del Molino y otros yacimientos cercanos.
Un rostro humano y un punto rojo como nariz
En el estudio planteamos la hipótesis de que el objeto fue seleccionado y recolectado del cauce fluvial por su peculiar morfología natural: evoca un rostro humano. La pareidolia facial, ese fenómeno psicológico por el cual percibimos rostros en objetos inanimados, identifica los hoyuelos superiores e inferior como ojos y boca en el canto rodado. La aplicación del pigmento rojo, a modo de nariz, refuerza la percepción de un rostro, y actúa como un marcador visual con carga simbólica.
La posibilidad de que estemos ante una representación simbólica de un rostro humano añade una dimensión interpretativa especialmente relevante al hallazgo arqueológico.
Identificar una huella con ayuda de la policía científica
Uno de los aspectos más destacados del desarrollo de la investigación ha sido el trabajo multi y transdisciplinar que hemos llevado a cabo arqueólogos, geoarqueólogos y miembros de la Comisaría General de la Policía Científica española.
Para llegar a estas conclusiones, se aplicaron una combinación de técnicas sobre el objeto. Primero realizamos una caracterización de detalle en 3D mediante escáneres de alta precisión y modelos digitales, lo que permitió ayudar a descartar su uso funcional. Por ejemplo, descartamos que sirviera como yunque o percutor.
Se llevaron a cabo análisis no invasivos como la fluorescencia de rayos X y la microscopía electrónica de barrido. Los resultados confirmaron que el pigmento rojo era ocre aplicado externamente, y no un elemento natural fruto de la descomposición de los minerales de la roca granítica.
Pero el avance más sorprendente vino del análisis multiespectral. Es una técnica bien conocida que la Comisaría General de Policía Científica española desarrolló específicamente para el estudio del canto rodado. Así, Samuel Miralles Mosquera, uno de los mayores expertos en imagen forense de la policía científica, reveló una huella dactilar invisible a simple vista, impresa directamente sobre el pigmento.
La imagen fue posteriormente analizada por Mª Carmen Sastre Barrio, Encarnación Nieva Gómez, Mª Remedios Díaz Delgado y Elena Ruiz Mediavilla, especialistas en identificación del mismo equipo, quienes confirmaron su compatibilidad con una huella humana de un varón adulto.
Su trabajo permitió identificar la huella dactilar con un nivel de detalle inédito en contextos paleolíticos.
Con su ayuda, el trabajo se ha convertido en una referencia pionera dentro del ámbito de la arqueología y la identificación forense aplicada a tiempos prehistóricos. Aporta una nueva evidencia sobre el mundo simbólico de los neandertales y abre nuevas vías para el estudio de su expresión artística, su sensibilidad visual y su capacidad de abstracción.
La aplicación combinada de estas técnicas científicas refuerza la autenticidad del hallazgo y subraya su carácter excepcional: nos encontramos ante uno de los testimonios físicos más completos de un acto simbólico realizado por un neandertal, cuya huella dactilar quedó impresa de forma deliberada sobre el pigmento.
Quién iba a imaginar que, más de 40 000 años después, ni siquiera los neandertales podrían escapar a la capacidad de identificación por parte de la policía científica.
El contexto científico del hallazgo
El origen del comportamiento simbólico humano y, con él, el surgimiento del arte, constituye una de las cuestiones más debatidas dentro de la investigación sobre la evolución cognitiva de la humanidad. Aunque ambos fenómenos no emergen de manera simultánea, están profundamente interrelacionados, ya que la capacidad simbólica es el fundamento último de toda forma de expresión artística.
Durante décadas, se sostuvo que esta competencia era exclusiva del denominado “ser humano moderno o actual” (Homo sapiens), pero el desarrollo de nuevos enfoques metodológicos y el hallazgo de evidencias cada vez más sólidas han cuestionado esta visión hasta refutarla.
En la actualidad, existe un consenso creciente sobre el hecho de que los neandertales también poseían un repertorio simbólico complejo, manifestado a través de objetos modificados, uso de pigmentos, comportamientos rituales y otras conductas interpretadas sin ambigüedad como expresiones simbólicas.
Uno de los hitos clave fue la publicación, en 2018, en la revista Science, de las dataciones de varias pinturas rupestres halladas en tres cuevas españolas –Ardales, La Pasiega y Maltravieso–. Por primera vez se atribuyeron a neandertales pinturas con un carácter simbólico.
Estas manifestaciones gráficas incluyen formas simples y geométricas, como patrones reconocibles. Su estudio puso de manifiesto la capacidad de este grupo humano para generar imágenes simbólicas cargadas de intencionalidad y significado compartido. Son representaciones sencillas, pero que aparecen repetidas en lugares diferentes de las paredes de las cuevas.
Ahora podemos añadir a la lista de hallazgos la obra de un neandertal. Este varón, uno de los últimos pobladores de Europa, vio un rostro en un canto rodado recogido del río, le pintó con ocre un punto rojo y dejó impresa su huella.

Miguel Angel Mate Gonzalez recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación (MCIN/AEI/10.13039/501100011033) mediante una ayuda Ramón y Cajal (RYC2021-034813-I) y cofinanciadas por el programa “NextGenerationEU”/PRTR de la Unión Europea.
Andrés Díez Herrero, David Álvarez Alonso y María de Andrés-Herrero no reciben salarios, ni ejercen labores de consultoría, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del puesto académico citado.