Vea También
El elemento visual más icónico de la festividad de Halloween es, sin duda, la Jack O'Lantern, una calabaza vaciada y tallada con apariencia de rostro, a menudo de aspecto grotesco o sonriente, que sirve de linterna. En el interior hueco de la calabaza se coloca una fuente de luz, tradicionalmente una vela, cuyo parpadeo proyecta sombras fantasmales y da vida a la mueca tallada, creando una atmósfera inconfundible de misterio y celebración.
La especie de calabaza más utilizada para Halloween –contracción de la expresión inglesa All Hallows’ Eve, que significa “víspera de Todos los Santos”– es la Cucurbita pepo; por ejemplo, las variedades Connecticut field o Jack O'Lantern. Debido a su color, forma redondeada y corteza resistente, resulta ideal para tallar. Pero ojo, porque no siempre se utilizó una calabaza: al principio se tallaban otras hortalizas. Concretamente, nabos.
Jack, el Tacaño
La leyenda más famosa asociada con el origen de la tradición de las hortalizas talladas de Halloween nos lleva a la Irlanda del siglo XVIII y está vinculada a una figura del folclore irlandés conocida como Jack el Tacaño, aunque también recibe los nombres de Jack el Herrero, Jack el Borracho o Jack el Excéntrico.
Jack engañó al diablo dos veces. Primero le convenció para que se transformara en una moneda con la que pagar una última bebida antes de llevárselo al infierno, y después lo dejó atrapado en la copa de un árbol. Para conseguir la libertad, el diablo tuvo que prometer a Jack que jamás volvería a reclamar su alma.
Sin embargo, cuando Jack murió, no pudo entrar en el cielo debido a su vida pecaminosa. El diablo cumplió el trato y nuestro hombre quedó condenado a vagar por la Tierra en la oscuridad eterna, sin poder descansar ni en el cielo ni en el infierno. El maligno, a modo de burla, le arrojó una brasa encendida del averno para que iluminara su camino. Jack puso la brasa dentro de un nabo hueco, que usó a modo de linterna. Y así quedó convertido en Jack O'Lantern (Jack, el de la linterna).
Samhain, la festividad gaélica
La celebración de Halloween tiene raíces arcaicas vinculadas, en gran parte, al festival celta conocido como Samhain, que marcaba el final de la temporada de cosechas y el comienzo del año nuevo celta. En el siglo XVIII, mucha gente de Irlanda celebraba el Samhain, la festividad gaélica, con sus rituales de ir de casa en casa en busca de comida y bebida. De ahí la tradición del “truco o trato”.
Como en la Irlanda preindustrial reinaba la oscuridad, muchos tallaban nabos, patatas y otras hortalizas de raíz y les añadían carbón o velas para crear faroles improvisados que sirvieran de guía a los asistentes. En ocasiones, incluso tallaban rostros en ellas.
Además, existía la creencia antigua que, en la noche de Halloween, la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos se debilitaba, permitiendo a los espíritus buenos y malos regresar. Por esta razón, esa noche las linternas vegetales eran colocadas en las ventanas o entradas de las casas para ahuyentar a esos espíritus, incluido el de Jack O'Lantern. Con el tiempo, los lugareños comenzaron a tallar caras terroríficas en los nabos para ahuyentar a los espíritus malignos.
Un microorganismo cambió los nabos y las patatas por calabazas
La Gran Hambruna irlandesa, también conocida como “hambruna de la patata”, fue un periodo devastador de inanición, enfermedad y migraciones masivas que afectó a Irlanda entre 1845 y 1849, aunque las consecuencias se extendieron hasta 1852.
Aunque se desconocen las cifras exactas, los registros apuntan que al menos se produjeron 1 100 000 de muertes y una emigración masiva de otro millón de personas, lo que supuso un descenso poblacional de casi el 30 %. En realidad, el funesto desenlace del acontecimiento fue multifactorial: confluyeron motivos políticos, religiosos, económicos y, sobre todo, microbiológicos. En concreto, una plaga provocada por el oomiceto Phytophthora infestans, conocido como tizón tardío, destruyó la cosecha de patatas, el alimento básico para gran parte de la población irlandesa pobre. El patógeno es muy agresivo, y los vegetales y cultivos más importantes a los que afecta son la patata y el tomate.
Para desgracia de los irlandeses, el oomiceto se estableció en el suelo. Los siguientes años fueron demoledores, ya que el patógeno persistía y las patatas desaparecían o malograban. Por entonces, no existían sustancias químicas ni métodos genéticos para combatir a Phytophthora. La hambruna y las enfermedades asociadas se cebaron con los más pobres. La desnutrición facilitó la incidencia de infecciones severas como la fiebre tifoidea, la tuberculosis, la difteria o el cólera. Cientos de miles de personas no pudieron superar la debacle y perecieron.
Los irlandeses llevaron Halloween a Estados Unidos
Los más afortunados consiguieron emigrar en busca de nuevas oportunidades, aunque muchos lo hicieron en condiciones deplorables y sucumbieron durante la travesía. La colonia de emigrantes irlandeses más numerosa se estableció en Estados Unidos, un país de mayoría protestante. Sin embargo, más del 90 % de los migrantes irlandeses eran católicos, lo que supuso un impacto notable en la sociedad estadounidense.
De hecho, con los emigrantes irlandeses muchas tradiciones cruzaron el Atlántico. Cuando llegó el momento de celebrar Halloween, hubo un problema de gran magnitud: en América los nabos no eran fáciles de encontrar. Por suerte, los irlandeses inmigrantes encontraron una hortaliza nativa, mucho más grande, llamativa, abundante en otoño y fácil de vaciar y tallar: la calabaza. De inmediato, ésta sustituyó a los nabos y a cualquier otra hortaliza candidata.
Las calabazas talladas con rostros espeluznantes no tardaron en volverse esenciales en las celebraciones de Halloween. Aunque inicialmente servían para ahuyentar el espíritu de Jack y otras almas errantes, con el tiempo, la Jack O’Lantern evolucionó a un simple símbolo festivo. Hoy adorna las casas, mezclando terror y diversión durante todo el mes de octubre.
Calabazas divertidas, pero también peligrosas
Pero ojo, porque las calabazas pueden esconder un peligro. Un estudio publicado en el año 2006, analizó la rápida descomposición fúngica de las calabazas de Halloween (Cucurbita pepo) en Irlanda del Norte durante octubre de 2005. Encontraron que, tras ser talladas y exhibidas, desarrollaban un notorio deterioro microbiano. La investigación reveló la presencia de al menos cinco géneros de hongos (Penicillium, Gibberella, Mucor, Nectria y Fusarium), tres de ellos conocidos por causar infecciones en personas inmunocomprometidas, un riesgo que no había sido documentado previamente.
Por lo tanto, aunque estas hortalizas pueden seguir siendo parte de las festividades, en entornos sanitarios con pacientes vulnerables se recomienda la inspección periódica de las calabazas talladas para procurar minimizar la dispersión de esporas y realizar su descarte inmediato si se observa contaminación fúngica.![]()
Raúl Rivas González, Catedrático de Microbiología. Miembro de la Sociedad Española de Microbiología., Universidad de Salamanca
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.