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Las vértebras de hadrosaurio con fracturas curadas sugieren que una fuerza externa ejerció presión desde arriba. Crédito: Filippo Bertozzo/iScience |
Durante décadas, los paleontólogos han intentado resolver un misterio casi imposible: ¿cómo saber si un dinosaurio era macho o hembra cuando solo quedan huesos? Una vez que los tejidos blandos desaparecen, distinguir el sexo en fósiles parece tarea perdida. Pero un nuevo estudio podría haber dado con una pista tan inesperada como ingeniosa: las heridas provocadas durante el apareamiento.
La investigación, publicada en la revista iScience, propone que ciertos patrones de fracturas en los fósiles podrían ser la clave para reconocer a las hembras, al menos dentro de un grupo muy particular: los hadrosáuridos, también conocidos como dinosaurios pico de pato por sus hocicos planos y anchos.
Estos animales, que habitaron la Tierra durante el Cretácico, han dejado tras de sí abundantes fósiles, y en muchos de ellos —especialmente en la parte media de la cola— se observan espinas neurales fracturadas que sanaron en vida. ¿Qué pudo causar lesiones tan recurrentes en la misma zona? Durante años se barajaron explicaciones: peleas entre individuos, accidentes o incluso pisoteos dentro del grupo. Ninguna lograba encajar del todo.
Para poner fin al debate, el equipo liderado por Filippo Bertozzo, del Instituto Real Belga de Ciencias Naturales, analizó 551 espinas neurales procedentes de colecciones de museos en América del Norte, Europa y Asia, abarcando distintas especies y periodos. Los resultados fueron sorprendentes: las fracturas seguían un patrón casi idéntico en todos los casos.
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Cola de hembra de hadrosaurio que muestra lesiones sexuales. Crédito: Queen's University Belfast |
Los científicos reconstruyeron en 3D las vértebras de Edmontosaurus, uno de los hadrosaurios más completos, y realizaron simulaciones computacionales para reproducir distintos tipos de fuerzas sobre la cola. Lo que encontraron fue revelador: solo un peso diagonal, aplicado con un ángulo de entre 30 y 60 grados sobre la parte superior del hueso, coincidía con el tipo exacto de fractura hallada en los fósiles.
Las causas más obvias quedaron descartadas. Si se tratara de ataques de depredadores, habría marcas de dientes; si fueran golpes por peleas, las fracturas tendrían otro tipo de patrón. En cambio, esa presión oblicua coincidía con una situación muy específica: el peso de un macho montando a una hembra durante el apareamiento.
Las lesiones se localizan precisamente en el punto donde se estima que estaba la cloaca —la abertura reproductiva—, y además, la mayoría de los fósiles pertenecen a ejemplares adultos, lo que refuerza la hipótesis de que se trata de una consecuencia del comportamiento sexual.
Los investigadores lo expresan con cautela, pero el hallazgo podría representar la primera evidencia indirecta de comportamiento sexual en dinosaurios no aviares. Y, de confirmarse, ofrecería una nueva herramienta para identificar fósiles de hembras con mayor precisión que nunca.
Hasta ahora, distinguir el sexo de un dinosaurio era prácticamente imposible sin tejidos blandos o huevos asociados al individuo. Pero este enfoque abre una nueva puerta: las huellas que dejaron en sus cuerpos al reproducirse. En otras palabras, el secreto del sexo de los dinosaurios podría haber estado grabado en sus huesos todo este tiempo.
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