Los científicos miraron dentro de un cráneo neandertal perfecto… y quedaron en shock

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Vista frontal del cráneo neandertal de Altamura (sur de Italia). Crédito: Proyecto K.A.R.S.T. PRIN
Vista frontal del cráneo neandertal de Altamura (sur de Italia). Crédito: Proyecto K.A.R.S.T. PRIN

El viejo dilema sobre si la nariz de los neandertales surgió como una solución extrema al clima gélido empieza por fin a aclararse, y el giro inesperado llega gracias a una cavidad nasal fósil que ha desafiado al tiempo. Durante años, la anatomía del rostro neandertal —especialmente esa zona central que sobresale más de lo habitual— ha dividido a los especialistas. Unos defendían que era fruto directo de las condiciones frías y secas de la Europa glacial; otros, que simplemente respondía a patrones de crecimiento independientes del clima.

Quienes apoyaban la primera idea sugerían que estos humanos arcaicos debieron poseer estructuras internas exclusivas, capaces de templar y humedecer el aire antes de entrar al cuerpo. El problema es que, de haber existido, esas delicadas formaciones óseas serían tan frágiles que lo más probable es que no hubieran resistido miles de siglos bajo tierra.

Y sin embargo, hay un rincón del planeta que conserva una excepción extraordinaria. En la cueva de Lamalunga, en el sur de Italia, yace el llamado Hombre de Altamura, un fósil neandertal atrapado bajo una coraza de calcita que ha protegido cada detalle durante entre 130.000 y 172.000 años. Su estado es tan impecable como delicado: está incrustado en la roca y no puede trasladarse sin destruirlo.

Para examinarlo sin tocarlo, el equipo de Constantino Buzi, de la Universidad de Perugia, recurrió a pequeñas cámaras endoscópicas capaces de deslizarse por la cavidad nasal. A partir de esas imágenes y modelos en 3D, consiguieron observar el interior con una precisión impensable hasta ahora.

Lo que hallaron rompe con décadas de especulación. El fósil no muestra ninguna de las supuestas estructuras internas especiales que, según algunas hipótesis, habrían permitido enfrentar el clima extremo. En realidad, la arquitectura nasal del neandertal se parece mucho a la de los humanos actuales.

Reconstrucción digital de la hemicavidad nasal derecha (en amarillo) del cráneo neandertal de Altamura (transparente, superpuesto). Crédito: Costantino Buzi
Reconstrucción digital de la hemicavidad nasal derecha (en amarillo) del cráneo neandertal de Altamura (transparente, superpuesto). Crédito: Costantino Buzi

La investigación, publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, concluye que la prominencia facial neandertal no deriva del papel funcional de la nariz, sino de una mezcla de herencias evolutivas, dinámicas de crecimiento óseo y las exigencias de un cuerpo corpulento que requería un soporte facial robusto.

Aun así, la nariz neandertal no era un simple adorno anatómico: los autores señalan que era especialmente eficaz recuperando calor y humedad del aire exhalado, lo que seguía siendo una ventaja importante en ambientes fríos.

Para los especialistas, este hallazgo pone fin a una interpretación demasiado simplista de su biología. Y deja algo claro: la historia del rostro neandertal no se entiende mirando solo al clima, sino a un conjunto más amplio de presiones evolutivas que actuaron a lo largo de miles de generaciones.

Fuentes, créditos y referencias:

Costantino Buzi et al, The first preserved nasal cavity in the human fossil record: The Neanderthal from Altamura, Proceedings of the National Academy of Sciences (2025). DOI: 10.1073/pnas.2426309122. www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.2426309122

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