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| Una hormiga reina parásita engaña a las obreras para que maten a su propia madre. Crédito: Current Biology / Takasuka et al. |
Hay descubrimientos que obligan a replantear lo que creíamos saber sobre el comportamiento animal, y el caso que los científicos acaban de documentar es uno de esos que descolocan incluso a quienes llevan décadas estudiando insectos. Un equipo de investigación ha descrito una forma sorprendente de parasitismo social: una reina invasora consigue entrar en una colonia ajena, ganarse a las obreras y lograr que ellas mismas eliminen a su madre biológica.
Una vez consumado el asesinato dentro del nido, la recién llegada ocupa el trono sin resistencia, y las obreras comienzan a criar a sus descendientes como si ese cambio hubiese sido parte natural del ciclo de vida de la colonia. El hallazgo, publicado en Current Biology, plantea un tipo de matricidio orquestado por un tercero que pone patas arriba las teorías clásicas sobre conflictos entre madres y crías.
El autor principal, Keizo Takasuka, de la Universidad de Kyushu, confesó que incluso intentó ver si existía alguna fábula donde una hija fuera engañada para matar a su madre, buscando un paralelo narrativo. Consultó a ChatGPT y descubrió que no había nada parecido en la ficción. La naturaleza, una vez más, supera cualquier guion imaginable.
Lo desconcertante de este escenario es que ninguno de los personajes centrales obtiene un beneficio directo. Ni la reina madre ni sus hijas ganan algo con la muerte. La única que obtiene ventajas es la reina parásita, que dirige toda la operación y después monopoliza la reproducción. Hasta ahora solo se conocían dos formas de matricidio en las que la madre o la descendencia salían favorecidas. Aquí la lógica es distinta: beneficia a un tercero que ni siquiera pertenece a la familia original.
El estudio se centra en dos especies parásitas —Lasius orientalis y Lasius umbratus, conocidas en Japón como “hormigas del mal olor”— y sus anfitrionas habituales, Lasius flavus y Lasius japonicus. Todas ellas habitan un mundo donde los olores son ley: la identidad se define por una mezcla química que permite distinguir quién pertenece al nido y quién no. Cualquier aroma equivocado es tratado como una amenaza.
Según explica Takasuka, la clave del golpe de estado comienza antes de entrar al nido. La reina parásita se las ingenia para impregnarse del olor característico de la colonia objetivo, aprovechando el contacto con obreras que caminan fuera. Ese camuflaje químico le permite atravesar la entrada sin alarmar a nadie y llegar directamente a la cámara donde vive la reina legítima, rodeada de sus hijas.
Cuando ya está dentro y las obreras la aceptan como una más, muestra su verdadera estrategia. La intrusa localiza a la reina hospedera y libera sobre ella una descarga de un olor nauseabundo, probablemente ácido fórmico. El chorro no mata, pero sí altera profundamente su olor natural, sustituyéndolo por uno que las obreras interpretan como repulsivo, ajeno y peligroso.
Takasuka explica que las hormigas dependen tanto del olfato que, al percibir esa nueva firma química en su propia madre, la atacan sin dudar. Lo irónico es que la intrusa tampoco se queda disfrutando de la escena: comprende que el mismo hedor podría volverse en su contra y huye de inmediato antes de que las obreras la confundan con la víctima recién marcada.
La reina parásita regresa solo para volver a rociar el mismo olor cuando es necesario, hasta que las obreras completan el trabajo y sacan el cadáver de la madre fuera del nido. Con el trono vacío, la invasora vuelve a la cámara principal, esta vez sin la marca peligrosa en su cuerpo, y empieza a poner huevos. Las obreras, ahora sin reina y adaptadas a cuidar cualquier cría disponible, se entregan a atender a su nueva ama sin cuestionar el origen genético.
Ese cambio de lealtad significa que la colonia mantiene su funcionamiento social, pero su linaje queda completamente reemplazado. Las futuras generaciones ya no pertenecen a la reina inicial, sino a la infiltrada que tomó el control mediante manipulación química.
El parasitismo social en hormigas no es una novedad. Muchas especies logran infiltrarse en colonias ajenas cambiando su olor o eliminando a la reina directamente. Lo que distingue a este caso es el método: la intrusa no ejecuta la muerte, sino que manipula la percepción de las obreras para que sean ellas quienes hagan el trabajo.
Es una estrategia más limpia, más segura y posiblemente más común de lo que se creía, sobre todo en grupos donde el ácido fórmico y los sistemas olfativos estrictos regulan el orden social. El estudio también amplía la clasificación del matricidio en la naturaleza, incorporando una modalidad donde ni madre ni hijas obtienen beneficios, y donde el conflicto es aprovechado por un invasor externo.
Aunque especies fuera de la subfamilia Formicinae podrían emplear mecanismos distintos, los investigadores creen que este patrón merece ser explorado en mayor profundidad. Lo descubierto subraya un hecho contundente: en estos insectos, el olor es identidad, y una identidad alterada puede convertir a la figura más protegida de la colonia en un enemigo.
Basta una manipulación química bien ejecutada para que todo el sistema social se rompa desde dentro. Y en este caso, el golpe se oculta tras un perfume equivocado, capaz de llevar a una colonia entera a atacar a la reina que juraron defender.
Fuentes, créditos y referencias:
Host daughter ants manipulated into unwitting matricide by a social parasitic queen, Current Biology (2025). DOI: 10.1016/j.cub.2025.09.037
