Vea También
![]() |
| La estrella gigante roja π1 Gruis vista por el Very Large Telescope. Crédito de la imagen: ESO |
Los astrónomos llevan décadas intentando descifrar qué ocurre cuando una estrella empieza a morir, y ahora un nuevo hallazgo aporta una pieza clave a ese rompecabezas cósmico. Un equipo internacional logró confirmar que una gigantesca estrella roja, en pleno proceso de envejecimiento, no está sola: tiene una compañera estelar que orbita tan cerca que podría estar alterando por completo su evolución. Este descubrimiento añade contexto sobre lo que podría ocurrir con la Tierra y el resto de los planetas del sistema solar dentro de unos cinco mil millones de años, cuando el Sol entre en su propia fase de gigante roja.
La protagonista de esta historia es π1 Gruis, conocida cariñosamente por los científicos como “pi-one-Gru”. Se encuentra a unos 530 años luz y tiene la misma masa que nuestro Sol, pero está viviendo un capítulo muy diferente de su vida. Tras agotar el hidrógeno de su núcleo, la estrella pasó al estado de gigante roja del grupo AGB, lo que la ha llevado a expandirse hasta alcanzar entre 350 y 400 veces el tamaño solar. Su brillo también se ha disparado: hoy resplandece miles de veces más que el Sol.
Ese resplandor exagerado es un arma de doble filo. Permite estudiar la estrella a gran distancia, pero hace casi imposible detectar objetos que la acompañen, incluso si esos objetos son otras estrellas. Los compañeros de las gigantes rojas han sido históricamente muy difíciles de identificar. Para resolver este desafío, el equipo recurrió al Atacama Large Millimeter/submillimeter Array (ALMA), el conjunto de 66 antenas ubicado en el desierto de Atacama, en Chile, capaz de observar detalles casi invisibles en longitudes de onda milimétricas.
El líder del equipo, Yoshiya Mori, señaló que conocer con precisión la masa de la estrella AGB es clave para reconstruir la órbita de su compañera. Para ello, compararon su brillo, la forma en la que pulsa y una serie de modelos estelares avanzados. Mori lo resumió así: “Añadir un compañero cercano a la ecuación puede causar un caos aún mayor en los procesos ya complicados de estas estrellas”.
Una estrella se convierte en gigante roja cuando ya no puede fusionar hidrógeno en su núcleo. Al agotarse esa fuente de energía, el centro se contrae bajo su propio peso, mientras que las capas externas se inflan gracias a la fusión de hidrógeno que aún ocurre en la envoltura. Esta expansión puede multiplicar el radio original de la estrella hasta por mil. Y mientras envejecen, las gigantes rojas laten como un corazón irregular, liberando enormes cantidades de material hacia el espacio.
![]() |
| Simulación hidrodinámica del disco de acreción alrededor de la compañera π1 Gru C. Crédito: Nature Astronomy (2025). DOI: 10.1038/s41550-025-02697-2 |
Al final, cuando estrellas como nuestro Sol completan esta etapa, quedan reducidas a una enana blanca rodeada por un enorme halo de gas expulsado, conocido como nebulosa planetaria. Pero si hay una estrella compañera orbitando cerca, todo puede complicarse: la gravedad del acompañante puede distorsionar la envoltura, robar parte del material o incluso modificar la forma en que la gigante roja pierde masa.
El problema es que casi nunca se han podido observar directamente esos compañeros durante la fase AGB, lo que ha dejado grandes vacíos en nuestra comprensión de estos procesos. Para llenar ese hueco, el equipo tomó los datos recientes de ALMA sobre π1 Gruis y los enfrentó a simulaciones extremadamente detalladas, tanto del modelo de Monash University como de estudios previos que predicen cómo deben pulsar las gigantes rojas.
Aquí llegó la sorpresa: encontraron pruebas sólidas de que π1 Gruis sí tiene una compañera estelar, y lo más inesperado es que su órbita es casi perfectamente circular. Esto contradice las predicciones tradicionales, que sugerían órbitas elípticas para los acompañantes de gigantes rojas, debido a las perturbaciones gravitatorias esperadas durante los últimos capítulos de la vida estelar.
La conclusión es directa: la órbita de esta compañera se habría redondeado mucho más rápido de lo que se creía posible. Esto obliga a reconsiderar cómo influyen estos objetos en el destino de las estrellas envejecidas, y cómo podría el Sol interactuar algún día con los planetas que aún queden cerca cuando él mismo se infle hasta dimensiones colosales.
Como recordó el investigador Mats Esseldeurs, de KU Leuven: “Comprender el comportamiento de estos compañeros permite predecir mejor lo que ocurrirá con los planetas del Sol y cómo influye un acompañante en la evolución de la gigante roja”. Lo que parece una observación puntual, en realidad abre una ventana hacia el futuro remoto de nuestro propio sistema solar.
En esencia, π1 Gruis nos está mostrando hoy lo que el Sol podría ser mañana: un gigante inflamado, pulsante, rodeado de material en expansión… y tal vez acompañado por cuerpos que alteren su despedida final.
Fuentes, créditos y referencias:
Mats Esseldeurs et al, Evidence for the Keplerian orbit of a close companion around a giant star, Nature Astronomy (2025). DOI: 10.1038/s41550-025-02697-2

