Entre datos y dogmas: la peligrosa ideologización de la ciencia

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Manifestación popular a favor de la ciencia en Chicago. Christine Dannhausen-Brun/Shutterstock

La ciencia y la política están tan relacionadas que no existen la una sin la otra. La política para la ciencia define cómo y qué ciencia se hace. Por otro lado, la ciencia para la política o asesoramiento científico, es el input de conocimiento para la formulación de políticas públicas y la toma de decisiones informadas por parte de los gobiernos.

La relación entre ciencia y política es, en principio, beneficiosa. Aunque a veces se vuelve perniciosa, especialmente si, como ocurre en EE. UU., la ciencia se convierte en una opinión política, que se financia o se bloquea, se acepta o se rechaza, por motivos ideológicos, no basándose en el beneficio o el conocimiento que proporciona.

Pero es, sobre todo, compleja, pues implica una constelación de sesgos, valores e intereses. Pensemos en el apagón del 28 de abril en la península ibérica y cómo ha reactivado el debate político entre energía nuclear y renovable. Desde una perspectiva científico-técnica, la política debería centrarse en escuchar y aplicar el conocimiento científico disponible para resolver el debate.

Sin embargo, la ideología está también muy presente. Argumentos políticos de signo contrario emplean distinta evidencia científica para promocionar un determinado modelo energético. Además, los resultados de estas decisiones afectan directamente a qué tipo de ciencia o en qué tecnología se invertirán más recursos.

Por otra parte, la ciencia y sus expertos no son totalmente neutrales, y su apoyo a una u otra opción puede verse influido por su propia ideología o por su relación profesional con ese campo de estudio o tecnología.

La ciencia como algo positivo frente a la política

La percepción de la relación entre ciencia y política también es compleja. Mientras que las instituciones científicas tienden a valorarse positivamente y la mayor parte de la población confía en ellas, ocurre lo opuesto con la política y sus actores. Así que, ¿puede la desconfianza hacia la política afectar a cómo percibimos la ciencia?

En una sociedad tan polarizada como la norteamericana, se observa una brecha cada vez mayor en la confianza en la ciencia entre republicanos y demócratas. Si nos centramos en la ciencia para la política, también durante la pandemia fuimos testigos del rechazo a las medidas de aislamiento promovidas por los gobiernos apoyados en las recomendaciones científicas.

Según una encuesta realizada en marzo de 2025 en EE. UU. sobre la confianza en las Agencias de Salud, los republicanos confían mucho menos en ellas que los demócratas. Pero el 57 % de ellos afirma que confiará más en sus recomendaciones sanitarias ahora que tienen a los suyos en el gobierno.

Cuando la ciencia condiciona las decisiones

En España, en un estudio realizado en la Unidad de Investigación en Ciencia, Tecnología y Sociedad (UICTS) del CIEMAT en 2021, encontramos que la frase “La ciencia limita la libertad individual de la gente diciéndoles qué deben comer o qué deben hacer” es el principal indicador de actitud negativa hacia la ciencia.

En nuestro último estudio hemos hecho una incursión en el análisis de la imagen de la ciencia para la política y hemos encontrado lo siguiente:

  1. La población suscribe mayoritariamente la frase “La ciencia que asesora a la política solo sirve para justificar lo que los políticos quieren”. Hay un 20 % que está nada o poco de acuerdo; el 57 % está algo o bastante de acuerdo, y un 23 % está muy o totalmente de acuerdo.

  2. Es todavía mayor el acuerdo con la frase “El asesoramiento científico es útil para tomar decisiones políticas”. Los que no lo suscriben baja al 11 %, y hay un 33 % muy o totalmente de acuerdo.

  3. A la población le importa el uso que se pueda hacer de la ciencia para la política. Mientras que al 10 % le preocupa nada o poco, al 33 % le preocupa mucho o totalmente.

  4. La población está de acuerdo en que es beneficioso para la sociedad que la ciencia asesore a la política, aunque el 16 % está poco o nada de acuerdo. El 30 % está muy o totalmente de acuerdo.

Cuando combinamos estas afirmaciones dos a dos, encontramos que un número significativo de personas percibe la utilidad y el beneficio, pero a la vez le preocupa el uso y desconfía de que no sea una excusa para quienes se dedican a la política.

Además de la situación en EE. UU., se ha encontrado a nivel mundial evidencia de una relación no lineal entre la mentalidad conspirativa hacia la ciencia (que implica el máximo de desconfianza posible) y la ideología. Se asocia con los extremos ideológicos, pero especialmente con el extremo derecho.

Es un fenómeno menos estudiado en España. En la figura 1 se observan dos cosas:

  1. La ideología influye significativamente en la percepción de la ciencia para la política.

  2. Esta influencia depende de que se trate de afirmaciones positivas o negativas. En las primeras solo hay diferencias entre los valores extremos: las personas que responden “Nada” tienen ideología más conservadora que las que optan por el resto de opciones y, a la vez, las que responden “Totalmente” son las más progresistas. No hay diferencias en ideología entre quienes seleccionan “Poco”, “Algo”, “Bastante” o “Mucho”. En las frases negativas, en cambio, se observa que cuanto más de acuerdo con la frase, más conservadoras son las personas.

La percepción de la ciencia depende del tipo de ciencia. Pensamos que se pueden agrupar en función de su principal resultado: la ciencia epistémica se ocupa del conocimiento, la praxeológica de las soluciones y la instrumental de los beneficios.

Creemos que la ciencia para la política es ciencia praxeológica y, como tal, se debería aceptar o rechazar en función de las implicaciones que tiene para la población; por eso no gusta cuando se percibe que limita la libertad individual. Sin embargo, su vínculo con la política hace que se perciba como ciencia instrumental, que es rechazada por la población.

En España hay cada vez más polarización política y está empezando a contagiar a la imagen social de la ciencia. Cuando esta se ideologiza, la discusión deja de centrarse en los hechos y pasa a tratar solo de ideología. Esto es peligroso.

The Conversation

Ana Muñoz van den Eynde recibe fondos de la Agencia Estatal de Investigación y la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología.

Ramón Iker Soria Royuela recibe fondos de la Agencia Estatal de Investigación y la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología.

Unai Coto Suárez recibe fondos de la Agencia Estatal de Investigación y la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología.


Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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