Más allá de la falta de comida: las causas ocultas de la desnutrición crónica infantil

Vea También

Medición de la altura vigilar posibles casos de desnutrición infantil en un campo de refugiados de Alepo (Siria) en 2022. Mohammad Bash/Shutterstock

En 2025 vence el plazo para alcanzar las metas mundiales sobre nutrición acordadas por la Organización Mundial de la Salud. Aun así, muchas de ellas siguen lejos de cumplirse, como la reducción de la desnutrición crónica infantil. Este problema representa uno de los mayores desafíos para el desarrollo humano en el siglo XXI.

Cuando escuchamos hablar de “desnutrición crónica infantil” es común imaginar a niños y niñas que no comen suficientes alimentos. Sin embargo, detrás de esta imagen se esconde un rompecabezas mucho más complejo.

La desnutrición crónica no solo es un problema vinculado a la ingesta de alimentos, sino también una consecuencia de fallas sistémicas como la pobreza, la desigualdad, la falta de acceso a servicios básicos y las políticas públicas ineficaces.

En este artículo examinamos algunas de estas causas, que suelen ser menos visibles, pero igualmente determinantes en la desnutrición crónica infantil. Comprenderlas es esencial para diseñar intervenciones efectivas que transformen la vida de millones de niños en todo el mundo.

Pobreza y acceso a una alimentación variada

La pobreza es uno de los principales determinantes de la desnutrición crónica infantil. Esto es debido a que las familias con recursos económicos limitados a menudo no pueden permitirse una alimentación variada.

Un estudio publicado en 2019 destacó que, en países con altas tasas de pobreza como Níger, las calorías provenientes del huevo son 23 veces más caras que las de los cereales.

En contraste, en países desarrollados como Estados Unidos esta diferencia es de solo 1,6 veces. Esta disparidad económica restringe la capacidad de elección alimentaria. Las consecuencias son una dieta monótona y deficiente en nutrientes, lo que provoca que millones de niños se encuentren en lo que UNICEF ha definido como “pobreza alimentaria infantil”.

Desigualdad de género y su impacto en la nutrición

La desigualdad de género desempeña un papel crucial en la perpetuación de la desnutrición infantil. En muchas culturas las mujeres son las principales responsables de la alimentación y el cuidado de los hijos, pero a menudo carecen de autonomía financiera y acceso a recursos como la tierra y el crédito.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las mujeres rurales que disponen de recursos adecuados, servicios básicos y oportunidades económicas se transforman en catalizadoras para combatir el hambre, la malnutrición y la pobreza. Su empoderamiento genera un efecto multiplicador que beneficia a familias y comunidades completas.

Además, la falta de políticas de apoyo a la maternidad y lactancia en el ámbito laboral dificulta que las madres proporcionen una nutrición óptima durante los primeros años de vida de sus hijos. Existe una amplia evidencia científica acerca de los beneficios del amamantamiento para combatir la desnutrición infantil.

Sin embargo, según Naciones Unidas, en unos 50 países las mujeres carecen de permisos por lactancia. Y donde los hay, generalmente duran solo seis meses, a pesar de que se recomienda la lactancia durante dos años o más.

Acceso insuficiente a servicios básicos

La carencia de acceso a servicios básicos como agua potable y saneamiento, así como a sistemas de educación y salud de calidad, agravan el problema.

Las enfermedades infecciosas, especialmente las que causan diarrea, están estrechamente relacionadas con la desnutrición infantil. Según Acción contra el Hambre, cada día mueren 1 000 niños debido al consumo de agua contaminada, saneamiento deficiente y condiciones de higiene inadecuadas.

Estas cifras subrayan la necesidad de mejorar los sistemas de agua potable y saneamiento, así como de fortalecer la atención primaria de salud, para prevenir enfermedades que contribuyen a la desnutrición.

Por otro lado, en ocasiones las familias desconocen prácticas clave para garantizar una alimentación adecuada y prevenir la desnutrición crónica infantil. La falta de educación nutricional, tanto en las escuelas como en programas dirigidos a las familias, puede perpetuar mitos y prácticas alimentarias inadecuadas.

Aumento de las crisis humanitarias y alimentarias

Estos determinantes sociales se ven agravados aún más ante un panorama humanitario global muy desalentador. Los conflictos armados y las crisis humanitarias, cada vez más frecuentes e intensas por los efectos del cambio climático, exacerban la desnutrición infantil.

En situaciones de emergencia la disponibilidad de alimentos se reduce drásticamente y la inseguridad alimentaria se convierte en un problema urgente. La escasez de alimentos, la destrucción de infraestructuras y la interrupción de los servicios básicos crean un entorno donde la desnutrición pone en riesgo la vida de los niños.

Un problema complejo que requiere cooperación global

Esta complejidad de la desnutrición exige respuestas integrales y coordinadas. Es fundamental que las políticas públicas aborden de manera simultánea los diversos factores que contribuyen a este problema. Para ello, se requiere la colaboración de gobiernos nacionales y locales, empresas, organizaciones sociales y sociedad civil.

Estas son algunas de las acciones que, en conjunto, reducirían significativamente la prevalencia de la desnutrición crónica infantil:

  1. Garantizar el acceso a servicios de salud de calidad.

  2. Impulsar programas de educación nutricional.

  3. Asegurar el acceso a agua segura.

  4. Implementar medidas de reducción del riesgo de desastres.

  5. Garantizar la disponibilidad de alimentos nutritivos a precios asequibles.

Para lograr avances y cumplir las metas mundiales vinculadas a la nutrición necesitamos mirar más allá de las soluciones inmediatas y comprender las causas estructurales que perpetúan el problema. Solo mediante un enfoque multisectorial podremos romper el ciclo de la desnutrición crónica infantil y garantizar un futuro más saludable y equitativo para las nuevas generaciones.

The Conversation

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.


Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Artículo Anterior Artículo Siguiente

Anuncio publicitario

Reciba actualizaciones por Telegram