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Gravímetro y estación GPS con el Cerro Uturuncu al fondo. Crédito: Duncan Muir, Universidad de Cardiff. |
Aunque no ha entrado en erupción en 250 mil años, Uturuncu sigue dando señales de vida. Una colaboración internacional revela qué ocurre bajo tierra en uno de los sistemas volcánicos más enigmáticos del planeta.
Por décadas, Cerro Uturuncu —ubicado en el corazón del altiplano boliviano— ha sido un misterio para los vulcanólogos. Este coloso, inactivo desde hace más de 250 mil años, continúa mostrando signos inquietantes: terremotos frecuentes, emisiones de gases y una deformación del terreno que dibuja un extraño patrón de “sombrero”. Estos signos, propios de un volcán activo, contrastan con su largo letargo, por lo que los científicos lo apodaron el “volcán zombi”.
Ahora, una investigación publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) ofrece una visión sin precedentes sobre lo que realmente ocurre bajo la superficie de Uturuncu. El estudio, liderado por científicos de China, Reino Unido y Estados Unidos, combinó imágenes sísmicas de alta resolución, modelos físicos y análisis de la composición de las rocas para descifrar la anatomía de este sistema volcánico aparentemente dormido.
Los investigadores analizaron señales generadas por más de 1.700 terremotos locales para construir una especie de tomografía tridimensional del interior del volcán, una técnica comparable a las utilizadas en medicina para observar el cuerpo humano.
Lo que descubrieron fue un complejo sistema de “plomería volcánica” bajo la corteza: una red de reservorios conectados por canales donde se acumulan líquidos y gases geotermales. Estos fluidos calientes ascienden desde una gigantesca masa magmática subterránea —la conocida como Altiplano-Puna Volcanic Complex, el mayor cuerpo de magma conocido en la corteza terrestre— y deforman el terreno al acumularse bajo el cráter.
La buena noticia es que, según los autores del estudio, no hay indicios de una erupción inminente. Aunque la actividad subterránea es real, está relacionada con el movimiento de fluidos geotermales más que con el ascenso de magma fresco.
“El riesgo eruptivo de Uturuncu sigue siendo bajo”, afirmó el profesor Mike Kendall, coautor del estudio desde la Universidad de Oxford. “Pero esta investigación demuestra la importancia de monitorear incluso a los volcanes considerados inactivos, porque algunos —como este— aún pueden estar muy vivos bajo la superficie”.
Además de aclarar el caso de Uturuncu, este trabajo establece una metodología que podría aplicarse a los más de 1.400 volcanes potencialmente activos en el mundo, incluyendo aquellos que, como Uturuncu, muestran señales de vida pese a estar catalogados como extintos.
“Lo que hemos aprendido aquí puede ayudar a entender otros sistemas volcánicos complejos, mejorar la vigilancia volcánica y reducir los riesgos para las poblaciones cercanas”, dijo el profesor Haijiang Zhang, de la Universidad de Ciencia y Tecnología de China.
Uturuncu, el “zombi” de los Andes, sigue en pie. No como una amenaza inmediata, sino como un recordatorio de que la Tierra, incluso en su aparente quietud, nunca deja de moverse.
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