Criaturas que habitan aguas termales, de la mitología gallega a la vida extraterrestre

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Galicia, en el noroeste de España, es mucho más que mar y lluvia. Es también la región con más riqueza termal de la península ibérica, y una de las mayores de Europa. De sus tierras brotan más de 300 fuentes de aguas calientes, muchas con propiedades mineromedicinales.

Desde hace siglos, estas aguas han sido veneradas. Los romanos ya levantaron termas en Ourense, pero antes de ellos, los pueblos celtas rendían culto a divinidades locales asociadas al agua. En los manantiales gallegos habitaban ninfas, xacias, mouras o donas, espíritus femeninos ligados a la fertilidad y al misterio.

Mural donde se representa a una xacia, ser mitológico gallego, mitad mujer, mitad pez, en el Colexio Público Monte Baliño, en Pantón. Ribeira Sacra.

Nombres antiguos de fuentes aún conservan rastros de dichas creencias. Pero ¿qué seres habitan realmente en estos manantiales calientes? La ciencia nos ofrece hoy una respuesta fascinante.

Vida en agua hirviendo: los termófilos

Existen microorganismos, llamados termófilos, que viven donde la mayoría no sobreviviría: en aguas a más de 60 °C. Algunos de ellos, los hipertermófilos, prosperan incluso por encima de los 100 °C. El récord lo ostenta actualmente una arquea llamada Methanopyrus kandleri, capaz de crecer a 122 °C, hallada en fuentes hidrotermales profundas del océano.

Los termófilos pueden ser bacterias o arqueas –organismos procariotas unicelulares–, dos de los tres grandes dominios de la vida. Han desarrollado adaptaciones sorprendentes para sobrevivir al calor: sus membranas celulares son más resistentes, sus enzimas están diseñadas para no desnaturalizarse –dañarse, perdiendo sus propiedades– a altas temperaturas y su ADN está mejor protegido frente al daño térmico. Incluso su maquinaria genética –como el ARN mensajero o los ribosomas– presenta modificaciones únicas.

Estas adaptaciones no solo son fascinantes desde el punto de vista biológico, también nos enseñan hasta dónde puede llegar la vida.

¿Cómo los estudiamos?

Durante mucho tiempo, estudiar a los termófilos exigía cultivarlos en laboratorio, algo complicado, ya que muchos no crecen en condiciones artificiales. Sin embargo, en las últimas décadas, la metagenómica ha revolucionado este campo. Esta técnica permite estudiar el ADN directamente extraído del ambiente, sin necesidad de cultivar los microorganismos. Así, podemos saber quién está allí y qué funciones desempeña cada uno.

La metagenómica nos permite descubrir nuevos genes, enzimas y rutas metabólicas. Por ejemplo, en fuentes termales gallegas se han detectado comunidades microbianas únicas, aún poco exploradas. Estas tecnologías también nos permiten comparar las aguas termales gallegas con las de otros lugares extremos del mundo, como Yellowstone o Islandia.

Extremófilos del tipo termófilo producen algunos de los vistosos colores de la fuente termal Grand Prismatic Spring, en el Parque Nacional Yellowstone. Carsten Steger / Wikimedia Commons., CC BY

¿Por qué nos interesan tanto?

Estudiar microorganismos termófilos no es solo una curiosidad científica. Aportan claves sobre los orígenes de la vida, ya que muchos expertos creen que los primeros seres vivos aparecieron en ambientes calientes como las fumarolas marinas.

Además, sus enzimas son estables y activas a altas temperaturas, lo que las hace muy valiosas para la industria. Un ejemplo conocido es la enzima Taq polimerasa, extraída de Thermus aquaticus, que permitió el desarrollo de la PCR, una técnica clave para amplificar ADN. Gracias a ella, hoy podemos hacer test genéticos, diagnósticos médicos, o estudios forenses de forma rápida y fiable.

Fumarola en la dorsal atlántica. NOAA.

Pero hay muchas otras termoenzimas útiles para diversos procesos industriales, como la producción de biocombustibles, alimentos, piensos o detergentes. Actualmente, se exploran aguas termales gallegas en busca de nuevas moléculas con potencial comercial.

Vida más allá de la Tierra

El estudio de los termófilos y otros extremófilos (organismos que viven en condiciones extremas) ha transformado la astrobiología: la ciencia que busca vida fuera de la Tierra. Antes, pensábamos que la vida solo era posible en ambientes templados y parecidos al nuestro. Pero ahora sabemos que puede existir en contextos extremos de temperatura, acidez, presión o salinidad.

Esto ha ampliado el concepto de “zona habitable” en el sistema solar. Lugares como Europa (una luna de Júpiter) o Encélado (luna de Saturno), que esconden océanos subterráneos bajo capas de hielo, podrían albergar fuentes hidrotermales como las de la Tierra. Y si aquí hay vida en esas condiciones, ¿por qué no allí?

Representación artística de los posibles géiseres de Europa. NASA.

La existencia de termófilos nos obliga a replantearnos qué es necesario para que la vida surja y se mantenga. Nos muestra que la vida puede ser mucho más resistente y versátil de lo que creíamos.

Los termófilos nos conectan con nuestras raíces mitológicas y con el futuro de la exploración espacial. Desde las aguas encantadas de Galicia hasta los hielos de lunas lejanas, nos hablan de la capacidad de la vida para abrirse paso en los rincones más inesperados del universo.

The Conversation

Manuel Becerra Fernández recibe fondos del Ministerio de Ciencia e Innovación (PID2021-126194OB-C22; PDC2022-133820-100) y del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades (PLEC2023-010301).



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