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Las autoridades sanitarias del Reino Unido están investigando en estos momentos una treintena de casos recientes de botulismo relacionados con la administración de inyecciones cosméticas de toxina botulínica, comúnmente conocidas como bótox.
Este tipo de incidentes no son nuevos. Cada año se reportan numerosos casos de botulismo iatrogénico, es decir, causado por un tratamiento médico o estético.
Riesgos de las inyecciones no reguladas
En 2024, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU. alertaron sobre al menos 19 casos de reacciones adversas graves vinculadas a inyecciones de bótox falsificadas, adulteradas o mal administradas. Las afectadas, en su mayoría mujeres, sufrieron síntomas como visión borrosa, boca seca, dificultad para hablar y respirar, fatiga y debilidad generalizada. Estos incidentes se relacionaron con la administración de la toxina por personal sin licencia ni capacitación, o en entornos no sanitarios como hogares o spas.
Un año antes, concretamente el 7 de marzo de 2023, el Centro Nacional de Enlace para el RSI (CNE) de Alemania había notidicado a la OMS cinco casos de botulismo iatrogénico en personas sometidas a procedimientos médicos con inyección de neurotoxina botulínica tipo A (NTBo/A) en instituciones sanitarias de Turquía.
¿Qué es la toxina botulínica y cómo actúa?
La toxina botulínica es una de las sustancias más mortíferas que existen. La produce principalmente la bacteria Clostridium botulinum–y, a veces, Clostridium butyricumy, Clostridium baratii o Clostridium botulinum–. Se trata de un patógeno ubicuo que suele acampar a sus anchas tanto en el suelo como en el agua.
La toxina botulínica actúa bloqueando la liberación de acetilcolina, un neurotransmisor necesario para producir la contracción de los músculos, lo que se traduce en parálisis muscular. Además, al inhibir la liberación de acetilcolina provoca síntomas como visión doble (diplopía), debilidad bulbar, dificultad para hablar (disfonía), trastorno de la ejecución motora del habla, sequedad de boca y debilidad muscular generalizada, que desemboca en insuficiencia respiratoria.
La dosis letal media para el ser humano ha sido estimada en alrededor de dos nanogramos de toxina botulínica por kilogramo de peso corporal. Esto significa que bastan unos 0,00000015 gramos de esta proteína para acabar con la vida de una persona adulta de complexión mediana. Si hacemos cálculos, poco más de un kilo de toxina sería suficiente para acabar con toda la humanidad. o Por cierto, que esta misma toxina parece estar detrás del síndrome parético que desde hace años está mermando las poblaciones de gaviotas en España y Portugal.
Eliminar arrugas del ceño, pliegues de la frente y patas de gallo
En medicina estética, las inyecciones de toxina botulínica tipo A son conocidas con el término genérico de bótox, por el nombre comercial del primer producto que fue comercializado y que se denominó BOTOX®. Este tipo de inyecciones se han convertido en uno de los procedimientos cosméticos más populares en todo el mundo.
En Estados Unidos, en 2003, apenas un año después de que la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA)) aprobara la toxina botulínica para el tratamiento de las líneas glabelares faciales, se realizaron más de 2 millones de inyecciones cosméticas. Hoy en día, es el procedimiento cosmético más común para eliminar arrugas del ceño, pliegues de la frente, líneas de expresión y patas de gallo. Y se espera que el mercado global de la toxina botulínica, valorado en 8 590 millones de dólares en 2025, crezca a una tasa anual superior al 7 % hasta 2030.
Los principales factores que impulsan este crecimiento son el envejecimiento de la población, el aumento de las cirugías mínimamente invasivas, el auge de los procedimientos estéticos faciales y la creciente preferencia por alternativas no quirúrgicas y los avances en innovación. Países como China están experimentando una demanda significativa, impulsada por el aumento de la renta disponible y una mayor preocupación por la imagen personal.
En España, según la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME), en 2022 había 6 725 centros sanitarios autorizados para la medicina estética, cifra que creció a 7 661 en 2024. De los 626 778 tratamientos faciales de medicina estética realizados en 2021, el 42 % correspondió a la toxina botulínica. En 2023, la toxina botulínica fue uno de los tratamientos faciales más solicitados en España.
Apenas tiene efectos secundarios
El tratamiento con toxina botulínica es considerado seguro, eficaz y prácticamente sin efectos secundarios graves. Las secuelas que pueden aparecer en cualquier zona tras una inyección de toxina botulínica incluyen dolor, edema, eritema, equimosis e hipoestesia a corto plazo.
En ocasiones excepcionales puede producirse un debilitamiento excesivo de los músculos diana y paresia de los músculos adyacentes, e incluso dificultad para respirar, problemas para tragar, debilidad muscular y problemas de visión, que podrían requerir atención médica inmediata. También son posibles efectos secundarios menos graves, como ptosis o párpados caídos, incapacidad de cerrar completamente los párpados, asimetría labial o de cejas, percepción de dos imágenes de un único objeto, ojo seco, pliegue del párpado exponiendo la superficie interna y la conjuntiva, incapacidad para cerrar los labios con firmeza, babeo involuntario y cambios en la expresión facial, entre otros.
El uso de toxina botulínica está contraindicado durante el embarazo y la lactancia, en menores de edad y en individuos con hipersensibilidad o alergia conocida a la toxina botulínica tipo A. También en quienes estén tomando ciertos relajantes musculares y anticuerpos como los aminoglucósidos, así como aquellos con transtornos hemorrágicos o con infección o inflamación en la zona propuesta para las inyecciones y en personas con trastornos neuromusculares como miastenia gravis o esclerosis lateral amiotrófica.
Bótox contra las migrañas y la sudoración intensa en las axilas
En 1981, el oftalmólogo Alan Scott fue pionero en el tratamiento del estrabismo con toxina botulínica y allanó el camino a la investigación clínica y a su empleo en muchas especialidades.
Hoy en día, la toxina botulínica es usada en el tratamiento de vejiga hiperactiva, incontinencia urinaria, migrañas crónicas, espasticidad (contracciones que causan rigidez muscular), distonía cervical (los músculos del cuello se contraen involuntariamente), sudoración intensa en las axilas, espasmos de párpados, babeo excesivo y tratamiento de otros diversos trastornos oftalmológicos, gastrointestinales, urológicos, ortopédicos, dermatológicos, dentales, secretores o que se manifiestan por contracciones musculares anormales, excesivas o inapropiadas.
Botulismo por conservas mal preparadas
Además del botulismo iatrogénico, que puede ocurrir si se inyecta demasiada toxina botulínica por razones estéticas o médicas, existen otros tipos de botulismo: por heridas, toxemia intestinal, por inhalación, botulismo del lactante y botulismo alimentario. Éste último es el más común, habitualmente provocado por el consumo de conservas caseras mal preparadas. Aparece entre 12 y 36 horas después de ingerir alimentos contaminados y puede ser muy grave, requiriendo cuidados intensivos y antitoxina. A pesar del tratamiento, entre el 5 % y el 10 % de los pacientes fallecen. Para evitarlo conviene evitar alimentos con olores extraños, latas hinchadas o conservas con tapas abombadas.
La historia del botulismo es, no cabe duda, un fascinante viaje desde una toxina mortal hasta una herramienta terapéutica y estética de inmenso valor. La clave para evitar riesgos innecesarios está en inyectarse solamente toxina botulínica de proveedores autorizados y capacitados para administrar la inyección.

Raúl Rivas González no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.