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El futuro del Neil Gehrels Swift Observatory está entrando en una etapa crítica. Después de más de dos décadas en órbita, este veterano telescopio de la NASA se encuentra perdiendo altura de forma acelerada y, según las proyecciones más recientes, hay un 90% de probabilidad de que vuelva a la Tierra en una reentrada descontrolada antes de que termine 2026. Para evitarlo, la agencia ha recurrido a una solución tan arriesgada como inédita: encomendar su rescate a la empresa tecnológica Katalyst.
Swift fue lanzado el 20 de noviembre de 2004 y, desde entonces, se convirtió en una pieza clave para comprender algunos de los fenómenos más extremos del cosmos. Ha detectado estallidos de rayos gamma, ha rastreado eventos energéticos a escalas impensables y hasta ha estudiado el cometa interestelar 3I/ATLAS. Pero incluso los exploradores más valientes no pueden escapar a las reglas de la órbita terrestre baja: la tenue atmósfera, aunque imperceptible para un ser humano, ejerce suficiente fricción como para ralentizarlo año tras año.
Todo se agravó con el reciente pico de actividad solar registrado el pasado octubre. Cuando el Sol se agita, la parte externa de la atmósfera terrestre se expande y se vuelve más densa. Ese “inflado” atmosférico actúa como un freno adicional. NASA lo dejó claro hace unos meses: Swift se está hundiendo más rápido de lo esperado. Hay un 50% de probabilidad de que caiga antes de junio de 2026 y un panorama aún más sombrío para 2027.
De ahí entra en escena Katalyst. La empresa recibió un contrato de 30 millones de dólares para construir una nave robótica capaz de elevar a Swift a una órbita más segura. Y lo hará utilizando un método poco convencional: lanzando su vehículo a bordo de un cohete Pegasus XL, diseñado por Northrop Grumman, que despegará no desde una plataforma terrestre, sino desde un avión. Esta maniobra aérea permitirá alcanzar la órbita inclinada y peculiar en la que se encuentra Swift, algo que sería más complejo de lograr desde un puerto espacial tradicional.
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| En 2026, una misión única intentará salvar un telescopio de la NASA destinado a estrellarse incontrolablemente contra la Tierra. Crédito: Katalyst |
Si esta primera parte funciona, llega el verdadero desafío. El telescopio no fue diseñado para ser reparado o tocado en órbita, a diferencia del Hubble, que recibió varias visitas de astronautas del transbordador espacial. Por eso el equipo de Katalyst desarrolló un sistema de captura robótica hecho a medida, capaz de acoplarse sin poner en riesgo los delicados instrumentos científicos del observatorio. Todo esto, además, bajo una presión temporal enorme.
“Esto trata de salvar un recurso científico de clase mundial mientras demostramos que Estados Unidos puede responder rápido en órbita”, declaró Ghonhee Lee, CEO de Katalyst. Añadió que esta misión busca probar que es posible pasar de la identificación del problema al acoplamiento robótico en menos de un año, una meta que pondrá a prueba tanto la ingeniería como la capacidad operativa de la empresa.
Si la operación logra extender la vida de Swift, podría abrir una nueva era para el mantenimiento orbital. Otros observatorios, incluido el propio Hubble, podrían beneficiarse de tecnologías similares en el futuro. Hubble, aunque está en una órbita más alta y estable, comparte el mismo destino final: una lenta caída que, tarde o temprano, habrá que enfrentar.
Por ahora, todo depende de que este intento sin precedentes funcione. Swift ha pasado 21 años mirando los eventos más violentos del universo. Ahora, es el universo —o mejor dicho, el ingenio humano— el que tendrá que correr para salvarlo.

