Las plantas utilizan redes subterráneas para «espiar» a sus vecinas

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Ectomycorrhizal mushroom in Tierra del Fuego. Credit: Mateo Barrenengoa.
Ectomycorrhizal mushroom in Tierra del Fuego. Credit: Mateo Barrenengoa.

En el sombrío mundo subterráneo bajo nuestros pies se desarrolla un complejo drama que refleja la sociedad humana de formas inesperadas. Un nuevo estudio, publicado recientemente en Phys.org, ha revelado datos fascinantes sobre la forma en que plantas, hongos y microorganismos se comunican e interactúan en redes subterráneas, y los papeles que asumen como fisgones, altruistas o competidores.

Este ecosistema oculto está dominado por los hongos micorrícicos, que forman intrincadas relaciones simbióticas con las plantas. Estos hongos se conectan a las raíces de los árboles y otra vegetación, creando lo que a menudo se denomina la «Wood Wide Web». A través de estas redes se intercambian nutrientes, agua e incluso señales químicas, fomentando la cooperación y la supervivencia. Sin embargo, este estudio descubre una historia más matizada, en la que coexisten el altruismo, el engaño y el oportunismo.

Al parecer, escuchar a escondidas no es sólo un rasgo humano. Algunos hongos y plantas interceptan señales químicas destinadas a otros organismos. Por ejemplo, cuando una planta atacada por plagas emite señales de socorro a la red, éstas pueden ser «escuchadas» por otras plantas, que refuerzan así sus defensas. Sin embargo, los hongos oportunistas también pueden interceptar estas señales para ajustar sus propias actividades, a veces explotando plantas debilitadas en lugar de ayudarlas.

No todos los participantes en la red subterránea son egoístas. El comportamiento altruista -como compartir recursos- es común, especialmente entre plantas interconectadas de la misma especie. Los árboles, por ejemplo, pueden canalizar nutrientes hacia los árboles jóvenes que crecen en zonas sombreadas, asegurando así la supervivencia de la siguiente generación. Este comportamiento subraya el aspecto cooperativo de estas redes, en las que el éxito de un organismo puede beneficiar al colectivo.

El altruismo tiene un coste. Las plantas y los hongos que comparten recursos corren el riesgo de agotar sus propias reservas y, en algunos casos, organismos menos escrupulosos se aprovechan de esta generosidad. Plantas parásitas y hongos canallas se infiltran en la red, extrayendo nutrientes sin reciprocidad. Este delicado equilibrio de dar y recibir determina la evolución de estas interacciones subterráneas.

Hongos micorrícicos arbusculares formadores de redes. Crédito: Loreto Oyarte Galvez (VU/AMOLF)
Hongos micorrícicos arbusculares formadores de redes. Crédito: Loreto Oyarte Galvez (VU/AMOLF)

Comprender esta dinámica subterránea es crucial para la conservación y la agricultura. Aprovechando la Red de la Madera, los científicos podrían desarrollar formas innovadoras de aumentar la resistencia de los cultivos, combatir la degradación del suelo y mejorar la biodiversidad. El estudio también subraya la importancia de conservar los bosques antiguos, donde estas redes son más robustas e intrincadas.

Las redes subterráneas del mundo natural nos recuerdan con humildad la interdependencia que sustenta la vida. Al igual que las sociedades humanas, estos sistemas prosperan gracias a una mezcla de altruismo, competencia y comunicación. A medida que los investigadores siguen descifrando los secretos de este mundo oculto, no sólo desvelan la resistencia de la naturaleza, sino que también nos inspiran para replantearnos nuestra propia interconexión con el medio ambiente.

En un mundo que lucha contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, las lecciones de las redes subterráneas son más vitales que nunca. Nos enseñan que la supervivencia depende a menudo de la cooperación y que, incluso en los lugares más inesperados, los fisgones y los altruistas desempeñan un papel esencial en el mantenimiento del equilibrio.

Fuentes, créditos y referencias:

Thomas W. Scott et al, The evolution of signaling and monitoring in plant–fungal networks, Proceedings of the National Academy of Sciences (2025). DOI: 10.1073/pnas.2420701122

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