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China está a punto de poner en órbita la nave Shenzhou-22, un lanzamiento que ocurre en un momento crítico para su programa espacial tripulado. La tripulación que actualmente trabaja en la estación espacial china había pasado varios días sin una forma garantizada de volver a la Tierra en caso de emergencia, una situación que especialistas califican como arriesgada y que no debería repetirse.
El despegue se realizará desde el Centro de Lanzamiento de Jiuquan, en el noroeste del país. La nueva nave funcionará como un auténtico “bote salvavidas” orbital, ya que la cápsula que debía cumplir ese papel quedó inutilizable después de que los astronautas del Shenzhou-20 tuvieran que utilizar la Shenzhou-21 para regresar antes de tiempo. Esto dejó a los tres miembros de la misión Shenzhou-21 sin un vehículo plenamente confiable para evacuar la estación.
En teoría, la nave dañada podía emplearse en un caso extremo, pero usar un vehículo sin saber con exactitud el alcance de sus fallos implica riesgos serios. Como explica el astrónomo Jonathan McDowell, del Centro de Astrofísica Harvard–Smithsonian, “todo en los vuelos espaciales es un equilibrio de riesgos”, y una cápsula en mal estado puede convertir una evacuación en una maniobra peligrosa.
A medida que aumenta la cantidad de basura espacial —fragmentos de satélites, restos de cohetes y piezas de choque que orbitan la Tierra a gran velocidad—, es más probable que surjan incidentes que dañen naves activas. Para muchos lectores, este término puede sonar abstracto: se trata de objetos que pueden medir desde milímetros hasta varios metros y que viajan tan rápido que un impacto puede perforar una nave, un panel solar o incluso comprometer un sistema de propulsión.
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Expertos insisten en que los países deberán prepararse para más situaciones de riesgo similares, y que la cooperación internacional podría marcar una diferencia enorme. McDowell señala que un acuerdo entre China y Estados Unidos para usar sistemas de acoplamiento compatibles, como ya hacen EE. UU. y Rusia en la Estación Espacial Internacional, permitiría que astronautas de un país pudieran rescatar a los del otro sin importar la nave disponible.
Jan Osburg, analista del grupo RAND, propone incluso que operaciones de emergencia en órbita puedan ser realizadas por empresas privadas o entidades capaces de responder de manera rápida, mucho más ágil que una agencia gubernamental tradicional. El crecimiento del sector espacial comercial hace que esta idea ya no suene tan lejana.
Si el lanzamiento de Shenzhou-22 se completa sin contratiempos, China demostrará que es capaz de reaccionar con rapidez ante una amenaza real para la seguridad de su tripulación, lo que para Osburg sería “un logro considerable”. La situación recuerda a la vivida recientemente en la Estación Espacial Internacional, cuando dos astronautas de la NASA tuvieron que permanecer meses adicionales en órbita por fallos en la nave Starliner de Boeing.
El programa de exploración humana de China avanza a ritmo acelerado, y el país mantiene su objetivo de enviar astronautas a la Luna antes de 2030. Asegurar que cada misión cuente con una vía de regreso segura es esencial para que esos planes puedan concretarse sin poner en peligro vidas humanas.

