Científicos descubren una galaxia que forma estrellas 180 veces más rápido que la Vía Láctea

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La galaxia Y1, que brilla con un intenso color rojo desde un pasado lejano, resplandece gracias a los granos de polvo calentados por estrellas recién formadas (marcadas con un círculo en esta imagen del Telescopio Espacial James Webb). Crédito: NASA, ESA, CSA, STScI, J. Diego (Instituto de Física de Cantabria, España), J. D’Silva (Universidad de Australia Occidental), A. Koekemoer (STScI), J. Summers y R. Windhorst (ASU) y H. Yan (Universidad de Missouri).
La galaxia Y1, que brilla con un intenso color rojo desde un pasado lejano, resplandece gracias a los granos de polvo calentados por estrellas recién formadas (marcadas con un círculo en esta imagen del Telescopio Espacial James Webb). Crédito: NASA, ESA, CSA, STScI, J. Diego (Instituto de Física de Cantabria, España), J. D’Silva (Universidad de Australia Occidental), A. Koekemoer (STScI), J. Summers y R. Windhorst (ASU) y H. Yan (Universidad de Missouri).

A veces, los telescopios más poderosos del mundo nos obligan a reconsiderar lo que creíamos entender del Universo. Eso pasó cuando el James Webb Space Telescope empezó a observar las primeras galaxias que surgieron tras el Big Bang. Algunas eran tan masivas y brillantes que simplemente no encajaban con los modelos actuales. Esa sorpresa abrió una pregunta enorme: ¿cómo pudieron crecer tan rápido?

Un equipo que trabaja con el Atacama Large Millimetre/submillimetre Array (ALMA) está aportando una respuesta convincente. Su investigación describe a Y1, una galaxia situada a un corrimiento al rojo de 8.3, cuya luz ha viajado más de 13 mil millones de años hasta llegar a nosotros. Lo que vemos corresponde a cuando el Universo tenía apenas unos 600 millones de años.

Si te preguntaras cómo era Y1 en esa época, la palabra “intensa” sería quedarse corto. Los investigadores la describen como una especie de fábrica estelar sobrecalentada. Su ritmo de producción es descomunal: alrededor de 180 masas solares por año, mientras que la Vía Láctea apenas forma una sola. Esa cifra por sí sola podría explicar por qué algunas galaxias antiguas resultaron mucho más grandes de lo previsto.

Esta actividad frenética estaba escondida detrás de una señal tenue: la luz roja emitida por polvo recalentado. Ese resplandor, invisible para nuestros ojos, es fundamental para entender qué está pasando dentro de Y1. ALMA, capaz de ver longitudes de onda de 0.44 mm (su Banda 9), logró medir la temperatura del polvo, un dato clave para interpretar su enorme tasa de formación estelar.

Cuando el equipo analizó esa emisión, quedó claro que estaban frente a algo fuera de lo común. El polvo de Y1 alcanza unos 90 Kelvin, o unos -180 °C. Comparado con los 20 a 40 Kelvin típicos de la Vía Láctea, la diferencia es abismal. Esta temperatura tan elevada encaja con una producción estelar extremadamente activa.

Los investigadores creen que Y1 podría ser solo el primer ejemplo de un tipo de galaxia que abundó en el Universo primitivo. Si muchas de ellas atravesaron fases rápidas e intensas de formación estelar —aunque fueran breves— eso explicaría por qué el JWST detectó galaxias tan masivas tan temprano en la historia cósmica.

La galaxia Y1 y sus alrededores, vistos por el telescopio espacial James Webb con el instrumento NIRCAM (azul y verde) y por ALMA (rojo). NASA, ESA, CSA (JWST), T. Bakx/ALMA (ESO/NRAO/NAOJ)
La galaxia Y1 y sus alrededores, vistos por el telescopio espacial James Webb con el instrumento NIRCAM (azul y verde) y por ALMA (rojo). NASA, ESA, CSA (JWST), T. Bakx/ALMA (ESO/NRAO/NAOJ)

El equipo quiere comprobarlo buscando más objetos del mismo tipo y aprovechando la alta resolución de ALMA para entender cómo trabajan estas “fábricas estelares” desde dentro. Esta línea de investigación también aporta una pista sobre otro misterio: ¿por qué las primeras galaxias parecen tener más polvo del que deberían?

Lo habitual es que la mayor parte del polvo provenga de estrellas viejas, como las gigantes rojas. Pero en el Universo joven aún no había suficiente tiempo para que se formara una población tan numerosa. La clave podría estar nuevamente en la temperatura: una pequeña cantidad de polvo caliente puede brillar tanto como una gran cantidad de polvo frío. Eso significa que los astrónomos podrían estar sobreestimando la cantidad total de polvo en estas galaxias antiguas.

En Y1, esa combinación de polvo caliente y brillante, junto con una producción estelar explosiva, demuestra que los procesos que moldearon las primeras galaxias fueron más extremos de lo que se pensaba. Esta galaxia, observada con una precisión extraordinaria gracias a ALMA, se convierte en una pieza clave para entender cómo crecieron las primeras estructuras del cosmos.

En palabras del equipo, esta fuente representa un caso extremo de formación estelar enmascarada por polvo cálido, un tipo de actividad que solo puede revelarse observando directamente en el rango submilimétrico. Si Y1 es una pista del comportamiento general del cosmos joven, es muy posible que aún queden muchas sorpresas escondidas en los rincones más antiguos del Universo.

Fuentes, créditos y referencias:

Tom Bakx et al, A warm ultraluminous infrared galaxy just 600 million years after the big bang, Monthly Notices of the Royal Astronomical Society (2025). DOI: 10.1093/mnras/staf1714

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