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| Un planeta errante envuelto en nubes de hierro y tormentas de rocas a 20 años luz de la Tierra. Crédito Anastasiia Nahurna. |
A unos 20 años luz de distancia, un objeto solitario deambula por el espacio, sin estrella que lo acompañe y con un temperamento digno de un gigante gaseoso en plena furia. Su nombre es SIMP 0136, un cuerpo demasiado pequeño para ser una estrella, pero demasiado masivo para ser un planeta común. Con una masa trece veces mayor que la de Júpiter, se mueve en ese límite difuso entre el nacimiento estelar y el reino planetario.
Gracias al Telescopio Espacial James Webb (JWST), los astrónomos acaban de captar un espectáculo sin precedentes: un sistema meteorológico alienígena que se desata en su atmósfera. Un mundo errante, sin sol, con tormentas que cambian en cuestión de horas.
Un equipo liderado por Roman Akhmetshyn, de la Universidad McGill en Canadá, utilizó el instrumento NIRISS del Webb para observar cómo varía la luz de SIMP 0136 durante una rotación completa, que dura apenas 2,4 horas. Esos sutiles cambios revelaron un cielo en capas: nubes de diferentes temperaturas y composiciones que se mueven en un caos perfectamente organizado.
Los datos, publicados en The Astrophysical Journal, muestran que su atmósfera está compuesta por al menos tres niveles distintos. Algunos contienen granos de forsterita —el mismo mineral presente en el manto terrestre—, mientras que otros albergan densas nubes de hierro fundido. En conjunto, forman un paisaje infernal y fascinante.
Lo más sorprendente es que sus hemisferios norte y sur no son simétricos. “Vimos claras señales de asimetría”, explicó Akhmetshyn, lo que sugiere la existencia de chorros de viento, vórtices o patrones de circulación similares a los de Júpiter, pero mucho más violentos. Un planeta sin sol, azotado por tormentas que no cesan.
Para comprender la dinámica de esta atmósfera caótica, el equipo aplicó un análisis matemático avanzado y comparó los resultados con modelos atmosféricos conocidos como Sonora Diamondback. Descubrieron que ningún modelo individual podía describir completamente el comportamiento de SIMP 0136: se necesitaban al menos tres configuraciones distintas. En otras palabras, su cielo cambia constantemente.
Las capas inferiores parecen estar formadas por nubes de hierro a temperaturas entre 1.000 y 1.300 Kelvin, cubiertas por forsterita. Las capas medias muestran regiones más brillantes donde el vapor de agua absorbe la luz, y las superiores están dominadas por monóxido de carbono y vientos de alta velocidad. Todo este sistema se renueva cada pocas horas, en una danza continua de calor, gases y minerales.
Lo extraordinario de este hallazgo es que estos objetos, conocidos como enanas marrones, son laboratorios naturales para entender cómo funcionan las atmósferas de los exoplanetas. Al no orbitar una estrella, su brillo puede analizarse directamente, sin interferencias, permitiendo estudiar procesos similares a los de planetas gigantes que orbitan soles lejanos.
Este descubrimiento, según Akhmetshyn, abre una nueva ventana al estudio del clima en mundos alienígenas. Incluso se detectaron pequeños desplazamientos Doppler, señales de movimiento de nubes y vientos, lo que sugiere que en el futuro será posible crear mapas de vientos exoplanetarios con precisión inédita.
Étienne Artigau, coautor del estudio, lo resume con claridad: “SIMP 0136 es el mejor ejemplo para comprender la frontera entre estrellas y planetas”. Con su rotación vertiginosa y su brillo estable, este enigmático objeto seguirá siendo un punto de referencia para descifrar los secretos del cosmos.
Hoy, SIMP 0136 continúa su viaje solitario por la constelación de Piscis. No tiene sol, pero su atmósfera brilla con una intensidad que revela algo profundo: incluso en los rincones más oscuros del espacio, la física del clima sigue viva, desafiando lo que creíamos posible en mundos sin luz.
Fuentes, créditos y referencias:
Roman Akhmetshyn et al. Mapping atmospheric features of the planetary-mass brown dwarf SIMP 0136 with JWST NIRISS, The Astrophysical Journal (2025). DOI: 10.3847/1538-4357/ae046d
